Teoria Del Delincuente
weriizz3 de Octubre de 2012
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Teoría de la delincuencia: construcción social, acción y estructura
Por Rolando Hernández Alducin
Maestro en Sociología por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. Especializado en Sociología criminal.
Abstract
En este ensayo se analizan los factores sociales que inciden en la aparición y transcurso de la delincuencia, se toma distancia de los factores biológicos y psicológicos y se pone el acento en el entorno, el ambiente y el contexto en que el fenómeno delictivo se desarrolla en América Latina. Pobreza, marginación, desigualdad e inseguridad actúan como ‘factores preparantes’ de la delincuencia, los cuales son el resultado de un complejo proceso puesto en marcha por los requerimientos de la economía y la política capitalistas. La estructura condiciona los comportamientos individuales, pero no los determina, los individuos aún pueden tomar una postura frente al entorno; sin embargo, un medio social desigualitario y agresivo, prepara el campo de los antagonismos y los conflictos en el que se lleva a cabo la delincuencia y, por tanto, es el motivo principal (aunque no el único) del fenómeno delictivo.
El estudio del fenómeno de la delincuencia puede llevarnos fácilmente a debates ontológicos o de la inmanencia del ser, además de discusiones interdisciplinarias que se disputan la verdad absoluta del fenómeno (basten de ejemplo los estudios bio-psicológicos sobre la adrenalina, la esquizofrenia, la genética, la psicopatía, etc., como determinantes del comportamiento delictivo), pero este no es el caso. En este ensayo se procura mantener el lineamiento social para analizar y describir las características de la delincuencia, y para esto es que se hará una descripción del contexto social, de los procesos y de las formas de la delincuencia como un fenómeno social. Debe señalarse también que la cifra negra[1] y los delitos potenciales (pasados o futuros) no estarán inscritos en el análisis de este trabajo, ya que no se pretende aquí dar con el total de las causas y consecuencias de la delincuencia, tarea por demás complicada, sino sólo con las características más comunes y constantes así como sus consecuencias más inmediatas y algunas de sus posibles causas, lo cual se plantea como un acercamiento al conocimiento del fenómeno delictivo. Con esto, en su conjunto, se podrá estudiar sociológicamente el fenómeno de la criminalidad en un ámbito específico y no como una generalidad inaprehensible.
Para iniciar se tiene el argumento de que la desigualdad social dentro del sistema de producción y organización contemporáneo (capitalista, global, neoliberal) actúa como factor criminógeno preparante[2] de las conductas delictivas, con todos los antagonismos sociales y los consecuentes conflictos de interacción que conlleva, pues fabrica todo un complejo de actividades discordantes con el “bien común” (que, por otra parte, es un concepto abierto a la crítica), que en consecuencia se transforma en actividades concretas de “desviación” y conductas antisociales que alteran el pretendido “orden sistémico” (en sus sentidos político, económico y social y con todas las críticas que al respecto se han desarrollado). Los actores de los hechos criminales (los delincuentes), han sufrido la presión del medio social (desigualitario) y han adoptado comportamientos “desviados” (social y legalmente) y al hacerlo se han convertido en delincuentes que atentan contra el orden social y la legalidad (y la moralidad) que la sustentan. Esta argumentación, tal vez aventurada y divagante de momento, será sustentada ampliamente en el desarrollo de este ensayo.
Debe aclararse que no se maneja aquí un determinismo causalista (la desigualdad socioeconómica como factor único de la delincuencia), sino de la parte que le corresponde a ésta como constructo que facilita la aparición de la misma, esto es, que la argumentación que aquí se maneja es sólo parcial y no determinante de las posibles causas de las conductas delictivas. Es decir que, por ejemplo, existe la llamada delincuencia de “cuello blanco” (la que llevan a cabo políticos, empresarios y funcionarios que no encajan en lo que se plantea) o la delincuencia organizada (en sus diversas vertientes, que tampoco encajan), pero de lo que se trata, justamente, es de estudiar la influencia que los factores sociales tienen sobre la aparición de la delincuencia; para esto, primero se aclarará cuál es el tipo de delincuencia que en esta tesis se está estudiando. Lo que aquí se expone es que la razón de que la delincuencia común (no la organizada ni la de cuello blanco) esté usualmente representada por los estratos más bajos de la sociedad, los pobres, es que éstos están expuestos a factores de riesgo[3] (pobreza, marginación, desempleo, inseguridad, violencia, etc.) que potencian de manera importante su emergencia como delincuentes en sus diversas tipificaciones; en un sistema productivo y organizacional desigualitario, el capitalista, existe una presión social que potencia el conflicto, y mientras más vulnerable se es más expuesto se está a tener comportamientos delictivos (esto, como se ha dicho, no como factor determinante, sino sólo influyente y dentro de un contexto específico).
Otro hecho a destacar es que los delincuentes no son víctimas pasivas del entorno ni son una consecuencia directa de sus desventajas, o sólo el resultado de una compleja estructura desigualitaria, sino que participan activamente en la construcción concreta de sus propias circunstancias. Con esto se entiende que la emergencia de un delincuente, o de la delincuencia en general, difícilmente podrá reducirse a un solo factor causal, o a un grupo reducido de ellos, sino a un complejo conjunto de factores que deben ser analizados a fondo. La exposición a factores de riesgo, en este sentido, sería sólo una de las vertientes que pueden explicar la aparición de la delincuencia en un lugar y momento determinados, no en una totalidad. Por otra parte, la delincuencia y su crecimiento no es un fenómeno “anormal” dentro de una sociedad “civilizada” ni una enfermedad que caracteriza a ciertos individuos psicópatas. La delincuencia emerge como parte inherente del sistema de producción, como causa y consecuencia de la economía y la política como sistemas de organización. La delincuencia no está al margen, no es anormalidad ni enfermedad, esa es la imagen con la que se le quiere presentar para ocultar el problema real, es decir: la desigualdad económica, la corrupción política, la explotación laboral, la falta de oportunidades, el desempleo, la pobreza, la marginación, la violencia institucional, la represión social, etc., todo esto, como parte de un sistema económico-político que posibilita la aparición de fenómenos tan violentos y desesperados como la delincuencia. Pero debemos ser claros. No se está diciendo que tal sistema es el causante único de las conductas “desviadas”, está además la postura individual y las elecciones de los sujetos en la vida cotidiana, el sistema no es un factor determinante, sólo condicionante; pero debe remarcarse el hecho de que un sistema de esta especie, con las características que contiene, actúa como factor preparante de las conductas delictivas. La falta de oportunidades, el desempleo, la inseguridad, la violencia, etc., hacen más fácil la elección personal llegado el momento. Delinquir es una oportunidad en una tierra donde las oportunidades son cada vez más escazas.
Ahora bien, desde las élites políticas, es más funcional la criminalidad como problema social que como problema político-económico, es decir que la delincuencia, al ser un problema social, se le puede descalificar, desechar y etiquetar como la parte de la sociedad que no se adapta a la “normalidad” y así manejarla como grupo antagónico que legitima la existencia del poder por vía de las políticas públicas en materia de seguridad (o incluso como militarización de la seguridad pública); de lo contrario, se tendrían que reformar tanto el sistema económico desigualitario como las políticas de segregación y exclusión social, y esto, por supuesto, no lo van a hacer (al menos no por las buenas). Ver el crimen como algo asociado al mal (Pires, 2007) es una política de miedo que permite la criminalización de los estratos sociales diferenciados y que posibilita la marginación de los “parias urbanos” así como de los movimientos sociales contestatarios al orden político.
En este ámbito, Loïc Wacquant (2006) habla de la institucionalización del pobre como estrategia para hacer invisibles los problemas sociales, esto es, que la criminalización de la pobreza es una estrategia de poder para desaparecer a los pobres del ámbito político-público; la razón de una estrategia de este tipo sería, según el autor, que si el problema de la desigualdad fuera un problema de política económica se tendrían que crear empleos, generar una mejor repartición de la riqueza y así corregir de raíz el sistema desigualitario, mientras que si el problema de la desigualdad se mantiene como un problema social, es decir, de falta de adaptación al sistema, entonces se puede criminalizar a los “parias” del mismo sistema y, de esta forma, segregarlos, perseguirlos, castigarlos e, incluso, utilizarlos como grupo antagónico que legitima el poder del Estado. En este proceso se transformaría un problema político -que tiene sus raíces en la desigualdad económica, en la inseguridad social y la inadaptación individual- en un problema de inseguridad pública que es manipulado por algunos grupos de interés. Todo este proceso de criminalización de la pobreza así como algunos movimientos sociales, guarda una estrecha relación con la realidad latinoamericana:
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