Texto De Enfermeria
jesch_bm27 de Enero de 2013
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Capítulo 1
Historia
de la enfermería
médico-quirúrgica
Lic. María del Carmen Amaro Cano
Introducción
Cuando Florence Nightingale publicaba, en 1859, su obra teórica acerca de la enfermería profesional, señalaba que esas Notas de Enfermería (Nightingale, F., 1969), como tituló su publicación, no habían sido escritas solo como un manual para enseñar a las enfermeras a prodigar cuidados, sino para asistir a millones de mujeres, que tenían a su cargo la salud de sus familias, “a pensar cómo prodigarles cuidados”.
Esta aclaración resultaba casi innecesaria puesto que después de las Cruzadas, en plena Edad Media, la contribución de los hombres a la enfermería, debido a su participación en las Ordenes Militares, prácticamente había desaparecido, quedando solo los casos de monjes que, desde el medioevo, ejercían estas funciones.
En la Edad Moderna el cuidado de los enfermos descansaba en las mujeres de la familia, o viudas o solteras sin dote que realizaban estas labores por caridad; aunque el papel protagónico lo desempeñaron las monjas católicas y las diaconisas de algunas iglesias reformadas.
La Inglaterra anglicana no contaba con ellas y el cuidado de los enfermos estaba asignado a mujeres pertenecientes a las clases más desposeídas de la sociedad, muchas de ellas de baja catadura moral, razón por la cual adquiere gran relevancia la contribución de Florence Nightingale, dama de la alta burguesía inglesa, al gestar el surgimiento de la enfermería moderna.
Es justamente ella quien, en sus Notas de Enfermería, decía más adelante: “Todos los resultados de unos buenos cuidados de enfermería pueden ser negativizados por un defecto, por no conocer cómo lograr que lo que se hace cuando una está allí, se haga cuando una no esté” (Nightingale, F., 1969) y en este señalamiento puede reconocerse el principio de la idea del Plan de Cuidados en Enfermería.
La propia definición de enfermería ha cambiado en el transcurso del tiempo, especialmente desde 1858, en que la fundadora de la profesión definía su objetivo principal como “...poner al paciente en las mejores condiciones para que la naturaleza actúe sobre él...” (Smeltzer, S. C., 1996), los actuales expertos en este campo la han definido como un arte y una ciencia.
Este capítulo se propone enfatizar en las características de la enfermería médico-quirúrgica, su objeto de estudio y su campo de actuación.
La importancia del tema, en un libro como el que ocupará la atención de los estudiantes, docentes y profesionales, resulta tan evidente, que solo se hará referencia a ella en el propio desarrollo de la exposición.
El objetivo general de este capítulo es contribuir a la comprensión de las nuevas funciones de la enfermera en la atención de enfermería médico-quirúrgica, dando a conocer el camino emprendido desde el surgimiento de la enfermería como profesión hasta nuestros días y, a través de ese análisis, avizorar el futuro.
Para la preparación de este tema se realizó una revisión bibliográfica, aunque no exhaustiva, y se realizó un estudio analítico de tipo longitudinal y de corte retrospectivo, muy utilizado en la ciencia histórica, y bien conocido por los profesionales de la salud ya que es el mismo que se usa en la confección de la historia clínica.
Observación de la enfermera
El comentario de mayor importancia hecho por la fundadora de la enfermería profesional está en el llamado a una buena observación del enfermo por parte de la enfermera, y así expresaba: “La lección práctica más importante que puede dárseles a las enfermeras es enseñarles qué observar, cómo observar, qué síntomas indican progreso en el curso de la enfermedad, cuáles el reverso, cuáles son importantes, cuáles no lo son, cuál es la evidencia de un cuidado de enfermería negligente y qué tipo de negligencia” y añadía: “Pero si usted no puede obtener el hábito de la observación, por una vía u otra, sería mejor que dejara la enfermería, para la cual no ha sido llamada, por muy bondadosa y sensible que usted sea” (Nightingale, F., 1969).
Fave Mc Cain, en 1965, señalaba que la capacidad de observar inteligente y sistemáticamente es un elemento básico de la práctica de la enfermería. En este sentido apuntaba que “las observaciones inteligentes se basan en conocimientos de las ciencias biológicas, físicas y sociales: factores importantes en relación con el aspecto del paciente, su conducta y el medio que lo rodea”. Y más adelante decía: “Para que exista capacidad de observación es necesario conocer los aspectos normales, poder identificar y descubrir las anomalías y tener la habilidad de evaluar la importancia de estos trastornos en relación con el estado del paciente” (Amaro Cano, María Del C).
Otro aspecto en verdad útil e interesante, contemplado entre los consejos de Florence Nightingale a las enfermeras, está relacionado con la ubicación del paciente en el papel protagónico del proceso salud-enfermedad. En este sentido advertía: “Yo he estado a menudo sorprendida por la conducta de amigos o doctores que sostienen una larga conversación sobre el estado del enfermo en su propia habitación o pasando cerca de ella, y el paciente sabe que están hablando de él; pero nadie se dirige directamente a él para decirle la verdad acerca de su enfermedad, aun cuando él está verdaderamente ansioso por conocer su verdadero estado” (Nightingale, F., 1969).
Una autora brasileña, María Teresa Leopardo (Leopardi, María Teresa, 1994) llama la atención sobre la nueva expectativa que se ha venido formando, durante las últimas décadas de este siglo, para superar la idea tradicional del cuidado de la salud, esa práctica que posee una fase mítica y otra fase que expresa su sociabilidad e historicidad. En esta nueva expectativa, para superar esa fase mítica —señala la misma autora—tuvo que emerger un profesionalismo legitimado en la esfera académica de modo que la enfermera pudiera ir asimilando nuevas atribuciones y funciones, a contrapelo de suspicacias, recelos e incomprensiones de otros profesionales, especialmente médicos, que veían con una mezcla de temor y subestimación un presente en enfermería que, a su juicio, negaba sus tradicionales funciones e intentaba usurpar otras.
Así, reconoce tres momentos en el conjunto de las articulaciones histórico-sociales que se evidencian como rupturas, si no epistemológicas, al menos como reordenamiento de las actividades de enfermería:
1. Un primer momento perteneciente a las religiosas enfermeras de los hospitales, que prácticamente diluye un saber diferenciado del saber médico, acumulado en los monasterios.
2. Un segundo momento de reestructuración de los hospitales, con otras características, a partir de la ascendencia política del saber médico, que se constituye en el sistema de control sanitario y una absorción de la mano de obra descalificada para hacer tareas de enfermería, vinculadas especialmente al confort, la higiene, el tratamiento de heridas y administración de medicamentos prescritos por el médico.
3. Un tercer momento en que se produce la reelaboración de la profesión, gracias a la contribución de Florence Nightingale –que respondía obviamente a las necesidades de aquél específico momento histórico– y que se caracterizó por sumar a la tradicional práctica de los cuidados, un trabajo de organización del espacio de curación.
Función integradora de la enfermería médico-quirúrgica
En la actualidad se escuchan con frecuencia expresiones de insatisfacción de las enfermeras, en especial de las más recientes egresadas de nuestras universidades médicas, relacionadas con la distancia existente entre su formación académica, las atribuciones ideales y la realidad de la práctica. Las enfermeras declaran que su asistencia a la persona, sana o enferma, debería ser global, considerando los aspectos biopsicosociales, aunque muchas reconocen que ello podría entrar en conflicto con otros profesionales, principalmente médicos, que tienen una visión aparentemente más parcial de la asistencia y que conservan la tendencia de hacer particiones de la persona en órganos enfermos, repartiéndoselos entre las distintas especialidades.
Pero el paciente no puede dividirse en porciones, tal como sugiriera el rey Salomón para dirimir el litigio entre las dos supuestas madres del niño en conflicto. Y dentro de la medicina le ha correspondido a la clínica la función integradora. Es quizá por ello que la enfermera, en sentido general, reconozca en la enfermería médico-quirúrgica su proximidad al enfoque de su propia profesión, identificándose con su objeto de estudio y su método de actuación y toma de ella ejemplo para aplicar, en su esfera concreta, aquellos elementos que le pueden resultar útiles para perfeccionar su propio método profesional.
Desde Florence Nightingale, creadora del primer modelo teórico de enfermería —quien creía que la función de las enfermeras debía consistir en seguir las órdenes e instrucciones de los médicos y no tomar decisiones independientes— las enfermeras han sido vistas tradicionalmente como subordinadas de los médicos, incluso en el caso de cuidados básicos de enfermería, en los cuales aquellos profesionales han carecido por completo de experiencia.
Nuevos conceptos de enfermería y su repercusión en la práctica médico-quirúrgica
Desde mediados de los años 50, varias teóricas de la enfermería habían comenzado a formular sus consideraciones acerca del método de actuación profesional de las enfermeras: el Proceso de Atención de Enfermería
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