Una infancia perdida
cintiavbvInforme27 de Mayo de 2013
4.015 Palabras (17 Páginas)348 Visitas
Una infancia perdida
Un millón y medio de chicos de 5 a 17 años realizan actividades económicas o labores domésticas en la Argentina, obligados a contribuir con el sustento familiar. Esto no sólo los priva de disfrutar de ser niños sino que además compromete su educación, su salud y su futuro.
Por Micaela Urdinez | LA NACION
Qué linda la nena como cuida a sus hermanitos", "mejor que esté cartoneando que vagueando en la calle", "trabajar de chico lo ayuda a estar mejor preparado para el futuro". Son frases que se escuchan y pasan desapercibidas todos los días, pero para algunos especialistas constituyen el cimiento cultural sobre el cual se erige el trabajo infantil en la Argentina.
Justamente estos mitos, que valoran como positiva la incorporación de los niños al mundo laboral, son los que según estas voces hacen que esta problemática sea tan difícil de erradicar, puertas adentro en el ámbito familiar y puertas afuera en la percepción social. Sin embargo, existe otra corriente de pensadores que sostienen que en contextos específicos y bajo determinados cuidados, el trabajo infantil es aceptable, y hasta puede ser beneficioso para el chico y su grupo familiar.
Nicolás tiene sólo 11 años, pero parece un adulto. Vive en la plaza de Tribunales con sus papás y sus tres hermanos más chicos, y tuvo que aprender a sobrevivir en la calle: durante el día junta diarios para después vender, mendiga por las esquinas y los fines de semana cuida autos en Recoleta. "Me hice 150 pesos con los autos y ahora me quiero comprar un Sega", dice Nicolás, mostrando un dejo de la poca inocencia que le queda.
Por las tarde va a una escuela de nivelación en Retiro y cuando tiene tiempo aprovecha para ir a algún ciber a jugar a los videojuegos. "Hoy fui dos veces y me gasté 22 pesos", cuenta este amante del fútbol, feliz con la gorrita nueva que le acaban de regalar los voluntarios de la Red Solidaria en sus recorridas por el frío. "La próxima me traés una campera que tengo frío", suplica Nicolás mientras se despiden.
"Los escenarios posibles no tienen que ser trabajo infantil o droga, trabajo infantil o situación de calle, trabajo infantil o desnutrición. Lo que se naturalizó es la falta de igualdad de oportunidades para todos los chicos. Romper con esta injusticia en temas de educación, salud y recreación es lo más complicado, y por eso es fundamental un abordaje integral de la temática", sostiene Pilar Rey Méndez, presidenta de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti).
No son cientos ni miles, sino que constituyen una masa de 1,5 millones de niños y adolescentes entre 5 y 17 años, que según el informe 2010 del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) realizan algún tipo de trabajo. Este relevamiento se realiza en grandes centros urbanos de la Argentina y en este caso se basa en entrevistas a 6400 niños y adolescentes hasta 17 años. "Como no tenemos cifras poblacionales renovadas sacamos estimaciones en función de los datos de 2001 haciendo una proyección directa de esta muestra urbana al total país. Siendo el tema trabajo infantil podemos trabajar sobre la conjetura de que en las zonas rurales la propensión al trabajo es mayor", dice Ianina Tuñón, coordinadora del estudio. Estas nuevas cifras encienden la alarma sobre esta realidad que condena a casi 621.000 niños a realizar trabajo doméstico intensivo (esto quiere decir que tienen bajo su responsabilidad todas las tareas del hogar), a 783.000 a realizar tareas económicas (venta ambulante, ayuda en un comercio y mendicidad, entre otras) y a 126.000 a estar sometidos a ambos tipos de trabajo.
"No reniego de los datos cuantitativos y a nosotros nos sería muy útil tenerlos a nivel nacional porque estamos convencidos de que se redujo el trabajo infantil en los últimos años, y no lo podemos respaldar con cifras. Los estudios que se hacen sobre la base de cruces de datos nos parecen poco serios", sostiene Rey Méndez, haciendo un mea culpa de la ausencia de cifras oficiales actuales en este tema. De hecho, el último relevamiento nacional -la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes- data de 2004 e indicaba que eran 750.000 los chicos de 5 a 17 años que estaban en situación de trabajo infantil. Sobre la base de estimaciones del porcentaje de chicos que hacían tareas de trabajo doméstico, ese número se redondeó en 1,5 millones, la misma cifra que hoy arroja el estudio de la UCA.
¿Esto quiere decir que la situación del trabajo infantil en la Argentina no se modificó en los últimos siete años? "No sabemos si actualmente son más los chicos que trabajan, pero sí que son más los que están en riesgo de trabajar, esto quiere decir que alguna vez trabajaron o que son posibles candidatos a hacerlo por primera vez. Esto se da por un deterioro general de las familias en el territorio, porque padecen situaciones de pobreza, maltrato, abuso, adicción a las drogas, falta de trabajo de sus padres y violencia. Son chicos que en general tienen padres con empleos en negro, en situaciones precarias, muchos de los cuales también pasaron su infancia trabajando", sostiene Soledad Gómez, responsable del Programa de Inclusión Social de la Asociación Conciencia.
La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CIDN) establece, en su artículo 32, que todos los niños tienen derecho a "estar protegidos contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social".
Este instrumento jurídico fue ratificado por la Argentina por la ley N° 23849 y tiene el mayor rango legal, desde que en 1994 la Argentina la incorporó a su Constitución Nacional en el inciso 22 del artículo 75.
En cuanto a la legislación nacional, la ley 26390 de prohibición del trabajo infantil y protección del trabajo adolescente fue promulgada en 2008. Su principal modificación es elevar la edad mínima de admisión al empleo a 16 años, prohibiendo su actividad laboral en todas sus formas, exista o no relación de empleo contractual, y sea éste remunerado o no.
En relación a la protección del trabajo adolescente, establece que no podrán realizar jornadas mayores a 8 horas diarias, que no podrán realizar trabajo nocturno, que tendrán descanso al mediodía y un mínimo de 15 días de vacaciones anuales pagas.
Más allá de la letra, lo cierto es que en un contexto económico en el que según cifras de SEL Consultores el desempleo se encuentra en el orden del 7% y el trabajo informal en el 34,1%, muchos de los hogares donde los ingresos no son suficientes ven como posible solución que los niños contribuyan con su aporte al sostenimiento del hogar. "En los sectores más postergados podemos decir que la situación de la infancia no mejoró. Porque más allá de algunas mejoras a nivel social son poblaciones muy dañadas, que necesitan de muchas generaciones para poder reconstruirse. Lo que sí notamos es que, lamentablemente, cada vez empiezan a trabajar desde más pequeños. Hace poco tuvimos que ingresar a chicos que tenían 5 años y cuidaban a los hermanitos", dice preocupada Marcela de la Fuente, coordinadora del Programa Proniño de la parroquia de Nuestra Señora de Itatí, en Virreyes oeste, provincia de Buenos Aires.
Sin embargo, desde la Conaeti aseveran que la Asignación Universal por Hijo (AUH) ha sido una herramienta eficaz en la reducción del trabajo infantil. Actualmente la medida alcanza a más de 3,5 millones de niños y adolescentes en casi 1,9 millones de hogares, que en promedio reciben 415 pesos por mes cada uno. "No hay estudios que nos permitan demostrar una relación directa entre la AUH y la reducción del trabajo infantil, pero el aumento del 20% de la escolaridad claramente nos da la pauta de cómo ha impactado. Un chico en la escuela es una garantía de no trabajo y por eso es importante retenerlos en el sistema educativo", explica Rey Menéndez.
Gómez, de Conciencia, comparte el hecho de que la AUH haya podido colaborar de alguna manera en la prevención del trabajo infantil, pero dice: "Como contrapartida, a los docentes les cuesta mucho trabajar con chicos con sobreedad o que nunca fueron a la escuela. Lo que está faltando es el empoderamiento de las familias para que puedan tener un trabajo digno", afirma.
***
Están por todas partes. Vendiendo artículos en el subte, limpiando vidrios y haciendo malabares en los semáforos, lustrando zapatos en las esquinas, cartoneando por las noches, ayudando en las cosechas, trabajando en talleres textiles o cuidando a sus hermanos menores y ocupándose de las tareas del hogar. Y si bien una parte de la sociedad ha tomado conciencia de su flagelo, a la hora de actuar queda superada por la impotencia de no saber qué hacer para devolverle la niñez a estos chicos atrapados por el fantasma de la subsistencia cotidiana y la precariedad de recursos.
Son chicos que se vieron obligados a cambiar libros y juguetes por malabares y estampitas. Algunos, incluso, son producto de terceras generaciones que cargaron los ingresos familiares en las manos de sus hijos menores dejándolos sin herramientas para construir un futuro digno.
Ana María Lozano pasó su infancia en el monte, cerca de la comunidad de Monterrico, Jujuy, casi al límite con Salta. Como sus padres vivían de la cosecha del tabaco, ella prácticamente se crío aprendiendo el oficio. Además, como era la mayor de 13 hermanos, era la encargada de
...