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VIA CRUSIS POR LOS JOVENES


Enviado por   •  18 de Marzo de 2015  •  Tesis  •  3.204 Palabras (13 Páginas)  •  175 Visitas

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VIA CRUSIS POR LOS JOVENES

ORACION

Señor, ayúdanos para que aprendamos a aguantar las penas y las fatigas, las torturas de la vida diaria; que tu muerte y ascensión nos levante, para que lleguemos a una más grande y creativa abundancia de vida. Tú que has tomado con paciencia y humildad la profundidad de la vida humana, igual que las penas y sufrimientos de tu cruz, ayúdanos para que aceptemos el dolor y las dificultades que nos trae cada nuevo día y que crezcamos como personas y lleguemos a ser más semejantes a ti.

Haznos capaces de permanecer con paciencia y ánimo, y fortalece nuestra confianza en tu ayuda. Déjanos comprender que sólo podemos alcanzar una vida plena si morimos poco a poco a nosotros mismos y a nuestros deseos egoístas. Pues sólo si morimos contigo, podemos resucitar contigo. Amén.

PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

– Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mi pecador.

Cristo fue condenado. Porque quiso y porque nos quiso. Fue condenado con falsas acusaciones. Le condenaron porque no respetaba las tradiciones, Él que había dicho que no había venido a destruir, sino a perfeccionar. Le condenaron porque se oponía al Cesar, Él que había dicho que había que dar al Cesar lo que era del Cesar. No importaba, le condenaron a muerte.

Tantos jóvenes condenados a muerte, tantos que viven dramáticamente la vida metidos en la droga, en el hospital con enfermedades incurables, en el paro. Condenados a muerte, en el blanco de todas las crisis, envueltos en tremendas depresiones y a veces convencidos de que nadie apuesta por ellos. Son jóvenes a los que ama Cristo y su Iglesia.

Señor, ayúdanos a vivir como jóvenes que transmiten esperanza en un mundo que vive sin salidas y con tremendas contradicciones. Que la cruz de Cristo sea para todos nosotros fuerza para caminar al lado de los pobres y que encendamos luces en vez de quedarnos en la tremenda queja de quien maldice la oscuridad, pero no hace nada por salir de ella.

SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS

-Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mi pecador.

Cristo Jesús, después de ser brutalmente azotado y coronado de espinas, tiene que cargar con su cruz, es decir, con nuestras cruces. Con pocas fuerzas, pero con mucho amor.

Esta cruz es la cruz de todos y cada uno de nosotros ¿Quién no ha sufrido alguna vez la cruz de la humillación, de la incomprensión, del dolor físico o moral? ¿Quién no ha tenido en su corazón toas las dificultades en el camino de la vida? Jesús carga con su cruz, también nosotros debemos cargar con nuestra cruz pesada de cada día y luchar con todas las fuerzas por hacer un mundo más justo, más fraternal.

Señor, Jesús crucificado, te pedimos que nos ayudes. Enséñanos y danos fuerzas para cargar con nuestra cruz, una cruz de madera, una cruz sin brillo, una cruz que a veces se hace insoportable pero contigo, Señor, podemos llevar con amor.

TERCERA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

– Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mi pecador.

Todavía no habían salido de Jerusalén y Cristo ya no puede con el madero de la cruz. Y cae en tierra. Cae en el suelo con la cruz encima. Sobre su figura derrumbada la mirada amenazadora e indiferente de los verdugos.

No dejes nunca que tus caídas se conviertan en heridas incurables. Sólo si te levantas mirando a Cristo que también cayó podrás vivir con gozo y alegría acogiendo la infinita Misericordia del Señor. Santo no fue el que nunca cayó, sino el que siempre se levantó. Esta primera caída de Jesús nos recuerda las caídas de tantos jóvenes en la droga, el alcohol, en el vicio, en la violencia, en toda forma que impide que el joven sea feliz.

Señor, caído con la cruz a cuestas, ayúdanos a soportar las cruces de la vida con la convicción de que están heridas de resurrección, pues Tú, Señor, has vencido y nos ayudas a vivir a tope, ayudando a todos los caídos a levantarse y volver al Hogar de tu Corazón.

CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

-Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mi pecador.

María estaba preparada para el dolor. Cuando presentó a su hijo en el Templo de Jerusalén a los pocos días de nacer le dijeron que “una espada le atravesaría el alma”. María había sufrido en Belén, en Egipto, en Nazaret, en la pobreza, en tantas ocasiones.

Pero ver a su hijo cargado con la cruz, coronado de espinas, ensangrentado era distinto. Era el dolor de una madre por su hijo que había sido prendido en la oscuridad de una noche, juzgado sin garantías legales, condenado a muerte como un vulgar malhechor, y que iba camino del patíbulo cargado con una cruz de madera. Era ciertamente un dolor profundo como ningún otro.

Muchos jóvenes, incluso en edades muy tempranas experimentan la decepción de tantos amores. Muchas veces sólo el amor de la madre permanece en pié. Quizás, como nos recuerda esta estación, porque ellas son capaces esperar y de estar cerca en “las duras y en las maduras”. María acompaña a su Hijo a la cruz. Está allí sosteniendo y ayudando cuando a veces la única manera que tenemos de ayudar es la presencia en la calle de la amargura.

Señora nuestra de la Soledad, de la Amargura, de la Vera Cruz, de las Angustias, acompaña nuestros pasos cansados, que te encontremos siempre en el camino de la vida ya cuando no podamos más, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y enséñanos el camino de la aceptación.

QUINTA ESTACIÓN: EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ

-Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mi pecador.

Los verdugos no tenían compasión. Querían que Jesús no se les muriera por el camino y llegara vivo al calvario. Querían clavarlo en la cruz y que muriera crucificado. Querían completar su obra. Por eso, y para que no se les muriera por el camino -no por compasión- buscan un hombre para que lo ayudara a llevar la cruz. Y encontraron a Simón de Cierne. Él no sabía quién era el hombre de la cruz. De haberlo sabido lo hubiera hecho encantado.

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