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ARTE Y SOCIEDAD


Enviado por   •  30 de Abril de 2013  •  4.591 Palabras (19 Páginas)  •  475 Visitas

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ARTE Y SOCIEDAD

Herbert Read

Ed. Península

1. Introducción:

Ningún tipo de actividad humana dura tanto como las artes plásticas, y nada de lo que sobrevive del pasado es tan valioso para comprender la historia de la civilización. La naturaleza real de la actividad humana que llamamos estética y que resucita tales objetos, continua siendo un problema psicológico. Intentamos, pues, explorar el carácter general de las semejanzas que, es de suponer, existen entre la forma que la sociedad toma en un período determinado y las formas de arte contemporáneo. Tenemos que distinguir, en primer lugar, entre el arte como factor económico y el arte como expresión de ideales, aspiraciones espirituales y mitos, es decir, el aspecto ideológico del arte.

La naturaleza esencial del arte no reside ni en la producción para satisfacer unas necesidades prácticas, ni en la expresión de unas ideas religiosas o filosóficas, sino en la capacidad del artista de crear un mundo sintetizado y consciente de sí mismo, el cual no es ni el mundo de los deseos y la fantasía, sino un mundo compuesto de estas contradicciones, es decir, una representación convincente de la totalidad de la experiencia.

Creo que se ha producido una crisis específica en el desarrollo de nuestra civilización, en la cual la naturaleza real del arte corre el peligro de desaparecer en la confusión y el mismo arte corre el peligro también de perecer a causa del mal uso que hacemos de él. El arte es una actividad autónoma, influenciada como todas nuestras actividades por las condiciones materiales de existencia, pero que, como modo de conocimiento, es a la vez su propia realidad y su propio fin.

El arte nace como una actividad solitaria, y solo en la medida que la sociedad reconoce y absorbe estas unidades de la experiencia, el arte se incorpora a la fábrica social. El arte, como veremos, es fundamentalmente una fuerza instintiva, y los instintos pueden retrotraerse dentro de la concha del inconsciente si se les trata de un modo demasiado consciente. Podríamos decir que, en muchos casos, las ideologías de un período se encarnan en su religión o mitología. No obstante, se corre el peligro de considerar la unión local de dos aspectos de una cultura – su arte y su mitología – como una ley necesaria y universal, y, aunque esa unión se ha producido en fases importantes de la Historia del mundo, no es ni mucho menos tan completa como podría inducirnos a suponer un examen superficial de dichos períodos.

Creo que encontraremos pues, suficientes pruebas para admitir el carácter dialéctico del arte. No es un producto secundario del desarrollo social, sino uno de los elementos originales que entran en la formación de una sociedad. No obstante, ocurre que en el proceso de aislar losa elementos que llamamos arte, podemos perder de vista el esquema general. Lo mejor que podemos hacer es seleccionar períodos típicos y, luego, determinar la relación del arte del período en cuestión con el resto de las características culturales predominantes.

Hay que considerar el arte como el modo más perfecto de expresión que ha logrado la Humanidad. Como tal se ha propagado desde los mismos albores de la Civilización. Siempre, en cada fase de la Civilización, ha advertido que lo que llamamos la actitud científica es inadecuada. La conciencia que ha desarrollado a partir de su cauta astucia sólo puede compararse con hechos objetivos; más allá de tales hechos se encuentra un ámbito del mundo solamente accesible al instinto y a la intuición. El desarrollo de estos modos más oscuros de aprehensión ha sido el fin del arte; no podremos comprender la Humanidad y su Historia hasta que admitamos la importancia y, desde luego, la superioridad del conocimiento representado por el arte.

El arte es un modo de expresión, un lenguaje que puede hacer uso de tales cosas útiles, del mismo modo que el lenguaje mismo hace uso de la tinta, del papel y de las máquinas de imprenta, para transmitir un significado. El arte es una forma de conocimiento, y el mundo del arte es un sistema de conocimiento tan precioso para el hombre como el mundo de la filosofía o de la ciencia.

2. Arte y educación.

Es posible, para un estudiante, conocer todos los acontecimientos de la Historia del Arte (fechas de nacimiento y muerte de artistas, definiciones de términos y escuelas, hasta la psicología de determinados artistas) sin, por eso, ser capaz de ver la diferencia existente entre los méritos estéticos de un cierto número de obras de arte. El tema de Bellas Artes proporcionaba un material idóneo para corregir los excesos intelectuales de nuestro sistema educativo, pero en la práctica real no tuvo semejante efecto.

Puede que una vaga conciencia de estas incompatibilidades haya servido para excusar el estado de negligencia general para con el arte en las universidades de Gran Bretaña; lo mismo podría decirse de otros países que tal vez sus universidades se han contentado con limitarse a los aspectos intelectuales de este problema.

2.1 La edad de la inocencia

En la educación artística debemos volver al significado literal de la palabra e intentar de algún modo “sacar a la luz” lo latente y suprimido del individuo. Es observación común en todo lo relacionado con la educación de los niños el que el impulso estético es natural hasta cerca de los once o doce años. Con la irrupción de la pubertad estas facultades ceden terreno al juego de facultades más lógicas.

Lo que ocurre es un desarrollo gradual, que una súbita interrupción del proceso educativo del niño puede acelerar; desarrollo, no obstante, que es fácilmente explicable mediante las hipótesis psicológicas expuestas en el capítulo precedente. En el niño, se desarrolla lentamente el Super-Yo consciente y crítico que en todos sus aspectos equivale a un censor y suprimidor de los instintos.

En general, los padres y demás autoridades similares siguen los dictados de sus Super-Yo en la educación de sus hijos. Sean cuales sean las relaciones en que se encuentren su Yo y su Super-Yo, en la educación de sus hijos se muestran severos y exigentes. De lo cual se deriva el hecho de que el Super-Yo del niño no se forma sobre el modelo de sus padres, sino sobre su Super-Yo; se apodera del mismo contenido, se convierte en el vehículo de la tradición y de todos los valores ancestrales que se han ido transmitiendo de este modo de generación en generación.

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