Análisis del ensayo Nuestra América
johnnysalaEnsayo19 de Octubre de 2019
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Análisis del ensayo Nuestra América
América Latina despierta en las palabras del Apóstol
José Martí, paradigma indudable de la Revolución Cubana vio donde mentes preclaras no vieron. Previó y proyectó soluciones reales hasta donde le fue posible. Fue hombre de su tiempo y por ello de todos los tiempos.
En cualquier momento de su extensa obra-escribe Marinello-nos sorprenden los hallazgos singulares, las imágenes inusitadas, el largo tesoro de su fuerza y de su ternura. Pero todo el gran poder expresivo, toda la cultura y toda la originalidad de Martí, marchan en un mismo sentido; no salió una sola palabra de su mano que no mirase a prestar un servicio , ya cuando escribe para libertar a su isla, ya cuando alerta América Latina sobre los peligros del naciente imperialismo de los Estados Unidos, ya cuando quiere sacar a las naciones latinoamericanas de una educación postiza y regresiva, ya cuando combate el odio de razas, ya cuando pelea por una realidad internacional asentada en la justicia, firme en la igualdad y fecunda en la paz.”
Uno de sus escritos más importantes, y representativo para los pueblos americanos, es el ensayo “Nuestra América” redactado en 1891 justo en la etapa de la Tregua Fecunda cuando Martí estaba inmerso en la preparación de la Guerra Necesaria, además conociendo los siniestros propósitos de la Conferencia Internacional Americana y los proyectos yanquis de comprar a Cuba, también el peligro de que una vez liberada de España y formalmente independiente, la América nuestra siguiera el camino erróneo de las otras Repúblicas hermanas.
El ensayo consiste fundamentalmente en una crítica amorosa a las consecuencias inmediatas de la liberación de Hispanoamérica, es una síntesis concreta, de la revelación de nuestro ser esencial, sus sentimientos y conciencia histórica. Es un manifiesto del ser existencial de nuestra América incluyendo sus perspectivas de desarrollo. Es un programa científico de lucha, cuyo modelo se mueve ante dos alternativas: ser o no ser. Pero afirmando el primero (ser) con optimismo, basado en un estudio profundo y en premisas reales. En este escrito se funden indisolublemente latinoamericanismo, antirracismo y antiimperialismo para dar coherencia a la teoría socio-filosófica más avanzada de su tiempo.
Con el presente trabajo se pretende analizar a profundidad ese escrito, haciendo énfasis en los mensajes implícitos que trasmite el Maestro a los pueblos americanos y demostrar la clara vigencia de sus reflexiones.
“Lo que queda de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, (…) las armas del juicio. (…) Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.”, esta América nuestra debe darse cuenta que con un regionalismo inútil, jamás llegaremos a ser ese pueblo respetado al que todos aspiramos. Tenemos que hacer causa común, nosotros, que compartimos iguales intereses, culturas semejantes; el mismo continente, que han tratado de doblegar desde tiempos inmemoriales.
Debemos hoy estar más unidos que nunca para que se escuchen nuestras voces, tantas veces silenciadas por los poderosos. “Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
Lo que propone Martí desde sus líneas no es exactamente la simple unión de nuestros pueblos, nótese que dice la unión “tácita” y no de las naciones, sino del “alma continental”, lo que excluye la idea de la unión o federación política y administrativa de los países de Nuestra América, más allá de las ideas del Libertador “empeñado en unir bajo un gobierno central y distante los países de la revolución”, según se lee en el discurso en homenaje a Bolívar del 28 de octubre de 1893, donde el Apóstol insiste en que lo deseable era “la unidad de espíritu”, no la “unión en formas teóricas y artificiales”
La unidad continental sólo se logra si en las propias repúblicas no existe diferencia de clases y de razas. "No hay odio de razas," dice Martí, "porque no hay razas." El racismo y el conflicto aparente de razas se deben a la historia y a desencuentros culturales, no a diferencias ingénitas entre latinos, anglosajones, indios y negros. Las repúblicas latinoamericanas han de recuperar al "indio mudo," "el negro oteado" y al "campesino creador," marginados por la experiencia colonial antes y después de la independencia, para encauzarlos hacia aquella unidad que protegerá al nuevo mundo propuesto por Martí.
Sencillamente, el Maestro, en criterio de Juan Marinello, “quiso en el acogimiento cálido de cada hombre –del negro, del blanco, del amarillo- fijar la marca del hombre de América. Así –enfatiza el Apóstol- cuanto más americanos antialdeanos fueran su pueblo, mejor serían los iniciadores y sostenedores de una humanidad nueva.
El hombre, en todo su ser, independientemente de sus especificidades y rasgos característicos, lo integra su identidad humana. Sobre estas bases se asienta el latinoamericanismo martiano, al cual se subordina como una de sus determinaciones esenciales el antirracismo. Antirracismo que más que una proyección política determinada constituye necesidad primaria en toda proyección social.
Martí en su ensayo asocia dos conflictos simétricamente opuestos en los primeros párrafos: por una parte la "pelea de los cometas en el cielo," y por otra, los hermanos celosos "que se enseñan los puños." El combate astral se refiere a los grandes poderes mundiales, particularmente EEUU, el "gigante de siete leguas", en las botas y que nos las puede poner encima. Y los hermanos celosos en conflicto son el signo de la pequeñez y división que tiene que ser vencida en la América Latina para que sus "dolorosas repúblicas" puedan ponerse a la altura de las dificultades, de un escenario mundial poblado de países poderosos y ansiosos de continuar explotándonos a su antojo.
De esta forma define claramente que los peligros que tenemos que enfrentar son de dos clases: internos (aldeanismo, desarraigo) y externos, los provenientes del “vecino formidable que no la conoce”.
El elemento de “desdén” en la actitud de los Estados Unidos hacia los pueblos de nuestra América fue claramente captado por Martí. Varias veces aludió a él, pero nunca, por necesaria cautela política, de modo tan crudo en su última carta Manuel Mercado cuando se refiere a las gestiones anexionistas e imperialistas del “Norte revuelto y brutal que los desprecia” (a nuestros pueblos). En el texto de estudio subraya que “el desdén del vecino formidable que no la conoce es el peligro mayor de nuestra América. En sus análisis, supone que el desdén puede ser efecto del desconocimiento, pero en el fondo sospecha que el desdén sea la causa del desconocimiento. Por eso afirma que ese “desdén es el peligro mayor”.
El amor por su continente, expresado en toda su obra, cobra especial significación en este escrito. Critica fuertemente a aquellos “…nacidos en América, que se avergüenzan porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan de la madre enferma y la dejan sola…”, no se merecen el calificativo de hombres, los llama delicados, “que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres”.
Martí señala: “¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas (…) sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? En muchos lugares del mundo no se conoce nuestra historia, en estos momentos donde los grandes medios de comunicación dueños de prácticamente todas las cadenas de transmisiones, colman sus programas de imágenes sintéticas que tratan de vender, que manipulan de forma consciente el pensamiento de los hombres alejándolos de la realidad y de su verdadera esencia. Solo con el conocimiento de nuestras tradiciones de lucha y del sacrificio demostrado por los americanos a través del tiempo seremos capaces de reconocer el valor incalculable de nuestro continente.
Para el Maestro, la política es una zona de la cultura y fructifica cuando se afinca en las raíces con vocación universal. "La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra (…) Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas".
Para él toda política que forje y despliegue humanidad resulta verdadera, buena y bella; y adquiere valor y vigencia social, porque es legítima y en su concepción sólo eso fructifica, lo demás carece de permanencia, es efímero; no figura en el cuerpo de la cultura, no trasciende en el tiempo.
Afincarse en lo autóctono con fuerza y energías creadoras, teniendo conciencia de nuestro ser esencial, no implica dar la espalda a la obra que enriquece y abre camino también a lo propio. Insertar lo particular-propio, nacido de nuestras entrañas en el concierto universal es impregnar las raíces y afirmarse a sí mismo. Nacionalismo en defensa de la propia personalidad resulta vacío si carece de una vocación de universalidad, acorde con el tiempo moderno, en función de su superación para bien del hombre y los pueblos.
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