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Bioetica. Con el avance de la globalización


Enviado por   •  26 de Septiembre de 2015  •  Apuntes  •  1.313 Palabras (6 Páginas)  •  143 Visitas

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Con el avance de la globalización, que se realiza gracias a la tecno ciencia, al inmenso poder de los medios masivos de comunicación social, y al empuje arrollador de la economía, el mundo se va dividiendo entre los que están dentro y fuera de la tecno ciencia. Los de dentro gozan de sus beneficios y consideran la tecno ciencia como algo connatural a su vida, pues las nuevas generaciones nacen en ella y son educadas para ella, en términos de saber-hacer, de competencias tecno científicas para mantener activo el sistema socio-económico neoliberal. Los de fuera quedan a merced de los primeros, en condiciones inferiores de sumisión y servidumbre. Si quieren ser incluidos plenamente, pagarán con la pérdida de sus formas habituales de vida, modificando las estructuras éticas de sus propias culturas. Los valores fundamentales de la ética técnica son la eficiencia y la productividad, los mismos que acreditan a la tecno ciencia. En torno a ellos se educa al homo Faber de la tecno ciencia, para que sea competente, más aún competitivo, pues tiene que enfrentarse contra otros, en una carrera fatigante y sin parar. Las personas no competentes o que dejen de serlo, quedan por fuera del mercado laboral, por ineficientes e improductivas. De allí la necesidad de escalar en postgrados universitarios y educación continua. En la sociedad contemporánea se trabaja con altos niveles de estrés. El descanso y la recreación, con apariencias de ocio placentero, están calculadamente orientados para hacer soportable el exceso de trabajo, a re-crear las fuerzas humanas y realimentar el sistema productivo, convertido en fin en sí mismo por el neoliberalismo capitalista. El hombre vive, entonces, para trabajar; y no trabaja para vivir. Esta ética técnica, jalonada por la economía de mercado mundial, contradice el precioso legado kantiano de dignidad humana, pues convierte al hombre en medio y no en fin en sí mismo. La identidad individual cultural se desdibuja, pues en las sociedades altamente industrializadas y globalizadas, la ética técnica tiende a uniformar a la colectividad, haciéndole perder a cada uno de sus miembros los ancestros culturales multidimensionales que dotan a la vida humana de sentido y significado. La cultura es la red invisible de valores morales, históricamente construidos por una comunidad, con los cuales dicha comunidad se dota de identidad y se apropia de sentido existencial. “El hombre vive una vida verdaderamente humana gracias a la cultura…el hombre no puede pensarse sin cultura”. Juan Pablo II, (1980): 18. El ser humano es constructor social de cultura, y, ésta es, a la vez, constructora del ser humano. Digamos lo anterior de manera más completa: el ser humano es naturaleza devenida en cultura, para desde la cultura ser la conciencia que la naturaleza tiene de sí misma. El desarrollo del conocimiento arrastra consigo riesgos y oportunidades. No hay oportunidades sin riesgos, ni riesgos que no comporten oportunidades. Los riesgos se presentan especialmente en los procesos de intervención intencional de lo conocido, en los que la tecnología entra a ejercer su inmenso poder, tanto para desarrollar novedades prácticas y útiles de bienestar humano, para abrir espacios a nuevos valores morales, como para correr las fronteras del pensamiento científico con mediaciones instrumentales necesarias para su desarrollo. Es decir, de saber-hacer, de destrezas prácticas propias de la tecno ciencia que inexorablemente van regladas por aprendizajes por ensayo y error; aprendizajes que reclaman una lógica y una ética de orden sapiencial para dar coherencia existencial al saber-estar. Esto es: respeto de uno mismo y del otro, reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos, solidaridad y compromiso social con los más pobres, frágiles y vulnerables, y un largo etcétera de virtudes para la convivencia justa y armoniosa del género humano en comunión con el hábitat La tecno ciencia es un saber-hacer que comporta reglas precisas que conforman su propia ética en términos de valores como: la eficiencia, la eficacia, la utilidad, la economía, la practicidad operativa, la rapidez, la funcionalidad, la facilidad del uso, el automatismo, la progresión causal, el cambio continuo, la necesidad de estar al día, de evitar la obsolescencia, la eliminación de obstáculos que impidan la acción, la búsqueda de resultados inmediatos, nuevos manejos del tiempo y del espacio, formas de previsión y de control. Ellul, hablando de la fuerza tecnológica modernizadora de lo social, dice que lo hace porque es portadora de su propia ética que “orienta al hombre a servir a este medio (…) El comportamiento interesante o válido no ha de ser elegido en función de los principios morales, sino en función de unas reglas técnicas precisas (…) El comportamiento válido en el universo técnico se impone a la evidencia y se asiste a una identificación entre la decisión moral personal del bien y el desarrollo material social: hay confusión entre el bien y la felicidad (bienestar)”. (ELLUL, (1983): 14). Al conocimiento operativo del saber-hacer va íntimamente ligado el saber-ser orientado al desarrollo moral humano. Saber-hacer y saber-ser, cuando se entrelazan sapiencialmente, conforman una simbiosis que podríamos nominar positivamente como “autopoiesis cultural” de un saber-convivir en búsqueda de oportunidades de bienestar material-espiritual. Y también saber convivir con la naturaleza, reconociendo y respetando a cada uno de los seres naturales en lo que valen por sí mismos.8 Más allá de la moralidad de los actos individuales o personales, es decir, de aquellos que supuestamente afectan exclusivamente al individuo humano como tal en el ejercicio de su autonomía y que ameritan reflexión ética, las acciones humanas son también sociales. En consecuencia, están regladas por patrones éticos de convivencia que tienen como base la justicia y la equidad, con el propósito de evitar daños y propiciar beneficios individuales y colectivos. Pero, la especie humana no es la única habitante del planeta. Necesariamente tiene que vivir relacionalmente con el entorno natural y con el que ella misma construye para satisfacer sus necesidades reales y presuntas. Lo natural y lo artificial se articulan cada vez más y terminan como un todo liderado por la cultura y exigente de preservación para beneficio de las generaciones futuras. Esta necesaria racionalidad implica un modo ético de pensar y proceder colectivamente. Esto es, una ética global, pensada en términos de Ethos vital, que garantice la sustentabilidad de la vida biológica y social en la Tierra, reglada biopolíticamente por consensos mundiales, pero ejecutada y controlada por procesos de gobernabilidad local en cada una de las regiones con sus culturas y valores particulares. La Bioética es, en este sentido, la ética nueva en construcción que se ocupa de ofrecer instancias hermenéuticas de sabiduría, asequibles a la racionalidad mundial contemporánea que es tecno científica, para la toma de decisiones de macro impacto, ante problemas que afectan el bienestar de todos los habitantes de nuestra casa terrenal. Esta ética reivindica el concepto de preservación y conservación de los bienes colectivos, naturales y artificiales, no sólo por el valor de utilidad económica que ellos tengan para el bienestar del ser humano, sino también por los aspectos éticos y estéticos que ellos contienen en su onticidad entrelazada en redes sistémicas del todo terráqueo. Para concluir, digamos que la Bioética global es muy sensible a los fenómenos sociales y ambientales que hemos descrito anteriormente, puesto que en ellos se concretan la justicia y las condiciones de vida digna para miles de millones de seres humanos. Desde Aristóteles, y los posteriores desarrollos de la ética de las virtudes, la prudencia es la virtud ética por excelencia, la cual conduce a la justicia para la vida feliz en la polis. La justicia es el punto de llegada de todas las demás virtudes. Sin justicia no es posible ser morador de la polis, por consiguiente, el hombre político es el hombre justo en todo su comportamiento ciudadano. Y cuando, con la globalización, tengamos que ser ciudadanos del mundo, la ética que se ocupa del cuidado de la vida justa en todos los sentidos, la Bioética, encontrará en la bio-política un campo inagotable de acción.

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