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Capítulo 5 Algunas teorías éticas tradicionales

exavieo1917Documentos de Investigación25 de Febrero de 2016

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Capítulo 5

Algunas teorías éticas tradicionales[pic 1]

Tomado de:

Weston, Anthony (2001). A 21st Century Ethical Toolbox. New York: Oxford University Press, pp. 83-102.

[p. 83]

Cada familia de valores morales que hemos distinguido es una colección grande y amplia de valores. Cada familia cubre un amplio rango de valores e incluye toda clase de conflictos dentro de ella… Supongamos que existe una manera de sistematizar y aún de unificar, todos los valores dentro de una sola teoría ética, ¿qué pasaría?

     Tales teorías pudieran darnos herramientas nuevas y mejores. Entender cada familia como un todo coherente y conectado nos proporcionaría puntos prácticos de referencia cuando los valores entraran en conflicto, al menos dentro de cada familia. En los conflictos interfamiliares, las teorías contenidas en el fondo pudieran ayudarnos al menos a clarificar lo que realmente está en juego… En este sentido, las teorías éticas se encuentran en el centro de los intereses de los filósofos de la moral. En este capítulo se verán los tres tipos tradicionales de teorías, correspondientes a nuestras tres familias de valores.

UTILITARISMO

Comenzamos con los bienes –probablemente los más familiares y aparentemente los más obvios de las familias de valores.

Dos afirmaciones sobre la felicidad

En sus reflexiones, la mayoría de las personas podrían decir que la última finalidad de la acción humana es la felicidad. Día a día buscamos muchas cosas con base a la felicidad que aquello nos promete. Lo que devaluamos lo hacemos en razón de que impide o va en contra de la felicidad.

[p. 84]

     Si no te gusta la palabra “felicidad” puedes usar otra palabra. Se puede usar “placer”, “satisfacción” o “bienestar”. Como sea que lo llamemos, parece natural concluir que este estado –este estado positivo de la mente- es la única y básica cosa buena… Cuando hablamos de beneficios sociales o reducimos los costos sociales, entendemos que un “beneficio” es lo que sirve para incrementar la felicidad y el bienestar, y un “costo” es lo que disminuye ambos e incrementa el dolor y el sufrimiento o algunas otras experiencias negativas. Por ejemplo, los bienes económicos son productos, servicios o acciones que buscamos porque son beneficios en este sentido.

     Podemos agregar otra afirmación. Si algo es una cosa buena, tener mucho de ello es claramente muy bueno. Si lo bueno de nuestras vidas es fundamentalmente la felicidad, entonces, tener lo mejor de todo debe darnos mayor felicidad. Por lo tanto, deberíamos actuar de acuerdo a lo que produce la mayor felicidad: maximizar la felicidad y minimizar el dolor y el sufrimiento… Sin embargo, esto no significa que serás feliz cada momento de tu vida.

     Por ejemplo, algunas veces, el sufrimiento puede ser algo bueno a largo plazo. Aún las adversidades, ocasionalmente puede producir más placer que dolor. Si vas al dentista  -para nadie una experiencia placentera-, dejarás de sufrir después. Cuando vas al baño sauna, sufres al sudar pero después viene un placer inigualable cuando posteriormente saltas al agua fría. El truco es trabajar justamente en lo adverso para maximizar el placer que viene después.      

Lo bueno como un todo

Hasta aquí nuestra desplegada teoría puede sonar como una forma de egoísmo racional pero existe un tercer paso que es crucial que lo convierte en algo muy diferente.

     Raras veces, nuestra preocupación por la felicidad se detiene en las fronteras de nosotros mismos. Simplemente, es muy difícil estar felices nosotros solos. Nuestras vidas toman su tomo emocional a partir de la gente que nos rodea. Y aún más, de manera natural buscamos el bienestar de los otros que están cerca de nosotros –esposos, hijos, padres, parientes, amigos, amantes, estudiantes y maestros-, todos aquellos que trabajan para y por nosotros. Aquel que conoce el amor, conoce también este hecho tan simple. Muchas veces nos preocupamos por los que están distantes o por aquellos cuya situación o éxito nos inspira.

     Estos son puntos psicológicos y empíricos. Sobre esto, algunos filósofos han propuesto un argumento más conceptual.

[p. 85]

     Recordemos que cuando decimos que la felicidad es algo moralmente bueno, estamos hablando de necesidades –y por extensión, de metas o ayudas finales- de otros y de nosotros mismos. Por lo tanto, cuando reconocemos a la felicidad como la última cosa buena, no estamos diciendo nada acerca de ella. No puedo decir que la felicidad de otros no me importa simplemente porque yo soy yo y ellos son ellos. La felicidad como tal es un bien moralmente bueno donde sea que ocurra –y es bueno en la misma manera y en la misma medida. Nos queda entonces un compromiso moral para la felicidad de todos y para conseguir “el mayor bienestar para el mayor número de personas”. Esta es la teoría moral de los filósofos llamados “utilitaristas”.

Los fundadores

Los iniciadores del utilitarismo como una moderna teoría de la ética fueron dos pensadores ingleses: Jeremy Bentham (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873).

     Bentham comenzó como un crítico social, preocupado por una legislación más ilustrada, y durante toda su vida se opuso al severo código penal británico de ese tiempo. Fue él quien popularizó el primer principio del utilitarismo, el cual decía: Buscar el mayor bien para el mayor número de personas, al cual denominó el “Principio de Utilidad”.

     Para Bentham, lo “bueno” significaba placer. Además, creía que los placeres podían cuantificarse, inclusive trató de implementar un criterio para confrontar los placeres unos con otros y establecer así una jerarquía. De hecho, Bentham creía un algún día él podría resolver los problemas morales por medio de una calculadora, descubriendo las cantidades de placer que cada bien contenía.

     Mill por su parte, heredó el proyecto utilitarista de Bentham y de su padre, James Mill pero le dio sus propias características y desarrollos, pero respetando los puntos principales…

[p. 88]

El Utilitarismo en la práctica

La gran fuerza del utilitarismo reside en que enfoca su atención en lo que es bueno o malo para las personas –específicamente las consecuencias para la felicidad- en lugar de centrarse en las reglas abstractas que se utilizan para definir lo que es la moral. Este utilitarismo se veía solamente como un sentido común sistematizado: Hacer lo que tiene los mejores efectos.

     Por ejemplo, seguimos debatiendo sobre el suicidio asistido, sobre si los médicos deberían permitir o ayudar a las personas con enfermedades terminales que han escogido morir. Los utilitaristas decidirían este asunto al observar los efectos de la felicidad de la sociedad como un todo. Si el suicidio asistido promueve el bien social, entonces debería permitirse. Si no lo hace, no debe permitirse. Ellos podrían preguntar qué es más relevante.

     Esto parece una cuestión empírica. De hecho, quizá podamos resolverla. Los beneficios del suicidio asistido se ven muy concretos: el alivio al sufrimiento, específicamente a las personas muertas, quienes están con grandes dolores físicos y algunas veces, dolores emocionales también e incapaces de liberarse del sufrimiento por sí mismos. El alivio sería también para sus familias quienes también sufren, emocional y financieramente cuando la muerte se prolonga por mucho tiempo. Por el contrario, los costos son mucho más indefinidos y no necesariamente tienen efecto sobre la felicidad. Algunas personas pueden sentirse presionadas al seleccionar el suicidio asistido y de alguna manera pudieran llegar a “devaluar la vida”. Sin embargo, al poner los beneficios claros en la balanza, muchos utilitaristas tenderán a pensar que esos costos, tal como lo son, serán superados.

     Igualmente, los utilitaristas que se oponen al suicidio asistido argumentan sobre los probables costos sociales: que pudiera convertirse en una “bola de nieve” sobre otras clases menos voluntarias de “asistencia”; que la muerte se vería como menos mala y así sucesivamente.

 [p. 89]

LAS TEORÍAS DE LA ACCIÓN CORRECTA

Nuestra segunda familia de valores son los derechos,  y no solamente nos referimos al “derecho a la libertad de expresión”, sino también a la justicia, la imparcialidad y así sucesivamente. Es decir, nos referimos a todos los derechos que respetan la dignidad y la igualdad de valor de cada persona.

     Podemos estar de acuerdo en que en la práctica ciertas cosas son “derechos”. Pero si nos vamos más profundo, podemos cuestionar ¿qué es lo que hace que los actos sean correctos (o equivocados)? ¿Por qué ser honestos? ¿Por qué tratar a otros con justicia?

     Algunas veces es difícil encontrar las palabras para responder. Algunas veces nos quedamos mudos al tener que explicar nuestro sentido sobre lo que es correcto. De hecho, por esa razón nos vemos tentados a regresar al utilitarismo y solamente decir que es un acto es correcto si maximiza la felicidad. Sin embargo, las teorías tradicionales (no utilitaristas) de la acción correcta entienden lo que es correcto independientemente de la utilidad social. De acuerdo a estas teorías, la ética comienza en un lugar muy diferente.

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