ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Conclusión General


Enviado por   •  14 de Junio de 2015  •  2.323 Palabras (10 Páginas)  •  195 Visitas

Página 1 de 10

INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACIÓN DOCENTE Y TÉCNICA N° 56

Carrera: Profesorado de Tercer Ciclo de EGB III y Polimodal en Matemática.

Materia: Espacio de la Práctica II.

Curso: 2° Año.

Docente: Lic. Susana Boaglio.

Tema del trabajo: Conclusión General.

Alumno: Velazquez, Diego

Ciclo lectivo: 2010.

CONCLUSIÓN ANUAL DEL ESPACIO DE LA PRÁCTICA DOCENTE II

A modo de introducción

Al comienzo del curso de la asignatura abordamos el problema de la educación actual. El tópico central de la cuestión no tardó en ponerse de manifiesto: el modelo educativo vigente se está volviendo cada vez más obsoleto y retrógrado. De ahí surgió el gran interrogante: con qué reemplazarlo. Recorriendo la literatura que analiza la crisis educacional de nuestra época, desde los estudios de nuestros intelectuales más críticos, pasando por reseñas de índole sociológica o más estrictamente pedagógica, hasta los diseños curriculares entre otras disposiciones legales, uno de los puntos que se repite casi sin excepción es el tema de la inclusión. Cómo es que la educación masiva y gratuita que hasta hace muy poco era un emblema indiscutido de ascenso social hoy no puede adjudicarse ese lugar con la misma facilidad que antes. Cómo es que, a pesar de vivir nosotros en un país con un porcentaje alto de alfabetización y mayor tasa de diplomados en la escuela media que en otras décadas, esto no ha logrado elevar la calidad de vida de la población que tanto ha creído en la educación como la vía más excelente para conseguir una posición socioeconómica más llevadera. Por el contrario, las últimas décadas dejan ver más bien el proceso contrario. La pauperización ha llegado no sólo a los sectores excluidos del sistema educativo sino también a muchos de quienes atravesaron con éxito la escolaridad primaria, secundaria y hasta superior.

Nuestro punto de apoyo, en un principio, fue la Escuela nro. 24, arquetípica institución en la que pueden verse de manera nítida la mayoría de las dolencias de la educación argentina actual; más aún, en los barrios populares del conurbano. Una observación detenida sobre los alumnos del instituto constituyó un tímido pero importante punto de partida para sumergirnos en el problema. Los que conocimos otra escuela (aunque en su tramo final) no pudimos negar la evidencia: las cosas ya no son iguales.

Incluir en un orden social basado en la exclusión. Remar con raquetas.

Hace menos de dos décadas, a los estudiantes secundarios se nos propinaban discursos tales como “hoy en día, si no terminan la secundaria no van a poder hacer nada. Hasta para trabajar de basurero se necesita el diploma”. En efecto, muchísimos de esos sermones eran verosímiles. Bastaba con pegar un vistazo a la estructura social de la época para poder apreciar las ventajas de estar educados. Hijos de profesionales o trabajadores calificados gracias a la educación mezclados con hijos de obreros no calificados ponían de manifiesto en sus relaciones la formidable herramienta que representaba una formación escolar completa. Ante la innegable realidad, tanto los padres cultos como escasamente educados sintieron un compromiso poco menos que religioso para con la educación de sus hijos. Los unos para reproducirse, los otros para ser superados y no ver en sus hijos las dolencias que a ellos les habían significado un paso no glorioso por la escuela. Pocos dudaban de este paradigma. Pero también fueron pocos los que, mediando la década de los 90´, supieron prever el cambio que se avecinaba. Desde la mitad de aquella década hasta hoy, terminar la secundaria y encontrar un trabajo dejaron de ser dos hechos naturalmente consecutivos. El desempleo llegó, en muy pocos años, a un nivel extravagante. El diploma de la secundaria resultó no ser lo que nos habían prometido. Y los problemas no terminaban ahí. La calidad educativa en su mayor parte cayó en picada, hasta ponerse en crisis la educación pública entera. Golpe del que aún hoy no se recuperó. Como consecuencia, la educación perdió gran parte de su atractivo, de su imagen de “oasis” social. No quiero decir con esto que la no-educación ganase reputación. Sino que, desde entonces y hasta hoy, la educación es apetecible más para contar con algo que ayude a escapar del espanto de la indigencia que como una garantía contra la pobreza. Las jóvenes generaciones de la década del 2000 crecieron y cursaron sus estudios en el devaluado sistema muy concientes del nuevo significado de conseguir su título.

Mirando este momento de quiebre, uno se ve tentado a reflexionar acerca del papel que juega el factor competencia en determinado orden social. El discurso hegemónico ha vindicado a la competencia como un mecanismo saludable para cualquier sociedad. La competencia estimula al esfuerzo multitudinario y a la consecuente superación conjunta de cara a la consecución de numerosos objetivos. Lo que dicho discurso no se detiene a observar es la doble cara que supone tal mecanismo. En la competencia hay quienes se perfeccionan, pero también hay quienes pierden la competencia. Trataré de ilustrar con un ejemplo. Una carrera de velocidad es una competencia. Se le puede decir a todos los participantes “si entrenás, ganás”. Esto no parece faltar a la lógica. Pero si quienes compiten son una multitud, y sólo hay tres podios; la cosa requiere una mirada un tanto más detenida. El consejo tiene elocuencia para un corredor que percibe estáticas las condiciones de su entorno. Sin embargo, si todos los corredores siguen ese consejo, casi todos habrán escuchado una mentira. No ganarán todos. Las sociedades competitivas han logrado durante mucho tiempo arraigar una ilusión: “estás corriendo contra palos caídos”. ¿Y en dónde radicaría el éxito de esta consigna? Sin pretensión de entrar en un análisis profundo, me atrevo a señalar dos ideas. Una es la vanidad. Los competidores con el ego engrandecido ven más cerca su podio. Otra es la relación entre la cantidad de podios y la cantidad de corredores.

Volviendo un poco hacia la educación, el tema que me atañe, he señalado un punto de ruptura en lo que considero una ilusión. Durante muchas décadas en Argentina hubo “pleno empleo”, lo que algunos intelectuales llamaron la época de “la gran vinculación”. No es que no hubiera exclusión. Había menos. Pero

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (14.1 Kb)  
Leer 9 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com