Consecuencias en personas mayores derivadas de las medidas adoptadas por la dirección de un centro residencial frente al Covid-19
Carol2504Documentos de Investigación11 de Diciembre de 2020
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Consecuencias físicas, cognitivas y funcionales en personas mayores, a consecuencia de las medidas adoptadas por la dirección en un centro residencial de la provincia de Burgos
AUTOR: Carolina Encinas de Diego
FECHA: Martes, 11 de agosto de 2020
RESUMEN
A consecuencia de la pandemia provocada por el virus SARS-Cov-19, se ha declarado una emergencia sanitaria global que ha desencadenado en que, cada país, desarrolle acciones para intentar frenar la propagación de dicha enfermedad. Por su parte, las residencias de personas mayores se han visto afectadas en primera persona ya que eran uno de los mayores focos de riesgo de infección porque albergan personas vulnerables y frágiles. Es por ello que las funciones de los directores de dichos centros han sufrido un gran cambio, pasando de centrarse en el ámbito económico y estructural de la organización, a ser una figura más social y sanitaria, teniendo que implicarse directamente en la adopción de medidas de contención del virus.
En este proyecto de investigación se pretende estudiar cómo se han visto afectadas las capacidades cognitiva, física y funcional de los residentes, por las medidas adoptadas por los directores, en una residencia de personas mayores de la ciudad de Aranda de Duero (Burgos).
1. OBJETO
Con el paso de los años va aumentando la población que alcanza la vejez. Según Alberca Serrano y López Pousa (1) esto es debido a “la disminución de la mortalidad, el control de la natalidad y la creciente esperanza de vida”. Por su parte Kinsella y He, citados por Navarro-González, Sanjuán Gómez y Abarca Franco (2) mencionan que “si en 2008 ya había 506 millones de personas en el mundo mayores de 65 años, esta cifra se incrementará hasta los 1,4 billones para el año 2040”. Greenberg, citado por Navarro-González et al (2) afirma que “se prevé que para el año 2020 el número de personas mayores de 65 años en Europa y Estados Unidos sea del 20% de la población”.
De forma paralela a este fenómeno también aumenta el número de personas que son ingresadas en centros especializados como son las residencias de personas mayores. El Instituto Nacional de Estadística (INE) (3) aporta datos de los censos de población y viviendas del año 2011 por los que se conoce que “la población de España que reside en viviendas colectivas alcanza las 444.101 personas” y esta cifra “supone un incremento del 90,3% respecto a la contabilizada en 2001”; siendo el 60,9% de ese total el porcentaje referido a personas mayores que viven en residencias.
Las residencias de personas mayores son definidas por el Observatorio Cualitativo de Residencias para Personas Mayores (4) como “un centro social o sociosanitario para las personas mayores a quienes ofrece atención integral y servicios continuados”. Dichos servicios pueden ser “de carácter personal, social y sanitario, en función de la situación de dependencia y de las necesidades específicas de apoyo”. La Diputación de Barcelona (5) hace una distinción entre dos tipos de servicios: los hogares residencia, que los define como “centros destinados a personas mayores con una autonomía suficiente para la realización de las actividades de la vida diaria que, pese a esto, necesitan cierto apoyo personal y de organización” y las residencias asistidas que “son centros dirigidos a personas que necesitan una asistencia integral para realizar las actividades de la vida diaria”. Sin embargo, en nuestro país, la mayoría de los centros integran ambos tipos en cada institución, acogiendo así tanto a personas con mucha dependencia como a independientes que lo deseen, aunque, según el Observatorio Cualitativo de Residencias para Personas Mayores (4) “prevalecen como usuarios una mayoría de personas en situación de dependencia”.
El objetivo de los servicios de atención residencial para personas mayores en España, según Vidal Domínguez et al (6) “es la consecución de una mejor calidad de vida y la promoción de su autonomía personal, proponiéndose programas y actividades de intervención que den respuesta a las necesidades específicas de sus usuarios”. Por su parte, el Observatorio Cualitativo de Residencias para Personas Mayores (4) indica que tienen como misión “facilitar y favorecer los cuidados necesarios y proporcionar un entorno humano que propicie su calidad de vida”; por lo que “es preciso desarrollar una atención integral que incluya cuidados asistenciales y de rehabilitación, acompañamientos, servicios profesionales y ambientes relacionales” para promover la “autonomía personal, la autoayuda y el apoyo mutuo, así como la colaboración y la participación de las familias”.
En base a la misión que tienen dichos centros, según el Observatorio Cualitativo de Residencias para Personas Mayores (4) “la organización de las residencias ha de ser concebida para cumplir los fines y objetivos que para estos centros se han determinado”, dividiéndose así las residencias por áreas funcionales: “dirección y administración, atención social y psicosocial, atención a la salud y servicios generales”. En las residencias, “el director es el máximo responsable del funcionamiento del centro” integrando “asuntos de dirección y gestión, administración, planificación, organización, coordinación y evaluación de servicios”.
Sin embargo, las funciones de la dirección se han visto modificadas a raíz de la propagación de una pandemia a nivel mundial.
Esta nueva pandemia surge según Aragón-Nogales, Vargas-Almanza y Miranda-Novales (7) “a finales de diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, China” tras la realización de un cultivo viral en tres pacientes con síntomas gracias al cual identificaron al virus que se nombró de forma provisional “nuevo coronavirus 2019 (nCoV-2019)”. Tras la propagación del virus por países como China, Tailandia y Estados Unidos, la Organización Mundial de la Salud (OMS), “el 30 de enero, declaró a la infección por nCoV-2019 una emergencia internacional de salud pública”. “El 11 de febrero el nombre de la enfermedad cambió oficialmente a COVID-19 (coronavirus disease)” y “el nombre del virus, posterior al análisis genómico de las secuencias, es SARS-CoV-2”. La importancia de esta pandemia radica en que “el espectro clínico en los pacientes infectados por SARS-CoV-2 es amplio, incluye desde casos asintomáticos hasta neumonías graves e incluso la muerte”. “El mecanismo de transmisión es mediante gotas respiratorias y contacto cercano”, provoca como síntomas principales “fiebre, tos seca, disnea, mialgias y fatiga, menos frecuente confusión, cefalea, dolor faríngeo, rinorrea, dolor abdominal, diarrea, náuseas y vómitos” y “el periodo de incubación varía de dos a 21 días, con mayor frecuencia entre tres y siete días”. El grupo de riesgo de complicaciones por la infección de SARS-CoV-2 es de “pacientes de mayor edad y quienes presentan comorbilidad”.
Wang et al citado por Nikolich-Zugich, S. Knox, Tafich Rios, Natt, Bhattacharya, J. Fain (8) indica que “los adultos mayores son más susceptibles al COVID-19 y tienen un riesgo significativamente elevado de morbilidad y mortalidad” debido a que, según Picardo García (9) “las personas con enfermedades crónicas tienen mayor riesgo de experimentar la infección por COVID-19 en su forma más severa”. Además, “los adultos mayores que viven en instalaciones para personas de la tercera edad tienen mayor riesgo debido a la cantidad de enfermedades crónicas y al impacto de la vivienda colectiva”.
Por su parte Rodríguez Cabrero (10) matiza que “desde el 8 de marzo al 27 de abril de 2020 los fallecidos por causa del coronavirus en España ascienden a 23521 personas” aunque falta población por contabilizar. “De este total, 15886 son personas que vivían en residencias de mayores y personas con discapacidad, es decir, el 67% de los fallecidos, en su inmensa mayoría personas mayores ancianas”.
El Observatorio Cualitativo de Residencias para Personas Mayores (4) explica que “la residencia es un lugar de alojamiento que facilita un espacio de convivencia y propicia el desarrollo de las relaciones personales”. Sin embargo, según Picardo García (9) “el COVID-19 puede propagarse rápidamente en las residencias de mayores” debido en gran parte a esa convivencia.
Pese a que las funciones habituales de los directores de los centros residenciales para personas mayores se han centrado siempre en organizar los recursos de los que el centro dispone, minimizando costes y maximizando resultados, para conseguir la mayor eficacia y eficiencia posible; en la actualidad han cambiado. Los directores de las residencias de mayores han tenido que aplicar y dirigir medidas para evitar la introducción y propagación del COVID-19. Entre estas medidas se encuentran, según Picardo García (9), la “detección de síntomas” en el personal o los residentes, la “restricción para visitantes y personal no esencial”, implementar “distanciamiento social, incluida la restricción del movimiento de residentes y las actividades de grupo”, “considerar el efecto que las medidas pueden tener sobre la salud mental de los residentes, buscando alternativas viables para mantener el bienestar emocional”, “la desinfección de los dispositivos compartidos tras su uso, así como enfatizar en la limpieza minuciosa y desinfección personal y del entorno”, “capacitación del personal en el control de infecciones y el uso de EPI” y “considerar las pautas que las autoridades sanitarias establecen en las que se desarrolla y detallan las medidas”.
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