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Cueva Del Humo Armenia


Enviado por   •  12 de Octubre de 2013  •  1.693 Palabras (7 Páginas)  •  430 Visitas

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Valeria Morales Rivera

Prensa ll

Reportaje

LOS HIJOS DE NADIE

La realidad de una sociedad

Al final de la antigua estación del ferrocarril, detrás de bodegas de arte, detrás de las oficinas de transito, detrás de un lugar valioso por su historia y por lo que guarda en el interior de las bodegas, queda Cueva del Humo, la otra cara de la moneda, un barrio temido por los habitantes de Armenia, un barrio de difícil acceso, que si ya de día es peligroso entrar, en la noche es imposible. Cueva del Humos más que un barrio o una invasión, una olla.

Su nombre, no hace referencia al gran consumo de marihuana como muchos dicen, su nombre hace referencia al año 1920, cuando el ferrocarril funcionaba y pasaba por ahí dejando grandes bocanadas de humo, bocanadas que desde lejos parecían salir de un hueco en la tierra, desde entonces los cuyabros conocen a este sector como ‘La Cueva del Humo’.

Para entrar a la cueva hay que pasar por un camino de pantano que esta detrás de una reja rota que hace un llamado de alerta y da un aspecto tenebroso. La gente de este barrio vive en casas hechas de madera, entre caminos de tierra y maleza, vive entre mosquitos y charcos, entre tiroteos y expendios, entre pequeñas calles de concreto y la basura. Las condiciones de vida en este lugar son precarias, son muy pocas las medidas de salud que se tienen.

Y aunque este barrio es pequeño y tenebroso, como en cualquier otro barrio de la ciudad, hay familias, pero estas, se han visto afectadas y desintegradas por la violencia y la pobreza extrema, la gente anda por ahí con la ropa hecha añicos, rasgada, lleva la cara sucia y las manos con tierra hasta las uñas.

Niñez desprotegida

Ahí están, sentados en un murito al lado de una puerta de madera seca y vieja. Una niña, podría ser cualquiera, su pinta no dice lo contrario, lleva cabello largo, pantalón corto de color rosado, sandalias de plástico azul y una blusa del mismo color, Se levanta y llama a los otros niños para que se reúnan y conversen, Ellos, los otros niños también son normales, niños, eso son, simplemente niños, sus caras podrían reflejar felicidad, pero no, no lo hacen, sólo están sentados serios hablando. Ellos, parecieran ser los culpables.

Ellos, los niños, no son los culpables, ellos, son las victimas de una cultura violenta y poco trabajadora, son victima de una cultura que los obliga a permanecer y mantener el status que tienen. Ellos, los niños de la cueva no son los culpables de las desgracias de sus padres, del maltrato que aquellos recibieron, ni del abandono que debieron aguantar, pero aun así, pagan por esto como si hubieran sido ellos los culpables.

Los pequeños de la cueva quedan huérfanos, las autoridades se llevan a sus padres gibaros, estos niños viven carne propia el hambre, la violencia y el abandono, infinidad de veces se encuentran en la escena donde se desarrolla un asalto o se comete un crimen, presencian y viven la violencia y nadie hace nada para evitarlo, para estos niños la violencia y las drogas son lo normal. A algunos de ellos se les ve caminando con los tarros de pegante en las manos, y no están haciendo el mandado, sus pequeñas bocas llevan el rastro del bóxer.

El abandono y la negligencia de los padres hacia los hijos es extremo, los niños juegan hasta tarde en las calles, sin control, sin quien se preocupe por su comida, su salud, su bienestar, los niños llevan las manos talladas de los cuchillos y pequeñas quemaduras, pues deben pelas las papas para poder comer. Los padres son los encargados de estar en el hogar, pero no de acompañar, estos niños parecieran ser los hijos de nadie, los hijos de la calle.

Estas pequeñas criaturas no conocen más que la violencia y por desgracia imitan los comportamientos de los adultos adoptando la violencia como fundamento de vida y la agresividad para contrarrestar la inseguridad en sí mismos, en el entorno, y en la sociedad que los margina y los hace a un lado.

La única alternativa que les queda a estos pequeños es convertirse en malos, para poder hacerse fuertes y luchar en contra del mundo, ellos creen que sacando pecho y no dejándose de nadie están haciendo de buenos, están como -las bestias, tratando de sobrevivir-

Al ser la guerra uno de los juegos más deseados por estos niños queda claro que tratarse de hijueputa y de pirobo es lo normal, queda más que claro que la violencia es más que solo violencia, es una forma de expresión, de sacar complejos, traumas y perjuicios.

María Eugenia Beltrán, psicóloga, especializada en niños opina que este ambiente tan violento puede afectar todas las etapas del crecimiento de los niños, puede afectarlos física, mental y emocionalmente, crecer ignorados, maltratados y rechazados por la sociedad los marca profundamente y al crecer estas marcas permanecen.

Además, como si fuera poco todo lo que viven estos niños, deben vivir aislados de la ciudad, de lo que allí se vive, creen que la única realidad es la que viven en el lugar donde habitan y los lugares aledaños. La retirada social en la que viven estos niños puede causar trastornos, como ansiedad social, depresión mayor, trastorno de personalidad de evitación, trastorno esquizofrénico de la personalidad y sobre todo, fobia social, que consiste en el miedo a hacer o decir algo que puede desencadenar la humillación por parte de los demás y hacerles sentir avergonzados.

El ser humano es un ser social y para desarrollarse necesita interactuar con otras personas, que lo llenen de conocimientos y experiencias, necesita conocer realidades diferentes a la propia, crecer con y a través de otros. Por eso el aislamiento puede resultar perjudicial para la salud, especialmente en las fases de crecimiento.

Y aunque la retirada social no constituye un trastorno en sí mismo, en el caso de estos niños, se puede producir una tendencia a evitar las relaciones sociales para evitar el rechazo por parte de los demás y causar un aislamiento permanente.

María Eugenia considera que una buena manera de contrarrestar los efectos negativos del ambiente, es que en las escuelas no se les juzgue, si no que por el contrario se les apoye y ayude, para que ellos encuentren allí su lugar seguro, y que allí se les fomenten los valores de respeto y disciplina, además que se les refuerce la imagen de la autoridad, ya que en la mayoría de hogares de violentos esta imagen se pierde y no se reconoce, y si no se les inculca que las acciones tienen consecuencias al crecer van a ir como dicen por ahí -sin Dios y sin ley-.

Los infantes al no conocer otros entornos, ni contextos creen que al crecer deben seguir allí y no dejar tirado el legado de sus padres, Laura de 11 años, considera que un barrio donde se han hecho operativos por parte del ejercito para acabar con los expendios, un barrio donde después de las 9 de la noche ni la policía se atreve a entrar y donde se han encontrados mujeres violadas y torturadas no es peligroso, ella considera a la cueva como su lugar seguro -Cuando crezca no quiero irme de aquí, los otros barrios son muy peligrosos- .

Los niños y las niñas más grandecitos de la cueva estudian en la escuela de La Antonia y sólo algunos de los más pequeños van a un hogar del ICBF que queda en Montevideo central, -De la cueva, este año solo tengo 3 niños- Dijo Sonia Ospina, la profesora del hogar del Bienestar, además agregó que -Esos pocos niños de la cueva, son violentos y agresivos, son hijos de gibaros, son niños que proceden de hogares inestables-

Mientras unos pocos van a la escuela o a la guardería y allí se enfrentan a sus profesores, golpean a sus compañeros, con la idea de ser el centro de atención, los otros están en la calle todo el día matando el tiempo o ayudando a sus padres en las labores que estos desempeñan, no disfrutan como deberían de la etapa que viven y como si no fuera poco estos niños también deben vivir escenas poco gratas que dejan marcas difíciles de borrar, heridas en el alma profundas, que tienen una cura lenta y tortuosa, En ocasiones para que los niños puedan superar estos eventos, salir al mundo y ser personas de bien necesitan ayuda profesional, necesitan de alguien les de una mano, que les brinde el cariño que les falta y los haga sentir seguros de sí mismo, es un proceso largo y difícil, pero que algunos han podido superar.

Cuando grande yo quiero ser profesora, a las profesoras al menos les dan para que compren desayuno-, A sus cortos 7 años, Narly, sólo quiere tener un oficio que le permita comer, tener desayuno, otras niñas de la cueva quieren ser enfermeras, pero ven estas opciones lejos de su realidad, ellas son consientes de que no tienen los recursos suficientes para ingresar a una universidad y costear todo lo que esta implica.

Lo más seguro es que los niños y niñas de este barrio tomen malos caminos y opten por el narcotráfico o la prostitución, optaran por la opción de la vida fácil, ellos no van a querer limpiar un vidrio, robar o mendigar en las calles cuando podrían manejar un Audi y vivir en el norte de la ciudad.

Colombia aun no tiene la estructura institucional apropiada para brindarle ayuda constante a estas familias, a estos padres, a estos niños y el poco acompañamiento de las entidades del gobierno es más que evidente. Por eso las organizaciones, las iglesias, y la sociedad deben ayudar y contribuir con la salvación de estos niños, que no sólo son obligación del gobierno, si no también de todos. Si se espera que haya paz y que no haya narcotráfico se debe trabajar con estas pequeñas comunidades que son fuertemente golpeadas por la violencia y el abandono social.

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