DERECHOS DEL HOMBRE
OMARSITO13 de Febrero de 2012
6.458 Palabras (26 Páginas)921 Visitas
DERECHOS DEL HOMBRE. ESTUDIO GENERAL.
Los principios del Derecho natural conocidos como d. del h. son la consecuencia directa e ineludible de una concepción humanista de las instituciones sociales y jurídicas, así como de la cultura en general; y son también los corolarios de la idea de la dignidad de la persona humana (v. PERSONA).
l. Jerarquía de valores. El problema principal para la filosofía política y para la estimativa jurídica es aclarar la jerarquía entre los valores que deban ser tomados en cuenta para la elaboración del Derecho justo. Y, dentro de este problema general, la cuestión más importante es la de cuál sea el valor de la personalidad individual en relación con los demás valores que también deben ser considerados por el Derecho.
Se trata de saber cuál deba ser el supremo principio ideal orientador del Derecho (y, por consiguiente, el supremo fin del Estado). Se trata de saber si el Derecho tiene tan sólo sentido y justificación en la medida en que representa un medio para cumplir los valores que pueden realizarse en la persona individual, que es la única genuina que existe, y que tiene una misión ética trascendente. O si, por el contrario, el Derecho (y el Estado) serían un fin en sí, independientemente de los hombres reales individuales de carne y hueso (y con alma propia y exclusiva cada uno), los cuales funcionarían tan sólo como meros medios o instrumentos para la realización de ese fin transpersonal, que encarnaría en el Estado.
Esta cuestión se inserta en otra de mayor volumen y alcance: la de la valoración de la cultura y de la sociedad en relación con el hombre (se entiende, con el único hombre que conocemos, que es el ser humano individual). Según el personalismo o humanismo, la cultura y las instituciones colectivas deben converger hacia el hombre y tomarle como substrato, pues sólo así tienen sentido y estarán justificadas; deben convertirse en condiciones o medios para que el hombre se eleve a los valores morales; deben estar al servicio del hombre. Según el transpersonalismo o totalismo, por el contrario, el hombre sería un mero instrumento para que se produjesen obras de cultura con substrato objetivo (ciencia, arte, técnica, etc.) o para el engrandecimiento del Estado, de modo que, así, los hombres quedarían degradados a pura masa o pasta al servicio de unas supuestas funciones objetivas que se realizarían en el poder, en la gloria estatal, en la raza, en la cultura, es decir, en magnitudes transpersonales (v. PERSONALISMO; HUMANISMO).
Según el personalismo o humanismo, el Estado (y, por consiguiente, el Derecho) tendrá sentido sólo como un medio puesto al servicio de la persona humana (de las personas humanas individuales, que son las únicas auténticas, las únicas reales), como un instrumento para la realización de los fines de éstas. Lo cual podría expresarse, parafraseando unas palabras bíblicas relativas al Sábado: «el Estado por causa del hombre fue hecho y no viceversa». No es que la tesis personalista niegue que en la cultura, en el Derecho y en las instituciones sociales encarnen valores muy importantes; sino que lo que sostiene sencillamente es que esos valores que plasman en la cultura y las instituciones sociales (incluyendo al Estado), aun siendo muy altos, son inferiores a los que se realizan en la conciencia individual (los valores éticos y religiosos).
Por el contrario, el transpersonalismo o antihumanismo afirma que en el hombre encarnan valores tan sólo en cuanto es parte del Estado o es vehículo de los productos objetivados de la cultura; es decir, el hombre individual como tal carece de una dignidad propia, y tan sólo se considera valorativamente cuando sirve de modo efectivo a unos fines transpersonales del Estado (gloria, poder, conquista, etc.) o de las obras objetivadas de la cultura.
El personalismo ha sido y es la base de la civilización cristiana. Cuando se habla de civilización cristiana no se trata de mezclar la religión con la filosofía, ni de referirse al cristianismo solamente como fe religiosa; antes bien, se apunta sobre todo a las repercusiones profundas que el cristianismo produjo en todos los sectores de la vida.
Según el dominico Ducatillon, y también de acuerdo con Maritain, las notas de una civilización cristiana son: 1) superioridad de la persona individual sobre el grupo; 2) igualdad fundamental de todos los hombres; y 3) fraternidad. El concepto cristiano del bien común (v.) no se refiere al grupo, en tanto tal, sino al bien personal de cada uno y de todos los seres humanos. Claro es que la civilización y la cultura occidentales constan de muchos otros ingredientes, entre los que figuran también otras raíces humanistas o personalistas (V. CIVILIZACIÓN Y CULTURA). Sobre la base y dentro del marco de la civilización cristiana, se han producido variadas floraciones humanistas o personalistas.
Recordemos la luminosa afirmación en el Evangelio de que el negocio más importante que tiene el hombre en su vida es el de su propia salvación. Ahora bien, la salvación es siempre individual, aunque la misma pueda ser favorecida y ayudada por instituciones colectivas, primordialmente por la Iglesia. En todo caso, la concepción humanista o personalista implica el reconocimiento de que en la jerarquía de los valores, que pueden y deben ser realizados por el hombre, los valores individuales, esto es, los que se realizan en la persona y por la persona, tienen siempre un rango más alto que los que fincan en las instituciones sociales. Esto no significa de ninguna manera desconocer la gran importancia que tienen los valores realizados en las instituciones sociales. Significa tan sólo, que aun rindiendo el debido homenaje a los bienes que encarnan en las instituciones, tales bienes tienen una función instrumental de servicios o de condición para el cumplimiento de los valores más altos, que son aquellos que se realizan en el individuo. O con otras palabras: en la jerarquía de los valores que pueden ser realizados por el hombre, los más altos son los religiosos y los estrictamente morales. En apoyo del humanismo o personalismo, además de argumentos religiosos decisivos, tal y como se ha señalado ya, cabe aportar una estricta fundamentación filosófica de esta tesis.
Se debe tener siempre presente que la vida humana auténtica o genuina, propiamente tal, es siempre la del individuo. La sociedad no es un ente con realidad substante, con existencia independiente de los individuos que la componen. Las únicas realidades substantes son los hombres que integran la sociedad. El gran error cometido por el transpersonalismo es que no se da cuenta de que la colectividad no tiene una realidad substante, de que no tiene un ser por sí y para sí, independiente del ser de los individuos que la componen. Por eso, la colectividad debe respetar al individuo, en el modo de ser peculiar de éste, en los valores propios que le están destinados, y reconocer su autonomía. El individuo no es pura y simplemente una parte del todo. Aunque sea, desde luego, necesariamente miembro de la sociedad, es al mismo tiempo superior a ella; porque es persona en el plenario y auténtico sentido de esta idea, lo que jamás podrá ser la sociedad. La colectividad carecería de sentido, si no se afirmase como un medio para los individuos.
La cultura, como intención de acercarse a los valores de bondad, justicia, verdad, belleza, utilidad, poder, etc., tiene sentido tan sólo para aquel que no los posee de modo plenario- y que, sin embargo, siente la urgencia de esforzarse por su conquista. Por eso, la cultura no tiene sentido para la naturaleza inconsciente; ni para los animales, que no saben, pero no tienen conciencia de su ignorancia; ni lo tiene tampoco para Dios, que es por esencia Sabiduría y Verdad absolutas, Bien total, justicia suprema, Belleza íntegra, Poder infinito. ¿Para qué necesitaría Dios de la ciencia, si lo sabe todo en perenne actualidad; y de la moral, si Él es Bien puro; y del arte, si es Hermosura perfecta; 'y de la técnica, si es Omnipotente? Pero, en cambio, la cultura nos parece henchida de sentido, en tanto en cuanto la miramos como obra y función humana. Porque el hombre no sabe, pero necesita conocer; por eso construye la ciencia. Porque el hombre, que no alberga en sí la belleza pura, desea, sin embargo, emparentar con ella; por eso crea el arte. Porque la sociedad requiere ser organizada según la justicia; por eso elabora el Derecho. Porque el hombre es desvalido, pero experimenta la urgencia de aprovechar y dominar los elementos que le circundan; por eso produce la técnica; etc. Así, pues, el hombre es el centro nato de la cultura y su punto de gravitación final. Y como los valores supremos que a él pueden referirse con los religiosos y los éticos, de aquí que la idea de la dignidad personal debe reinar siempre sobre todas sus demás tareas.
La sociedad humana está constituida por personas conscientes y libres. Por tanto, ningún todo puede superar a esas partes, que conservan cada una su autonomía. La sociedad humana no es un ser por encima de las personas, sino las personas mismas amándose, luchando, conviviendo entre sí. ¡Nada hay más encumbrado que la persona humana! ¡Sólo Dios, que también es personal! La afirmación vigorosa del sentido humanista no implica de ninguna manera un individualismo desenfrenado. El reconocer que los valores realizados en el individuo son siempre de rango superior a aquellos que se cumplen en las instituciones sociales, y en los bienes cristalizados de la cultura objetivada, no implica en modo alguno la imposibilidad de reconocer, al mismo tiempo, que los intereses egoístas del individuo deben ceder el paso a
...