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Deontología Profesional


Enviado por   •  14 de Agosto de 2022  •  Tareas  •  2.231 Palabras (9 Páginas)  •  157 Visitas

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Módulo

Deontología Profesional

Nombre y apellidos

Juan Jose Bustamante Ruiz

    Fecha de entrega                  03 de Julio del 2022

CASO PRÁCTICO

El 11 de febrero del año 2020 la Organización Mundial de la Salud encendió las alarmas sobre la propagación de un virus denominado COVID-19, proveniente de la ciudad de Wuhan, en China, que desde el mes de diciembre del año 2019 venía alarmando al Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades debido a la elevada incidencia de muertes por pulmonía. El virus, finalmente, fue identificado como SARS-CoV-2, un virus de procedencia animal presuntamente transmitido por los murciélagos o algún animal de consumo en la dieta alimenticia local. Para el 12 de enero de 2020 se habían reportado 41 casos en China, y para el 19 del mismo mes, dos casos en Tailandia y uno en Japón.

Debido a la acelerada expansión y al nivel de mortalidad de la enfermedad, que oscilaba entre un 4 % y 5 %, el 30 de enero la Organización Mundial de la Salud declaró la emergencia sanitaria de preocupación internacional, en virtud del desconocimiento del alcance y la expansión del virus. Para el 11 de marzo del mismo año, el virus se encontraba en 100 países, por lo que la OMS declaró la enfermedad como pandemia, considerando que ya rondaban los 500 000 enfermos en todo el mundo.[1]

Para el 14 de octubre de 2021, ya en descenso de las cifras, se registraban 240 098 171 contagios a escala mundial, 4 892 373 fallecidos y 217 408 944 recuperados. América aparecía como la región más afectada en número de muertes con 2 254 048, seguida por Europa con 1 373 924, el sudeste de Asia con 683 842, el Mediterráneo oriental con 295 544, el Pacífico oeste con 123 075 y África con 148 789. Por su parte, los 11 países con mayores muertes a causa de la COVID-19 hasta la fecha eran Estados Unidos con 715 179, Brasil con 601 574, India con 451 814, México con 282 193, la Federación Rusa con 221 313, Perú con 199 746, Indonesia con 142 848, Reino Unido con 138 237, Irán con 123 498, Francia con 114 870 y Colombia con 126 726.[2]

Los impactos en la salud pública de los primeros seis meses

El crecimiento exponencial de los casos que se dio en los primeros meses de la propagación hizo que 124 países, en los cinco continentes, confinaran a su población en sus respectivas casas. Los sistemas de salud de Italia, España, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Brasil, México, y en general, en todos los países afectados colapsaron por la falta de unidades de cuidados intensivos (UCI), personal médico, insumos de oxígeno, vestuario de protección, etc.

Las imágenes de muertos en las calles de Guayaquil, Ecuador, estremecieron al mundo, sobre todo por el desconocimiento, hasta entonces, de las diversas causas de muerte asociadas a la enfermedad. Además de la pulmonía aguda desconocida, aparecía la muerte súbita sin explicaciones científicas. En principio se creía que era una enfermedad que principalmente atacaba a los adultos mayores, pero posteriormente se evidenció la incidencia en los adultos en general y, en menor medida, en adolescentes y niños.

Los síntomas de la enfermedad fueron paulatinamente determinados. En un principio se creía que iniciaba con un fuerte dolor de garganta, fiebre, diarrea, vómito, dolor de cabeza y pérdida del olfato. Se creía entonces que se podía diferenciar de la influenza, la gripe estacionaria o el resfriado porque la COVID-19 no generaba fluidos mocosos, cuestión que con el tiempo fue desmentida. Los tratamientos médicos para la enfermedad fueron muy diversos, ya que no había un solo enfoque sobre cómo atacar el problema. Incluso se supo de algunas prácticas informales, como las aplicadas en Colombia, donde se utilizó la Ivermectina (un desparasitante para animales), otras en Ecuador, donde se empleó el dióxido de cloro o clorito de sodio por vía oral o parenteral (intravenosa, intraarterial, intramuscular y subcutánea), o las de Brasil, con el cuestionado “kit COVID” en el que se incluía hidroxicloroquina e Ivermectina, todo producto del desconocimiento médico científico del momento. 

El problema de la COVID-19 no se limitó a los millones de muertes que dejaba a su paso, sino a las secuelas en las personas recuperadas. Los informes científicos publicados en los principales journals del mundo daban cuenta de la probabilidad de muerte por causa de coágulos que ocasionaban embolias pulmonares, accidentes cerebrovasculares isquémicos, ataques cardíacos o trombosis venosas en las piernas. Múltiples estudios también determinaron consecuencias psicológicas en las personas recuperadas: falta de concentración, depresión, ansiedad, entre otras afecciones. Otras investigaciones encontraron coincidencias de la posCOVID-19 en la prolongación de dolores de cabeza, articulaciones y en el cuerpo en general.

Los sistemas funerarios de entierro y cremación también colapsaron. Las familias debieron contentarse con el recuerdo de sus seres queridos, porque no les fue permitido acompañarlos en el deceso. La pandemia había dejado al descubierto la fragilidad humana y de los sistemas de salud, con las grandes diferencias de acceso a hospitales y clínicas por parte de las poblaciones menos favorecidas en todo el mundo.

 

El confinamiento

 

El confinamiento obligatorio de las personas en sus casas, en gran parte de los países del mundo, fue adoptado como una medida extrema para detener la propagación del virus COVID-19. Países como Estados Unidos, Reino Unido, Brasil y México fueron más moderados en su obligatoriedad y recurrieron a la convicción voluntaria de la ciudadanía para quedarse en casa. Esta medida se inspiró en la libertad que ampara sus constituciones. Sin embargo, estos países registraron los indicadores más altos de contagios y de consecuentes muertes.

Podría afirmarse que el confinamiento global vivido durante el primer año de la pandemia no tiene precedentes en la humanidad. Las pandemias de la peste negra, entre 1347 y 1353, o la gripe española, entre 1918 y 1920,[3] se suscribieron a Europa y Asia. Asimismo, las enfermedades que agobiaron a los pueblos precolombinos, africanos o australianos se mantuvieron limitados por los accidentes geográficos y el desconocimiento de unos y de otros antes del siglo xv. Por primera vez, el mundo se confinaba a causa de un enemigo común que no podía ver, pero sí sentir. Ya no era la guerra de unos contra otros, era de todos contra un virus imperceptible a simple vista.

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