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Diecisiete marchas autorizó la Secretaría de Gobierno de Bogotá


Enviado por   •  15 de Septiembre de 2013  •  1.185 Palabras (5 Páginas)  •  322 Visitas

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Diecisiete marchas autorizó la Secretaría de Gobierno de Bogotá el pasado 29 de agosto, con ocasión del supuesto apoya al paro agrario y sin importarle un ardite los derechos de los demás habitantes de esta Ciudad, pues en Colombia se volvió costumbre que una vez los marchantes de cualquier pelambre y bajo cualquier pretexto salen a la calle, los derechos de los demás seres humanos quedan de inmediato abolidos.

Hablamos de los derechos sociales, económicos, políticos o sanitarios; y por supuesto el de la vida misma. (El balance hasta ahora es la muerte de un policía, la pérdida de un ojo por parte de un periodista, la fractura de la mandíbula de un adolescente no involucrado en tales hechos, y la destrucción de cientos de pequeños supermercados, tiendas de barrio y negocios familiares de diferente tipo). Incluso los derechos de los policías y soldados terminan siendo carne de cañón y sujeto de desprecio no sólo por parte de los protestantes, sino de quienes otorgan los permisos para esas marchas y de los legisladores y el gobierno nacional y local que consideran que tales servidores de uniforme tienen la obligación de ser apuñalados, amputados, eviscerados, empalados o asesinados en aras de defender el libre desarrollo de la personalidad y el sagrado derecho a la protesta social.

En esta fecha con la otorgación de tantísimos permisos para marchar la Alcaldía convirtió la Capital en un polvorín bélico y la abandonó al crimen, la delincuencia, la barbarie, la anarquía y el caos, sólo comparable con el Bogotazo del 9 de abril de 1948, para el que las autoridades tuvieron muchas dificultades de controlar. Por parte del presidente su arrogancia al no reconocer el problema en ciernes y burlarse de él, no hizo más que encender los ánimos vengativos y reivindicativos de la chusma inconsciente y criminal que salió a la calle con la intención no sólo de matar policías sino de incendiar la ciudad como sucedió en la Roma de otros tiempos.

Por su parte el Petro Glodita mantuvo la actitud de odio e indiferencia para con los habitantes de la Ciudad que ya le conocemos desde hace mucho, y que apunta como siempre a respaldar la ideología de sus partidarios sin parar en mientes que ello acarree como ocurrió, la destrucción de muchas estaciones de Transmilenio, la de numerosos Cai, el daño en mucha de la infraestructura de la ciudad y los problemas derivados en la movilización que los obligó a llegar a pie a sus lugares de trabajo y de habitación: es decir otra muestra más de que para él el interés particular prima sobre el general como dogma.

Lo recordamos ahora en medio de semejante maremágnum de delincuencia desbocada culpando a través de sus trinos a las fuerzas ocultas derecha que quieren destituirlo y más recientemente afirmando a pie juntillas –como si los bogotanos fuésemos idiotas- que los organizadores fueron las bandas criminales del micro-tráfico, cuando todos sabemos que el origen estuvo en su total falta de autoridad, en su imprevisión y en su estupidez al momento de enfrentar un sitio como en la Edad Media que aisló a Bogotá por los cuatro puntos cardinales sin que hasta ahora nadie se atreva a buscar en su discapacidad para gobernar una ciudad Capital la falta mayor, sobre todo entre los columnistas más connotados de la prensa local.

No puede uno ser tan imbécil en apoyar la tesis de que los grupos de izquierda, sindicatos y estudiantes de universidades públicas tuvieran que incendiar la ciudad como apoyo al paro agrario, ni nadie se cree tampoco el cuento de que tantísimos

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