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Doctrina Social


Enviado por   •  27 de Enero de 2013  •  13.710 Palabras (55 Páginas)  •  571 Visitas

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Doctrina Social de la Iglesia

Mag. Ramiro Laso Bayas

Santa Ana de los Ríos de Cuenca, febrero de 2006

OBJETIVOS: Introducción y Tema 1

1. Descubrir la realidad de la Doctrina Social en el ambiente de los jóvenes

2. Dar una respuesta de aceptación de la Doctrina Social

3. Concientizar sobre la importancia de tener una ‘Causa’ por la que jugarse la vida

Introducción

La poca o casi nula educación cristiana de los jóvenes en nuestros encuentros catequéticos secundarios o adolescenciales sobre el compromiso social del cristiano; la ignorancia supina del contenido doctrinal de la enseñanza del Evangelio y sus repercusiones en la vida de cada uno de los cristianos; la tremenda diferencia práctica entre los hombres de este mundo, especialmente los de América Latina, que se ha desarrollado a lo largo de estos quinientos catorce años de Evangelización; la indiferencia radical de la fe que ‘profesa’ el universitario con la vida diaria de su propia profesión; el lenguaje teológico excesivamente especializado con el que se nos han brindado las distintas cartas y encíclicas de los Pontífices, son entre muchas otras causas las posibilitadoras de que no se admita compaginar fácilmente la Fe cristiana con la vida humana diaria. La Fe cristiana debe estar en la sacristía. La vida humana en la tarea por sobrevivir en unos casos y, hacer dinero, en otros.

¿Tendrá algo que decir al futuro profesional de nuestra Universidad, el contenido doctrinal del Pensamiento Social de la Iglesia?

Para reflexionar

“Algo te molesta”: comentar la presentación del mensaje social

1. EL PORQUE DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Es lo mismo que preguntarnos qué significa ser cristiano hoy. Qué significa seguir a Jesús dentro de las coordenadas que nos toca vivir.

No nos queremos referir a ese ‘seguimiento’ como concepto etéreo, teologizado que no significa nada concreto y acaba situándose fuera de la historia. Nos referimos a un seguimiento real, concreto, histórico. Seguir a Jesús es “hacer lo que él hizo” (SD, 178), proseguir la lucha por su Causa, proseguir su camino, habérselas ante la historia como se las hubo él, entrar en comunión de destino con él y -muy probablemente- cargar con consecuencias semejantes a las que le acarreó a él.

Seguir a Jesús exige entrar en la historia y tomar una actitud frente a la misma. El fue una “persona con Causa”, que se situó en la historia y se comprometió en ella, y que nos reveló que “tener Causa y luchar por ella” forma parte del ser humano porque también es una nota del ser de Dios. No tenemos otro camino para seguir a Jesús que el mismo que él recorrió: esta tierra y esta historia.

La Causa de Jesús -clave del seguimiento- es el Reino de Dios; y por eso, seguir a Jesús es empeñarse a vida o muerte (como él) por la Causa del Reino, que no es “otro” mundo, ni la Iglesia, ni es cielo, ni la salvación de las almas.

El Reino de Dios es la utopía revelada por Dios para su construcción en la historia, y Jesús se entregó totalmente a esta Causa. Sólo sigue a Jesús quien concibe la vida como un don de sí mismo a Dios y al mundo en la tarea de tratar de acercar mutuamente la historia y el Reino. Seguir a Jesús y luchar por el Reino son equivalentes en este sentido.

La Causa de Jesús, el Reino, es “Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia, Amor” en este mismo mundo antes y después de la muerte. El Reino permanece en una dimensión utópica, siempre inalcanzable, pero siempre generadora de dinamismos históricos, en su dirección. Por eso, si bien nunca será alcanzado y siempre juzgará la situación concreta de cada momento histórico, hay etapas de la historia en los que brilla con especial nitidez como denuncia al confrontarse con estructuraciones concretas de este mundo contrarias al Reino.

La hora actual, marcada “bajo el imperio neoliberal”, con todo lo que el juicio ético-teológico y moral puede decir de ella , es uno de esos momentos. No es posible seguir a Jesús, luchar por su Causa y no sentirse enfrentado a una configuración del mundo que niega radical y estructuralmente la utopía de Dios para los humanos .

La lucha de Jesús por el Reino no hizo de él un hombre ‘eclesiástico’, beato, religiosista, encerrado en los estrechos límites de lo convencionalmente religioso. Al contrario: el Reino de Dios lo arrancó de las preocupaciones domésticas y familiares, lo sacó de Nazaret, de los planteamientos religiosos tan legalistas de su tiempo, de las limitadas perspectivas judías... El Reino de Dios lo condujo a la vida, a la profecía, a la plaza, a las masas, al dolor humano, a la historia, al conflicto público, a la confrontación con el Imperio y el Templo...

En tiempos de crisis de utopías y de esperanzas como los actuales, es normal que el cristianismo sienta la tentación de refugiarse en alguno de los abajo presupuestos sucedáneos del Reino de Dios, que le permitan autoeximirse de la utopía y de la esperanza.

Su Reino: ‘no otro mundo, sino este mismo, pero totalmente otro’. El Reino que habrá de ser este mismo mundo, lo será pero de una forma enteramente renovada. No será otra tierra, sino una “tierra otra”, nueva, enteramente renovada, retornada a su prístina y trascendida novedad original.

Hacia tal Reino no se puede avanzar sino por el sendero de la transformación histórica. “La tierra es el único camino que tenemos para ir al cielo”. No podemos hacer Reino sino en la historia. Salirnos o despreocuparnos de ella en nombre de un supuesto cielo que nada tuviera que ver con la historia, sólo sería un espejismo. Transformando la historia configuramos el cielo futuro.

Si pudiésemos sintetizar lo que significa seguir a Jesús y construir su Reino,

diríamos :

a) Ser cristiano supone un cambio de actitud, ya que no puede prolongarse por más tiempo la situación de una fe que encubra la injusticia social, sirviendo de instrumento de dominación para unos pocos y de resignación para la mayoría.

b) Ser cristiano hoy significa una clara actitud de rechazo y denuncia de la realidad

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