ESTADO CIUDADANIA Y DEMOCRACIA
DmdnnfkgApuntes24 de Abril de 2021
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ESTADO CIUDADANIA Y DEMOCRACIA
UNIDAD 2
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La formación del Estado en los siglos XVI y XVII -periodo que estudiarás en esta unidad- fue fundamental para la formación de las instituciones del Estado moderno.
Cuando el sistema feudal en Europa entró en crisis, las características sociales y políticas se transformaron radicalmente. La conformación del Estado pasó de un centralismo basado en las relaciones de vasallaje al crecimiento de las ciudades, en cuyo interior se desarrolló la burguesía. En este nuevo orden, se fortalecieron distintas formas de Gobierno; entre ellas, debemos destacar el parlamentarismo inglés. La representación ciudadana cobró una mayor importancia y se enfrentó, incluso con las armas, a la desmedida voluntad soberana. Se consolidó el parlamentarismo monárquico que ayudó a sentar las bases del Liberalismo moderno.
Frente a este ejemplo de formación del Estado, en la Francia del siglo XVI se dio la máxima representación de la monarquía absoluta, durante el reinado de Luis XIV. Fueron años donde la única voluntad existente era la del monarca. Movimientos muy importantes acabaron con este sistema, dando pie a la consolidación de instituciones políticas nuevas. En ambos sistemas políticos, el papel del ciudadano fue distinto; su participación en la sociedad y en la vida política fue opuesta.
Objetivo específico
- Identificar el papel del ciudadano a partir de la conceptualización de la ciudadanía, la democracia y el Estado en la consolidación del Estado moderno.
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Panorama general: las formas políticas y la formación del Estado moderno (siglos XV-XVIII)
En sus diez siglos de duración, el Medievo experimentó diversas formas políticas: los Imperios carolingio y romano-germánico; las ciudades-Estado, denominadas también repúblicas (Venecia y Florencia, entre otras); las ciudades libres e imperiales y las uniones de ciudades (cantones suizos y provincias unidas holandesas). El imperio, con sus pretensiones de monarquía universal, fue el intento de revivir el esplendor del antiguo Imperio romano, fusionándolo con las pretensiones ecuménicas (mundiales) del cristianismo, que culminó con una división de hecho del feudalismo en dos polos de poder: el emperador, por un lado, y por el otro, el papa y las crisis recurrentes de la doctrina católica, que finalizaron en el cisma protestante. Finalmente, las monarquías feudales fueron la base real del sistema feudal y señorial, y en su evolución marcarían la base del Estado moderno, cuya evolución fue de las monarquías dinásticas autoritarias a las monarquías absolutas. Entre los siglos XV y XVIII, las formas políticas fueron la fusión de dos mentalidades: la feudal y la burguesa.
La combinación mencionada entre lo feudal y lo burgués puede notarse en las monarquías absolutas, el llamado despotismo ilustrado, el parlamentarismo inglés y las primeras revoluciones burguesas de los Países Bajos e Inglaterra; tal es el carácter del sistema económico mercantilista y de las nuevas teorías del Estado. En esta unidad podrás conocer a grandes rasgos la evolución política de los siglos III al XVIII, poco antes del inicio de las revoluciones burguesas.
Características del sistema político feudal
El sistema político feudal tuvo una etapa de incubación que transcurrió entre los siglos III y V d. C. Durante este periodo, encontramos una lenta descomposición del Imperio romano en sus aspectos territoriales; la militarización de sus fronteras obligó a aumentar impuestos y a la leva, permitiendo la entrada de pueblos de origen germánico para lograr tal fin.
En esta situación, el antiguo poder político de Roma como imperio se destruyó. Las ciudades fueron atacadas por distintos invasores, a los cuales los romanos llamaron bárbaros, por no hablar latín. Esta situación de inseguridad llevó a una migración de las ciudades al campo.
Las fincas rurales de los patricios se convirtieron en un foco de atracción para los ciudadanos desplazados. El patricio ofrecía entonces protección, a cambio de la cual solicitaba el trabajo necesario para que la tierra produjera. Esta situación, repetida en innumerables ocasiones en toda la extensión del imperio, permitió que las ciudades perdieran importancia; al ocurrir esto, el sistema político imperial romano dejó de ser eficiente y, por lo tanto, se destruyó. Esto ocurrió entre los siglos III y V de nuestra era.
Otro factor importante fue el desarrollo del cristianismo. A través del Edicto de Milán, el emperador Constantino (274-337) decretó la libertad religiosa y dejó al cristianismo como una religión legal, al igual que la antigua religión romana.
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Panorama general: las formas políticas y la formación del Estado moderno (siglos XV-XVIII)
Los germanos, pueblos que vivían en los límites nororientales del imperio, invadieron las tierras de Roma por varias razones. A esto se suma que sus aportes, con tradiciones políticas propias, implicaron una modificación total del imperio en decadencia.
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Entre los siglos V y VII se desarrolló el feudalismo, el cual tenía como una característica principal la inexistencia de un Estado o una nación. Los feudos, como unidades autónomas y autosuficientes, surgieron alrededor de la posesión de la tierra por parte del señor, quien fundó su derecho a ella tanto en las costumbres germanas como en los restos jurídicos del Imperio romano. El poder se estableció a través de una serie de relaciones que implicaban, de parte del propietario de la tierra, la protección de las familias de campesinos, y de estos últimos, fidelidad y trabajo. Este grupo social fue conocido como el de los siervos.
Entre los señores, existió otro tipo de vínculo conocido como vasallaje. Éste implicaba que un señor otorgara tierras a cambio de auxilio en caso de inseguridad, pero sobre todo, implicaba relaciones de sumisión, de acatamiento del inferior respecto al superior inmediato y mediato. Este sistema permitió establecer alianzas entre ellos, y el señor con más alianzas era conocido como rey. El máximo desarrollo del sistema político feudal se produjo entre los siglos X y XIII. En cada región, el feudo se transformó en una estructura de poder territorial bajo la administración firme de un señor feudal que, aun cuando conservaba una relación feudo-vasallística (ceremonia de homenaje y juramento de fidelidad) con el rey u otro señor importante, en ocasiones impugnaba su jurisdicción (poder en ese territorio) e incluso la desafiaba, sobre todo si poseía una mayor riqueza. A los reinos surgidos en este periodo (siglos III y X), se conocen como reinos germánicos, y el modelo principal a recordar fue el de Carlomagno (768-814).
El feudalismo del cual hablamos no se desarrolló firmemente sino hasta un periodo posterior al siglo XI, y permitió la integración de numerosas unidades políticas territoriales autónomas, las cuales buscaron su cohesión a través de la cesión de parte de sus derechos en función de un nuevo tipo de Gobierno. Algunos factores que contribuyeron a este modelo son:
- La inseguridad avivada por las expansiones musulmana, normanda y eslava de los siglos VIII al IX
- La incapacidad de los señores para garantizar la defensa de su territorio
- La cesión de parte de sus tierras para conseguir aliados
- El trabajo de los siervos, no sólo en las labores agrícolas, sino en la producción de diferentes artículos necesarios para la subsistencia del feudo
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Panorama general: las formas políticas y la formación del Estado moderno (siglos XV-XVIII)
La necesidad de defensa del papado se materializó con un acuerdo entre el papa León III y Carlomagno, quien a cambio de protegerlo, fue nombrado emperador del Sacro Imperio. Carlomagno reorganizó el imperio creando marcas (zonas fronterizas de seguridad) a lo largo de su reino. Al morir Carlomagno, su imperio se dividió y luego se desintegró; entonces, los funcionarios (marqueses y condes) exigieron que sus dominios fueran vitalicios y hereditarios. Las partes del imperio constituirían primero la base de los Estados territoriales y éstos, a fines del siglo XVIII y principios del XIX, forjarían a los Estados nacionales europeos.
En aquel entonces, el poder de los monarcas estaba basado -en buena medida- en su carácter religioso, en la fuerza de los otros vasallos y en un nuevo poder: la ciudad (el burgo), al ser el asiento de una nueva y pujante clase, la burguesía. Por ello, puede afirmarse que una característica esencial del feudalismo fue la fragmentación del poder político.
Características del sistema feudal
La religión, estructurada en la Iglesia católica, se convirtió en una característica fundamental del feudalismo europeo. Desde Carlomagno, la relación entre la Iglesia y el poder político del rey se manifestó en una alianza en la cual el rey obtuvo legitimidad, ya que se consideraba designado por Dios y, por otro lado, la autoridad eclesiástica obtuvo privilegios (dotaciones de tierra, herencias, tribunales especiales para sus miembros).
La Iglesia acumuló un inmenso poder económico, político y social; fue la institución que mantuvo la educación del periodo y su autoridad abarcó más territorio que cualquier señor feudal. Además, justificó la estructura social del feudalismo al ser la garante de la legitimidad política, pues podía excomulgar al monarca (es decir, dejarlo fuera de la Iglesia), con lo cual ni sus vasallos ni siervos tenían la obligación de auxiliarlo o defenderlo.
La Iglesia guió la vida y la cultura medieval, y el catolicismo dio sentido a la existencia de los hombres, al responder a las grandes preguntas como el origen, destino y significado de la vida humana, así como el funcionamiento del universo. Señaló qué se debía y qué no se debía hacer. Interpretó el sentido de las grandes catástrofes, como malas cosechas, hambrunas, pestes, guerras, etcétera, a las que consideraba como castigo divino, por lo que proponía la resignación, la oración y la penitencia para compensar las penurias. Persiguió las herejías de forma institucional (Inquisición) y defendió el poder monárquico; transformó las grandes fiestas paganas estableciendo un calendario que santificaba las diversas etapas de la vida agraria, como la siembra, cosecha y vendimia.
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