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Enviado por   •  6 de Mayo de 2013  •  4.575 Palabras (19 Páginas)  •  300 Visitas

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El español en América: de la conquista a la Época Colonial

Carmen Marimón Llorca

1. Introducción: El español de América. Concepto y límites.

En palabras de Humberto López Morales (1996: 20) el español es, sobre todo en América que es donde se encuentran el 90% de los hablantes, «un mosaico dialectal». En efecto, América es un inmenso territorio marcado por la diversidad en el que más de 300 millones de personas y diecinueve países tiene el español como lengua oficial. En muchas ocasiones el idioma está en contacto, bien con otras lenguas pertenecientes a culturas precolombinas como ocurre con el quechua en Bolivia, el guaraní en Paraguay, o el nahúa -la lengua de los aztecas- en Méjico; o bien con el portugués -con Brasil limitan Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay- o con el inglés americano, especialmente presente en Méjico por su prolongada frontera y en Puerto Rico por su especial estatuto con Estados Unidos -allí el español es lengua oficial. También se habla en varios estados de la Unión como Nuevo Méjico, Florida, California, Texas o Nueva York.

El español en el mundo

La frase «español de América» hace, pues, referencia, al conjunto de variedades dialectales que se hablan en el continente americano. Algunos autores como José Moreno de Alba (1988) prefieren utilizar la expresión «español en América» para hacer referencia a la realidad lingüística americana. El cambio de preposición no es baladí y supone una clara toma de postura a favor de la unidad global del español como lengua que, desde este punto de vista, debería entenderse como un conjunto de variedades diatópicas de la misma lengua. Como afirma Manuel Alvar (1996), no hay un español de España y un español de América sino una langue y muchos hablantes.

Esta idea de español en América vincula, además, definitivamente, y sitúa al español de América como una parte indisociable de la Historia del español. Como afirma Rivarola (2004: 799), América aporta un nuevo espacio geográfico y mental para una lengua aún en formación y este hecho es inseparable de la evolución histórica de la Lengua española como conjunto en su unidad y en su productiva diversidad. Sin embargo, esta convicción en la unidad de la lengua no siempre estuvo tan clara. Desde el mismo momento de la independencia de las colonias y el establecimiento de las nuevas nacionalidades -1810-20-, lingüistas e intelectuales de una y otra parte del Atlántico se cuestionaron el futuro del español y de su unidad. La comparación entre el español y el latín resultó inevitable y desembocó en una polémica entre los que vaticinaban una futura disgregación del español -Cuervo fue uno de sus más acérrimos defensores- en diversas lenguas y los que preveían una tendencia cada vez más fuerte a la unificación del idioma -como hizo Varela-. Sin entrar en una polémica ampliamente superada, diremos que Menéndez Pidal, en «La unidad del idioma», (1944), dio una respuesta verdaderamente lingüística a las teorías de Cuervo al mostrar que la lengua no es un organismo vivo sino un hecho social y que los procesos históricos de latín y lenguas romances resultan muy diferentes en la mayoría de sus extremos.

Desde entonces, aunque es evidente la tendencia a afirmar la unidad lingüística y cultural que se da a ambos lados del Atlántico, la mayoría de los lingüistas son conscientes del riesgo latente que existe de que se agudicen las diferencias. Humberto López Morales (1996: 19-20) por ejemplo, ha señalado algunos factores de índole lingüístico y no lingüístico que, desde el inicio mismo de la conquista, propician esa tendencia a la diferenciación como:

a. el diverso origen dialectal de los colonizadores

b. la diversidad de lenguas aborígenes

c. el aislamiento de los núcleos fundacionales

d. la ausencia de políticas lingüísticas niveladoras

La referencia que este autor realiza al momento mismo de la conquista (a) y las etapas posteriores de convivencia con las lenguas indígenas (b) y de creación de los virreinatos, germen de los futuros estados (c), pone en primer plano la importancia de los primeros años de la colonización para determinar las características el español de América. En efecto, si los estudios sobre la situación actual de la lengua (d) son imprescindibles para entender la fisonomía del idioma, no es menos cierto que la investigación sobre los orígenes y el proceso de conformación del español en América ha sido enormemente esclarecedora y ha contribuido a establecer las bases lingüísticas y sociales sobre las que se fue conformado el conjunto de variedades dialectales que componen en la actualidad lo que denominamos el español de América.

Así pues, lo que venimos a denominar época colonial -entendida como el amplio período que comprende desde el momento mismo de la conquista, en 1492, hasta finales del siglo XVIII-, puede considerarse como una etapa fundamental en la evolución del idioma y muy explicativa de su situación presente. En ella convergen, como vamos a ver, la evolución, selección y consolidación de las tendencias fonológicas, morfológicas y léxicas ya iniciadas en el español peninsular, con la indiscutible novedad que supone la implantación de una lengua en un espacio enorme y desconocido, el contacto con las lenguas indígenas y la conformación de una sociedad en busca de sus propios referentes lingüísticos y sociales.

Francisco Pizarro. Museo de América. Madrid

En los siguientes apartados vamos a centrarnos en tres aspectos: el origen regional y social de los colonos españoles con el fin de saber qué variedad regional del español fue la predominante en los años iniciales y hasta qué punto dejó su impronta en la lengua esta información nos dará una idea sobre la variación diastrática que ha sido frecuentemente tenidas en cuenta a la hora de calificar al español de América en sus inicios como vulgar o arcaizante; luego nos ocuparemos de la formación del español de América con especial atención al estado de la lengua en el momento de la conquista y, en particular, al andalucismo, rasgo considerado esencial para entender la conformación dialectal de América. No podemos dejar de dedicar un apartado especial a la influencia de las lenguas indígenas que, aunque discutida por lo que se refiere su calado -fue un fenómeno de adstrato o de superestrato, funcionó o no como una interlengua- resulta

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