El adolescente antisocial
yamilibreSíntesis15 de Mayo de 2015
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El adolescente antisocial
Casi por definición, la conducta del adolescente tiene carácter errático. Muchos padres de hijos aparentemente “modelos” lamentan la inestabilidad de los sentimientos del adolescente, y la inconsecuencia de su comportamiento. Es difícil prever cuando el adolescente afectuoso y considerado a quien uno está contemplando se convertirá, repentinamente, en un ogro hosco y egoísta, o peor todavía en un ser abusivo, violento o autodestructivo.
Sucede que no solo los adolescentes se comportan de un modo errático e imprevisible; también los adultos y las comunidades reaccionan frente a ellos de manera imprevisible. Y ocurre de esta manera no porque formemos una sociedad sin normas – por lo contrario, fijamos a nuestros adolescentes normas elevadas – sino porque somos inconsecuentes. Por ejemplo, algunas familias toleran en sus adolescentes amplias variaciones de la conducta y el humor, y en cambio otras castigan la más mínimas infracciones a las normas rígidas. Algunas escuelas permiten desviaciones respecto de las formas de conducta socialmente aceptables, y así los alumnos que cometen menudos robos, o dañan la propiedad, quizá merezcan a lo sumo castigos no peores que una nota a los padres y la advertencia de que esas formas de conducta no deben repetirse. Otras escuelas acusan a dichos adolescentes y los enredan en sistema de la justicia penal.
Los términos antisocial y delincuentea menudo se usan como expresiones intercambiables, pero no debería ser el caso. El calificativo delincuente juveniles un rotulo utilizado por el sistema judicial para clasificar a los individuos que han violado las normas y terminan comprometidos en un proceso judicial. Por definición, se considera antisociales a los delincuentes juveniles que están en la adolescencia, pero los adolescentes antisociales no siempre son delincuentes juveniles.
La conducta antisocial no es en todos los casos destructiva. El adolescente que es maniático del ajedrez y consagra todo su tiempo a descubrir estrategias de juego, en lugar de salir con los amigos, ciertamente no está dañando a nadie y, por supuesto, no se trata de un delincuente. Lo que parece un comportamiento antisocial puede ser nada más que una expresión de la estrecha gama de intereses del adolescente. Por desgracia, es posible que los pares consideren excéntricos, tragalibros, raros o snobs a estos adolescentes quizá ni siquiera tengan conciencia de la impresión que suscitan en otros.
Cuando existen actos antisociales maliciosos, esto no significa, necesariamente, que un adolescente es un individuo “malo”, “sin esperanza”, o un “inadaptado”. Como tampoco que el adolescente está condenado de manera inevitable, a una vida delictiva. Lo que si indica es que estos adolescentes probablemente no armonizan con ciertos aspectos de su hogar, su escuela, su comunidad, el trabajo o los ambientes sociales. Antes de enfrentarlos es conveniente determinar si una cualquiera de las siguientes situaciones puede estar contribuyendo a las explosiones antisociales.
Desarrollo emocional y madurez de la personalidad.
Ya hemos aludido a los datos antropológicos relativos al Sturn and Drangdel adolescente. Ahora bien: las investigaciones llevadas a cabo en Estados Unidos no han corroborado la existencia de tal fenómeno (Barker y Wright 1954; Bandura y Walters 1959). Cabe decir, sin referirnos al sexo o clase social, que el adolescente americano medio no se muestra ansioso, inestable, deprimido, agresivo o rebelde. Los temores y las inquietudes disminuyen con la edad y se hacen menos concretos, pero se intensifica su dimensión social; en este proceso, el adolescente se halla entre el niño y el adulto. Tan solo una pequeña porción de adolescentes presenta síntomas de ansiedad o emotividad; lo que es más, el índice mínimo de emotividad corresponde a la adolescencia, si consideramos los grupos
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