ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El hallazgo de un lema que complementara el nuevo escudo de la Universidad Nacional de México


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2014  •  Trabajos  •  2.513 Palabras (11 Páginas)  •  243 Visitas

Página 1 de 11

Jóvenes amigos:

Respondiendo a su indagación reciente, paso a manifestarles lo que sigue:

El hallazgo de un lema que complementara el nuevo escudo de la Universidad Nacional de México, me resultó indispensable para formular el propósito y la orientación de la Universidad que se lanzaba al destino por el impulso de la Revolución. Me tocó rescatar nuestro primer instituto tradicional de enseñanza, de manos de la barbarie carrancista que por decretos de fuerza se había apoderado de la escuela de Barreda, combatida por nosotros, sin embargo muy superior a lo que estaba siendo deshecho.

Los asaltantes, en efecto, habían convertido nuestra Preparatoria en mala replica de una secundaria protestante norteamericana. De rector funcionaba un abogado conocido en el foro por sus astucias curialescas, pero cabalmente inculto y sin otro título para el mando, que su vieja camaradería con el Carranza de los tiempos en que ambos fueron incondicionales servidores de la dictadura.

Los profesores habían sido reclutados en las segundas filas del normalismo, que por su índole popular ganó influencia dentro de los círculos políticos de la Revolución, pero que en general, carecía de preparación académica. Aquellas subalmas, por lo mismo, se habían vuelto materia plástica frente al programa extranjero de deformación de nuestra índole nacional. Resultaba urgente salvar las esencias de nuestra propia cultura, librándonos de aquella mediocridad sin cohesión y sin medula y para hacerlo era menester integrar una nueva ideología. Mediante ella se evitaría el paso, el peligro de recaer en las doctrinas políticas del porfirismo que la propia Revolución había combatido desde la época de la claridad maderista, a saber: la evolución spenceriana, el cientificismo de Justo Sierra y el materialismo de Comte.

Era urgente demostrar que la Revolución poseía capacidades propias y empeño en escalar las más altas cumbres del espíritu, sin perjuicio de dedicarse a satisfacer los intereses de los humildes. Tan precisa fu esta última tendencia, que todo lo que hoy se dice, de orientar la Universidad hacia las metas de la justicia social, no es más que un "refrito" de las declaraciones revolucionarias que cualquiera puede leer en la colección de mis discursos universitarios de la época. Nos pusimos, pues, a trabajar en el doble aspecto social y espiritual, pero sin demagogia, porque contábamos con timbres suficientes de distinción y de sacrificio en la lucha, para no tener que descender a la adulación servil de las multitudes. Trabajamos para las masas, pero sin subordinarnos a sus criterios confusos. Menos aún al juicio de lidercillos y agitadores. Al contrario, procurábamos dar a la masa temas de ascensión para llevarla, junto con los universitarios, a las cimas esplendorosas de la sobrehumana sabiduría. Había que comenzar dando a la escuela el aliento superior que le había mutilado el laicismo, así fuese necesario para ello burlar la ley misma. Esta nos vedaba toda referencia a lo que, sin embargo, es la cuna y la meta de toda cultura; la reflexión acerca del hombre y su destino frente a Dios.

Era indispensable introducir en el alma de la enseñanza el concepto de la religión, que es conocimiento obligado de todo pensamiento cabal y grande. Lo que entonces hice equivale a una estratagema. Use de la vaga palabra espíritu, que en el lema significa la presencia de Dios, cuyo nombre nos prohíbe mencionar, dentro del mundo oficial, la Reforma protestante que todavía no ha sido posible desenraizar de las Constituciones del 57 y del 17. Yo sé que no hay otro espíritu válido que el Espíritu Santo; pero la palabra santo es otro de los términos vedados por el léxico oficial del mexicano. En suma, por espíritu quise indicar lo que hay en el hombre de sobrenatural y es lo único valioso por encima de todo estrecho humanismo y también, por supuesto, más allá de los problemas económicos que son irrecusables pero nunca alcanzarían a normar un criterio de vida noble y cabal. Para acabar de entender el lema, sin embargo, es preciso recordar la época en que se inventó: el carrancismo había caído desacreditado frente a la cultura, en general por su ramplonería, y en particular por el máximo pecado de haber suprimido, en torpe emulación de lo norteamericano, el antiguo Ministerio de Educación. Fue pues, indispensable, en consecuencia y como primer paso de una restauración civilizadora, volver a crear el Ministerio de Educación Pública, pero ya no según el plan raquítico de la era porfiriana, reducido al Distrito Federal y los Territorios, sino de manera ancha y generosa, con acción sobre todo el territorio de la patria. Al impulso de esta exigencia, la Universidad empezó a crecer. Hasta que fecundada por la Revolución hallóse convertida de hecho en Secretaría y enseguida, por su influjo, provocó la reforma constitucional que trajo a la existencia el primer Ministerio de Educación Pública Federal de nuestra historia. A la Universidad de entonces, que no se ufanaba de autonomías hipócritas, sino que estuvo bien centralizada bajo el puño de su rector, debe la patria su primer Ministerio de Educación Pública Nacional. Gustan de olvidar esto los menguados que urdieron su falsa autonomía para desviar la Universidad del mo­vimiento vasconcelista, la página más noble de la historia política universitaria, y para terminar, como lo consiguieron, haciendo de la Universidad otro apéndice de la misérrima y confusa burocracia nacional. De todas maneras, la Universidad dio a luz, con la Secretaría, una hija que pronto la superó en fecundidad y estatura, y a la cual ya nadie disputa el derecho a la vida y la esperanza de que cumpla su misión de ilus­trar al pueblo de la República. En lo espiritual, siguió la Universidad contemplando desde arriba el panorama nacional y lo encontró pequeño. Y así es como, a su propia hija, la Secretaría le transmitió el escudo que recientemente había creado.

¿Qué es el escudo? El escudo es, en primer lugar, una protesta en contra de aquel pequeñito anhelo que arrodillaba a la juventud en lo que se llamó el altar de la patria jacobina. Altar sin Dios y sin santos. Altar en que muchas veces el caudillo sanguinario ha suplantado al héroe y al santo. Altar que, en todo caso, está cerrado con techos de concreto a la penetración de los efluvios que vienen de lo alto. Y luego, ¿cuál patria?; no la grande que compartimos con nuestros mayores del imperio universal español, sino la muy reducida en el territorio y en la ambición, que es el resultado de los errores del periodo de formación que nos costara la pérdida de Texas y de California. Después de la Revolución, que tantas esperanzas engendró porque no se ligaba con ningún pasado sombrío; porque en sus comienzos no intentaba

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (15.1 Kb)  
Leer 10 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com