Emergencia en Manabi 2016
roberto1862Documentos de Investigación5 de Septiembre de 2017
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- Población desagregada por sexo: 50,1% varones y 48,8% mujeres[1]
- Población desagregada por edad: <5 años 10%; 5-18 años 32%; 19-64 años 52%; > 65 años 6%[2]
- Edad promedio: 28 años[3]
- Hogares con jefatura femenina: 27,2%[4]
- Analfabetismo entre 15-24 años: hombres 10,6 %; mujeres 9,8[5]
- Mortalidad infantil: 6.1 por 1000 nacidos vivos [6]
- Violencia de género: 60.60% (violencia física a mujeres mayores de 15 años)[7]
- Proportion of the population with a disability: 11%
Promoviendo la igualdad entre los géneros y la voz de niñas y mujeres en la respuesta a la emergencia
1. Introducción
La información que se presenta en este documento fue levantada entre abril y julio de 2016 por el equipo de respuesta a emergencias de CARE en las comunidades de intervención de los cantones de Portoviejo, Sucre, Jama y San Vicente (provincia de Manabí - Ecuador) afectados por el terremoto de abril de 2016. Las entrevistas, los grupos focales, la observación y el diálogo, fueron las técnicas usadas de manera preferente. El diagnóstico de percepciones, actitudes y prácticas se complementó con información secundaria recabada de fuentes oficiales como el Instituto de Estadísticas y Censos (2010), Ministerio de Educación (2015), Encuesta de Medios de Vida (2015) y Planes de Ordenamiento Territorial (2015).
En Manabí sus pueblos y nacionalidades incluyen al pueblo Manta-Huancavilca, Montubio, Cholo[8] , Afrodescendiente y mestizo. El pueblo Manta-Huancavilca es heredero de la última cultura precolombina del litoral ecuatoriano, su población es de unas 200.000 personas distribuidas en poco más de 60 comunas y que se asientan en un territorio de 515.000ha. Hoy en día, son comuneros, tienen un territorio colectivo y una forma de gobierno ancestral y son identificados como “Cholos” o “Montubios”.
Manabí es histórica y culturalmente una de las provincias con mayor número de hijos por familia y, a la vez, la de mayor cantidad de hijos por fuera del matrimonio. La familia montubia gira en torno de la madre, antes que del padre, en lo afectivo; pero, en el respeto social, se centra hacia el padre por reconocimiento moral y a su sabiduría del campo. Es una entidad sólida que sigue sus propios destinos y que generalmente se representa por el progenitor masculino más viejo. Son notorias las prácticas basadas en la solidaridad y apoyo mutuo y en el aparecimiento de liderazgos femeninos.
El terremoto trajo como consecuencia la migración, especialmente de los varones en busca de oportunidades de trabajo fuera de la zona deprimida económica y socialmente. Según entrevistas a informantes claves en muchas familias, 1 o 2 de sus miembros en edad de trabajar han emigrado, lo que ha hecho disminuir el promedio de miembros de familia de 6 a 5 o 4. Llama la atención que al preguntar sobre la jefatura de hogar en las familias las respuestas se refieren exclusivamente a varones ya sea que se hallen en las comunidades o hayan migrado en busca de mejores oportunidades de vida. Frente a la ausencia del varón las familias responden que no existe una jefatura; es decir las mujeres que lideran sus hogares no se reconocen como jefas del hogar. Culturalmente se concibe al hombre como el único jefe del hogar.
El terremoto afectó las esferas afectivas y de relacionamiento tanto de varones como de mujeres. Sin embargo la vulnerabilidad de las mujeres es mayor, ya sea conviviendo en albergues oficiales (Estado) con otras familias o en refugios construidos espontáneamente por las familias. Existe la percepción de que la pérdida de los medios de vida constituye un importante riesgo de vinculación a servicios sexuales sobre todo para mujeres adolescentes y jóvenes.
Existen casos de mujeres que atienden servicios sexuales como "prepagos", en su mayoría son adolescentes y jóvenes que utilizan estos ingresos para mantener a sus hijos y para la compra de artículos personales.
Es preciso tener presente que en las áreas afectadas por el terremoto se encuentran unas 20.000 mujeres embarazadas, PNUD 2016, y que según las cifras oficiales (MCDS) del año 2010 el 20% de los partos en el país fue de adolescentes (15 a 19 años), quienes dieron a luz a más de 60.600 niños/as. Así Ecuador, junto a Venezuela está a la cabeza de toda América Latina en términos de embarazo adolescente. La zona de intervención no se escapa a esta realidad y se podría estimar que existan unas 4.000 adolescentes embarazadas que requieren de acciones prioritarias y diferenciadas de salud.[9]
2. Roles de género y responsabilidades
En términos amplios, la socialización que niños y niñas reciben en diferentes espacios (escuela, amigos, comunidad, albergues y familia) está destinada a reproducir la concepción del varón como conquistador, proveedor y dueño de espacio público; mientras que las niñas aprenden a ser objetos de conquista, reivindican el espacio de hogar como propio, y confían en encontrar a alguien que las cuida y proteja. Existen sin embargo un grupo importante de mujeres que se visualizan a sí mismas construyendo su propio derrotero, liderando procesos de cambio y haciendo frente en lo cotidiano, a las inequidades que generan vulnerabilidades económicas, sociales y culturales.
En la mayoría de los casos las parejas se forman de manera no formal (sin un matrimonio de por medio), sin embargo se trata de un compromiso duradero y de respeto mutuo. Es frecuente además que los varones (20% aproximadamente) mantengan varios hogares al mismo tiempo o que tengan hijos con más de una mujer. Sin embargo la preocupación por el bienestar de los hijos se centra sobre todo en las mujeres; los varones prestan mayor atención a los hijos surgidos de las relaciones consideradas como "legales". En extractos económicos de mayor poder adquisitivo se evidencia que hombres mayores conquistan a mujeres jóvenes por fuera del matrimonio. Cuando las mujeres tienen diferentes hijos con varios maridos, se habla de las relaciones anteriores como "fracasos". Para las mujeres es importante tener un hombre junto a ellas puesto que les permite sentirse protegidas en lo afectivo, económico y social.
En el seno de las familias y en los albergues las tareas reproductivas y de cuidado están asignadas a las mujeres y a las niñas. La preparación de alimentos; la limpieza y el arreglo; el cuidado de enfermos, de niñas, niños y ancianos; el lavado de ropa; entre otras, son tareas asignadas a las mujeres. Los varones ocupan los espacios externos y su preocupación es proveer recursos. Las tareas reproductivas son vistas por los varones como una distracción más que como una responsabilidad; por ejemplo, la preparación de alimentos por parte de los hombres es valorada por considerar que el sabor de la comida sale muy bien cuando ellos cocinan.
La dependencia económica de las familias en relación a los hombres es amplia, frente a la ausencia del hombre la situación económica precaria de por sí, se complica. La decisión sobre el uso de los recursos la tienen los hombres, son ellos quienes realizan los negocios de los bienes familiares. Es muy común decir que "las mujeres no cierran negocios".
3. Educación y Empoderamiento económico.
De acuerdo con el Ministerio de Educación del Ecuador (2016), 10 de cada 100 mujeres y 8 de cada 100 varones ubicados en el área de emergencia en que interviene CARE no saben leer ni escribir, el analfabetismo es más acentuado en las mujeres mayores de 50 años. Las mujeres presentan una escolaridad equivalente a 8,8 años mientras que los varones a 9,3 años. El 97,5% de niños y 96,5% de niñas entre 5 y 12 años asisten a la educación primaria; por su parte 23 de cada 100 adolescentes varones o mujeres están fuera del sistema de educación secundaria.
Una constante en las familias consultadas es la valoración del estudio como mecanismo de superación y mejoramiento en la calidad de vida de niñas y niños. Luego del terremoto se mantienen latentes en la niñez los temores frente a una nueva réplica. Aún es lento el retorno al sistema educativo, más aún cuando algunos de los profesores contratados decidieron no volver a las escuelas por temor a nuevos eventos sísmicos.
Tres actividades productivas principales dinamizaban la economía de la zona antes del terremoto: i) actividades agro-productivas; ii) pesca; y, iii) turismo.
El trabajo agrícola, considerado como duro y exigente, es asumido por los hombres. Tareas consideradas como fáciles son confiadas a las mujeres, por ejemplo el despicado de maní.
La actividad económica de la pesca se realiza por grupos de personas que no necesariamente pertenecen a las comunidades y se caracteriza por la alta rotación, se dice por ello que es una actividad de "grupos nómadas". Esta actividad es propia de los hombres, existe la creencia de que las mujeres traen mala suerte, especialmente cuando se encuentran en su período menstrual. Las faenas de la pesca son largas y agotadoras, por ello la preparación de alimentos se realiza en alta mar. Las mujeres y los hijos participan en la limpieza de las redes.
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