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Estado, sociedad y derechos humanos


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2015  •  Exámen  •  3.011 Palabras (13 Páginas)  •  468 Visitas

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Estado, Sociedad y Derechos Humanos

Cátedra: Solana Sansiñena

Trabajo Final

[pic 1]

Alumna: FERDMAN, Leila

Fecha de entrega:

11 de noviembre de 2015

Profesorado en lengua y literatura

Instituto superior del profesorado Dr. Joaquín V. González

Pregunta 1[pic 2]

[pic 3]

Pineau plantea, como punto de partida para poder comprender la educación como derecho, comprender al otro como “sujeto de derechos”.  “La educación debe ser entendida como un “derecho que da derechos.””.

Los ejes planteados por son tomados de la propuesta de Rosa María Torres (2003) con el fin de apuntar a una visión ampliada de la educación y el derecho a la educación:

-Derecho no solo de niños y niñas sino de toda persona. (Permite pensar en una educación ampliada, más allá de las categorías etarias.)

-Derecho no solo de acceder a la escuela sino a la educación. (La educación no empieza y termina dentro del ámbito escolar sino que lo excede.)

-Derecho no solo a acceder a la educación sino a una buena educación. (Actualmente existen en nuestro país la “buena” educación y la “mala” educación pudiendo accederse a una u otra, habitualmente, según el estamento social al que se pertenece; la “buena” educación debería ser un derecho para todos, debería ser la única alternativa.)

-Derecho no solo a acceder a la educación sino al aprendizaje. (El derecho a la educación no se termina en la asignación de un pupitre dentro de un aula, debe producirse un intercambio y un aprendizaje significativo en el cual el alumno pueda apropiarse del conocimiento.)

-Derecho no solo al aprendizaje sino al aprendizaje a lo largo de la vida. (Nuevamente se retoma aquí la idea de un proceso que excede al ámbito y tiempo de la escolaridad obligatoria.)

-Derecho no solo al acceso sino a la participación. (Esto implica una postura activa del alumno quien tendría un espacio real y sería reconocido como voz autorizada para opinar e intervenir en el proceso de enseñanza-aprendizaje tanto propio como de sus congéneres.)

La idea es repensar a partir de este punteo lo que significa el derecho a la educación. Ampliar el concepto más allá de lo que el alumno desee aprender o creamos que necesite aprender con fines específicos como el del ingreso al “mercado laboral” y comenzar a preguntarnos qué tiene derecho a aprender, porque eso es lo que, como educadores, debemos brindarle.

Pregunta 2

[pic 4]

En el texto Los Deberes de Herminia Brumana se plantea una de las cuestiones abordadas por Pineau, el dilema que se le presenta al docente de estudiantes que llegan a la escuela desbordados de conflictos y angustias familiares y sociales. ¿Qué debe hacer el docente con estos alumnos?

Tras la lectura del texto Los deberes no puedo evitar destacar los siguientes extractos:

 “(…) estoy cansada de comprobar que estos llamados malos alumnos no lo son por propia voluntad, sino porque la vida los maltrató primero.”

 “Yo soy maestra y tengo el deber de pedirles trabajo para la escuela”.

 Analizaré primero uno y luego el otro tomando como punto de partida la bibliografía propuesta de Pineau y Kaplan.

El primer enunciado remite a la cuestión de la estigmatización social que define a un alumno que no cumple con la tarea asignada, dentro de un sistema educativo claramente meritocrático, como un “mal alumno”. Sin embargo, la narradora del texto, no puede evitar pensar al alumno en su totalidad, más allá de un individuo detrás de un pupitre escolar. Esta directora comprende que debe conocer al sujeto antes de juzgarlo y castigarlo. La maestra del niño dice que “no sirve para nada”, pero no conoce el contexto en el que la vida de dicho niño está enmarcada; las demandas del mundo del trabajo con las que debe cumplir para asegurarse la subsistencia además de las demandas de una escuela que en principio no está proponiéndole nada dentro de sus necesidades inmediatas.

 Pineau planteará la necesidad de realizar una suerte de apuesta a que, frente a situaciones de desigualdad, pobreza y exclusión, los docentes recuperemos la posibilidad de desligar a nuestros alumnos de la profecía del fracaso futuro con la que llegan y de re-situarlos en un lugar de la posibilidad, confiando en que ellos pueden aprender, que van a hacerlo y que nosotros vamos a poder enseñarles. Hacia este punto se dirigirá la decisión de la directora de este breve relato. Mira al niño, le habla, le pregunta, lo conoce; conoce también sus limitaciones respecto de lo que puede hacer con la realidad que dicho niño vive y es en base a esto que toma una decisión: no castigarlo, no privarlo de la posibilidad de aprender sino buscar la manera de modificar la propuesta, de escalonar la demanda para que progresivamente resulte en una experiencia exitosa y fructífera. (Queda por fuera del texto y en manos de los lectores la reflexión acerca del tipo de propuesta educativa que necesita un niño de estas características y en esta situación para revertir/transformar un destino determinado en la sociedad por su “clase” de origen.)

Kaplan pondrá en relieve el valor insoslayable que posee la escuela para los niños y jóvenes atravesados por los condicionamientos materiales y simbólicos de la pobreza. Será en el tránsito por las instituciones donde podrán fabricarse una imagen acerca de su valía a partir de la forma en la que perciben que son reconocidos. Es por esto último que resulta de vital importancia la actitud de la directora en texto: la conversación, el interés y el pacto con el alumno es una muestra de confianza, de fe en sus capacidades. A veces, este simple gesto, es resignificado por el destinatario del mismo resultando transformador, esperanzador y disparador de nuevos objetivos y aspiraciones antes impensados. En una sociedad que los excluye y marginaliza la palabra de aliento, la confianza en que podrán, en que son capaces, son reveladoras.

El segundo extracto hace referencia a la función del docente. Kaplan dirá que si bien ningún docente es causa de la pobreza y la miseria social que tiñe la vida de los numerosos niños y jóvenes que pueblan las aulas; tampoco puede, y seguramente tampoco lo desea, permanecer ajeno o ajena frente a esa condición social estudiantil. Cabe la pregunta “quiénes son los sujetos, esto es, cómo configuran su realidad y sus identidades, qué condicionamientos los marcan y qué esperanzas portan quienes habitan las escuelas”.  La directora entiende que no puede obviar al sujeto en su totalidad, no puede aislarlo, pero aun conociendo sus carencias y padeceres, tampoco debe olvidar cuál es su tarea, su obligación, para con dicho niño. Ante la tentación de eximirlo de los deberes (en pos de reducir sus obligaciones diarias y habilitarle un espacio para el juego y la distención) comprende que la posibilidad de un futuro diferente para este alumno dependerá en gran medida de las herramientas que puedan brindarle dentro de la institución escolar. Pineau afirma, y yo acuerdo, que las generaciones adultas tienen la obligación de “amparar” a las generaciones jóvenes para que puedan educarse. Este “dar amparo” significa instalar una red de significaciones ante una realidad inexplicable que proteja, resguarde y posibilite el acceso a la sociedad y la cultura.

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