Hombre, Sociedad, Estado Y Derecho
hugoDLeon4 de Mayo de 2015
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El Hombre
El estudio del hombre como disciplina científica lo tiene asignado la Antropología, que combina su estudio, por una parte como miembro del mundo animal y por la otra en su comportamiento como integrante de una sociedad.
Las calidades que distinguen al hombre moderno como individuo, son el resultado de los largos procesos de hominización que alcanzó la especie humana a través de los siglos, se manifiestan según abundantes estudios antropológicos, a partir de la divergencia evolutiva en el devenir histórico.
Los homínidos comprenden al hombre actual y a otras especies de criaturas parecidas a él en diversos grados, ya desaparecidas. Las especies de homínidos pueden agruparse en tres géneros a saber: los Australopitécidos del Sur de África, los Pitecantropoides de Asia, y el género Homo, el cual además de la especie del hombre actual está dividida en varias razas vivas y varias extintas.
El desarrollo del hombre se divide en tres etapas:
1. Dominio de las Leyes Biológicas; esta etapa se desarrolla desde los monos antropoides (inicio de la postura erecta) hasta los Australopithecus (cerebro más desarrollado y vive en rebaños).
2. Leyes Biológicas y Socio-Históricas; comprende o se desarrolla con los Pitecantropus (utilización del fuego y produce instrumentos de trabajo).
3. Dominio de las Leyes Socio-Históricas; se desarrolla en conjunto con la evolución del Homo Sapiens (el desarrollo lo rigen las Leyes Socio-Históricas).
Para comprender de una mejor forma el desarrollo de estas etapas, a continuación se explica la evolución de los homínidos y el proceso de hominización.
EVOLUCIÓN DE LOS HOMÍNIDOS
Charles Darwin, en su libro: El Origen de las Especies, marcó una nueva era en el estudio de la evolución de los seres vivos, basándose en la existencia de los fenómenos observables de la herencia; pudo constatar que las diferencias heredables que conducían a superiores adaptaciones al medio ambiente, tenían por resultado la selección natural de los seres más aptos, es decir, los más fuertes para reproducir y perpetuar sus rasgos, y serían los que abrirían espacios a nuevas generaciones (la evolución).
La evolución del hombre y de la sociedad son dos lados de un proceso único. El proceso de hominización se desenvuelve en el cauce de dos tendencias que se entretejen complejamente. Por un lado, la adaptación directamente biológica al medio y, por el otro, la transformación social del medio con la ayuda e instrumentos de trabajo.
El examen propiamente fisiológico-anatómico o propiamente antropológico del surgimiento del hombre y de la sociedad, se basa en un principio reconocido hoy por la ciencia actual. Es el principio denominado como la “triada homínida”. Su esencia radica en que un elemento de esta triada (caminar erecto, las manos, el cerebro) preponderaba y, a la vez, servía de base para el desarrollo de funciones superiores y más complejas, pues inauguraba una nueva etapa de interacción con la naturaleza exterior.
El primer paso decisivo para la transición del mono al hombre consistió en el hecho de que, el antepasado de la humanidad probablemente era un ser parecido a los monos antropoides actuales. Vivía en las copas de los árboles, desarrollando una diferenciación entre manos y pies, mayor que la de los demás monos. Como se trataba de un animal relativamente grande y torpe, su defensa debía consistir en ponerse de pie para mirar más lejos. Bajo el influjo de cambios en las condiciones naturales de existencia y el modo de vida de los antropoides altamente desarrollados, estos seres tuvieron que caminar erectos lo que marcó profundamente la diferenciación entre la función de las extremidades superiores e inferiores. El andar erectos implicó cambios en el esqueleto, en especial en la columna vertebral y la estructura del cráneo, la planta del pie y los huesos de la pelvis, lo órganos de la vista, los centros motores del cerebro, etc. Sin embargo, lo principal radicaba en que “la mano era libre y podía adquirir ahora, cada vez más destreza y habilidad”.
El segundo paso lo marca el desarrollo de la mano como instrumento natural de trabajo, con cuya ayuda comienza a utilizarse otros instrumentos naturales y, más tarde, a crearse los artificiales. Esto conducía a desarrollar formas más complejas de adaptación activa al medio circundante, en tanto que se iba debilitando la acción de los mecanismos biológicos de adaptación.
El tercer paso de la evolución del hombre, la cefalización, es decir, el desarrollo acelerado del cerebro, a la formación de sus hemisferios superiores y lóbulos frontales: base-sustrato del pensamiento y el lenguaje como medio de reflejo e instrumento ideal para transformar el mundo circundante.
Las formas concretas y la duración de este proceso de humanización se discuten mucho. Algunos investigadores afirman que la rama que habría de evolucionar hacia el ser humano, se separó de los ancestros de los monos superiores hace unos 50 millones de años; otros le atribuyen como 20 millones. Entre los restos que se hallan, probablemente, en el camino evolutivo del ser humano, está los procónsules, de unos 20 millones de años de antigüedad, y que vivieron sobre todo en África; el oreopiteco, de hace unos 12 o 13 millones de años, que presenta características que lo hacen aparecer cercano al hombre; los australopitecos, de hace 5 a 1 millón de años, ya erguidos y, probablemente con herramientas.
El zinjantropo (un australopiteco; africano; casi 2 millones de años) es el homínido (ser muy parecido al hombre) más antiguo conocido hoy, ya usaba herramientas de piedra. Más recientes son el pitecántropo erecto (hombre de Java), que vivió hace medio millón o un millón de años, y que disponía de lenguaje articulado; el sinantropo (hombre de China), que ya usaba fuego; el hombre de Heidelberg (300,000 años) y el de Neanderthal (300,000 a 100,000 años).
Son ya decididamente hombres de nuestra especie los de Grimaldi y de Cro-Magnón, de unos 40,000 años de antigüedad, que no tienen diferencias anatómicas decisivas frente al hombre de la actualidad.
Por último, el problema de la evolución del hombre incluye el origen de lo social como actividad propia del ser humano (ante todo, el trabajo). Los antropoides eran animales que vivían en manadas. Su organización se diferenciaba sustancialmente, tanto de los propiamente animales como de los sistemas sociales primitivos.
En su origen, el trabajo es una forma de adaptación biológica de los antropoides superiores al medio circundante. En la actividad del trabajo, el hombre conoce la naturaleza, desarrolla su pensamiento y su lenguaje así como sus capacidades y habilidades; crea la ciencia y el arte. Es decir, que al mismo tiempo que el trabajo progresa y se hace más complejo, se desarrolla la cultura espiritual de las sociedades.
El hombre primitivo probablemente usaba un palo para defenderse, para ayudarse a excavar raíces y para caminar erguido; también empleaba piedras para abrir frutos duros, y como arma.
En una época posterior, aparecen las piedras toscamente labradas, se fabrican entre otros utensilios: cuchillos para cortar, raspadores para limpiar, punzones para agujerar pieles con el fin de unirlas y utilizarlas como abrigo. Pronto se realizan nuevas mejoras, como lo son el uso de la maza, la lanza y, posteriormente, el arco y la flecha que suponen ya un desarrollo intelectual y técnico bastante elevado. La honda y el arco son los primeros instrumentos que multiplican la fuerza humana, al acumular energía muscular; son, propiamente, las primeras máquinas.
Su supervivencia, y sobre todo su progreso, no puede darse en individuos aislados. Los conocimientos y la técnica necesarios para la elaboración de utensilios sólo pueden transmitirse por la enseñanza, que exige una convivencia prolongada. La cacería de grandes animales, o de manadas, se realiza en forma colectiva.
Hacia finales del período Paleolítico aparecen las pinturas rupestres, verdaderas obras de arte realizadas en las paredes de las cuevas. El hecho de que se encuentren frecuentemente en partes inaccesibles de las cavernas, demuestra que no se trata de obras de arte en el sentido actual de la palabra sino, seguramente, de trabajos con finalidades mágicas o de enseñanza. El estudio de las creencias de pueblos primitivos actuales nos hace suponer que se dibuja el animal como una forma de magia de caza. Se manifiestan aquí las primeras creencias de tipo religioso, que consisten fundamentalmente en la adoración de elementos de la naturaleza en el culto al tótem que es, el animal o la planta (o el símbolo de éstos).
El hombre de aquella época no conoce la propiedad. Únicamente hay cierta división de trabajo entre hombres (cazadores) y mujeres (recolectoras), y entre niños, jóvenes, adultos y ancianos.
Por otra parte, los magos-pintores son, indudablemente, artistas especializados. Vemos aquí, con antigüedad de unos 40,000 años, una primera división social del trabajo levemente esbozada.
En la época del Mesolítico, tiene como gran avance la domesticación de un animal, el perro, acompañante de caza, guardián que avisa los peligros que puedan amenazar al hombre. La gran importancia del hecho reside en que, por
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