HISTORIA Y ANTECEDENTES
Margely CmApuntes14 de Marzo de 2016
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PRI, PAN, PRD
Marzo 2016
Índice
HISTORIA Y ANTECEDENTES
∙ PRI
∙ PAN
∙ PRD
PORQUE SE DAN Y EXISTEN LAS ALIANZAS:
ALIANZAS QUE SE DIERON EN LOS DOS ÚLTIMOS SEXENIOS (CALDERON Y PEÑA NIETO)
BIBLIOGRAFIA
HISTORIA Y ANTECEDENTES
- PRI
El PRI como partido político hegemónico nació desde el poder en el inicio de la fase de consolidación revolucionaria luego de la elaboración y puesta en marcha de la Constitución de 1917.Se habló y se escribió a partir de la década de los años 20 de un Estado posrevolucionario que a decir de Paz (1978) completó su evolución con la creación de dos burocracias paralelas: la primera compuesta por administradores y tecnócratas, y la segunda formada por profesionales de la política, que es la que dirige en sus diversos sectores al PRI.
En consecuencia la fundación del Partido Nacional Revolucionario en 1929 bajo el gobierno de Plutarco Elías Calles, su posterior cambio a Partido de la Revolución Mexicana en 1938 durante el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río y su paso a Partido Revolucionario Institucional en la década de los 40 ya con Miguel Alemán Valdés, primer presidente civil, recorre todo el proceso político y partidista del siglo XX mexicano. De acuerdo con Krauze (1997) el PRI nació con Plutarco Elías Calles, se corporativizó con Lázaro Cárdenas del Río, se desmilitarizó con Manuel Ávila Camacho, y se convirtió en una empresa con Miguel Alemán Valdés.
Serrano (2012) refiere que el posterior desenvolvimiento del PNR, el PRM y finalmente PRI marcó el rumbo de la nación mexicana a lo largo de siete décadas, razón por la cual fue bautizado como “el partido oficial”, “el partido de Estado”, “la familia revolucionaria” o el heredero de la revolución institucionalizada”. Por ello (Paz) escribió que el PRI nació de una necesidad: asegurar la continuidad del régimen posrevolucionario, que estaba amenazado por las querellas entre los jefes militares sobrevivientes de las guerras y trastornos que sucedieron al derrocamiento de Porfirio Díaz.
A partir de la institucionalización en torno al PRI, como gran decisor se erguía el presidente de la República, nada se movía dentro del escenario nacional sino era autorizado por él. Este fenómeno fue estudiado por Carpizo (1998) donde observó que el presidente es el líder del país, tanto constitucional como políticamente, es quien decide en última instancia la acción del gobierno y encauza la actividad del congreso federal, de los gobernadores, del partido predominante, de los municipios, del sector paraestatal e incluso de la iniciativa privada y de las principales organizaciones obreras y campesinas.
Cossío (1979) señaló a la República mexicana como la única del mundo que se dio el lujo de ser gobernada por una monarquía sexenal absoluta, aunando a tal circunstancia que para ser presidente era preciso pertenecer a la familia revolucionaria.
A decir de Bayley (1990) de 1945 a 1975 la vida política estuvo inmersa en un círculo virtuoso donde hubo crecimiento económico, industrialización, estabilidad política y paz social, facilitando la movilidad social y la elevación de los niveles de vida. La inestabilidad económica después de 1975 que culmina con el desplome financiero de 19826 destruyo la efectividad administrativa y las elecciones comenzaron a convertirse en competencias en las que el voto de protesta rápidamente erosionaba la hegemonía priista.
Las elecciones en México fueron durante el correr del siglo XX una especie de teatralidad política, no fueron concebidas por la clase política gobernante como una fiesta cívica. El PRI como partido político obtuvo una y otra vez la presidencia de la República, las entidades federativas, las posiciones legislativas a nivel federal y estatal, el Senado de la República y las presidencias municipales mediante una serie de artificios electorales que le valieron numerosos adjetivos en el ámbito nacional e internacional. El relleno de urnas, la intimidación mediante el uso de las armas, el robo de papeletas electorales, la quema de casillas, el acarreo de votantes, el otorgamiento de puestos públicos, la entrega de productos de la canasta básica, programas de corte asistencial partidista, la desaparición de electores, el control electoral de la Secretaría de Gobernación, entre otras diversas formas ilegales y antidemocráticas de obtener el triunfo electoral fueron la patente política que mantuvo al PRI en el poder público durante diversas generaciones. El sistema político priista fue erosionándose de forma gradual debido a una serie de luchas cívicas encabezadas por algunos sectores opositores al régimen, que ocasionaron el forzamiento de reformas electorales en los años 70s , reconocer triunfos electorales de partidos de oposición hacia finales de los años 80, tanto en presidencias municipales como en gubernaturas, perder mayorías legislativas en congresos locales hasta perder la mayoría en el Congreso federal en el año 1997.
Crespo (2002) indica que históricamente el PRI reconoció el triunfo de un partido distinto (PAN) en 1946 en una pequeña alcaldía de Michoacán y en cuatro diputaciones federales. En 1958 se reconoció la victoria de una coalición opositora en una capital estatal: San Luis Potosí; posteriormente, una senaduría en 1976; para bien avanzados los años 80 en 1988 el partido oficial reconoció a cuatro senadores de la coalición neo cardenista y se aceptó el triunfo panista de 1989 en Baja California Norte. Durante los años 90 el partido hegemónico fue siendo desplazado en municipios y gubernaturas estatales por otras fuerzas políticas (PAN y PRD, siendo el primero el más beneficiado por el electorado) y para el año 1997 el PRI dejo de ser el partido controlador del Congreso de la Unión.
- PAN
El PAN es considerado como "el primer beneficiario de un proceso de territorializacion de la política que se acentuó durante la década de los ochenta, y a partir del cual este partido tendió a convertirse más en una confederación de partidos de notables locales que en un partido nacional en sentido estricto". Esta situación estuvo determinada:
l) Por su origen "como un partido que se inició con una convocatoria de sus fundadores a sus redes de relaciones personales. Por lo que desde su fundación el PAN contaba con una infraestructura de organización fuera de la capital de la Republica que, aunque débil y limitada", podría capitalizar durante la etapa de movilización política de los años ochenta.
2) Porque "la defensa del municipio libre fue uno de los temas centrales del ideario político y de los programas de gobierno del partido", 10 que también (resultaba) un sello de identidad frente a la centralizaci6n que lleva a cabo el Estado posrevolucionario". Ambas situaciones han contribuido a que en ciertos estados se ampliara una presencia panista antigua, en otros se afianzara la existente y en algunos más se implantara.
Por otra parte, la protesta antiautoritaria que empezó a organizarse en México después de 1982, en opinión de Loaeza, ha tenido una dimensión anti centralista de la que Acción Nacional se ha beneficiado, por lo menos por tres razones: 1) esta situación se adecuaba a la estrategia electoral de un partido de puertas abiertas; 2) la organización débil y descentralizada del partido tenía la suficiente flexibilidad para amoldarse a los cambios que acarreaban nuevos liderazgos y militantes, y 3) el partido podía sumarse a la defensa de los intereses y las particularidades locales apoyado en algunos de sus principios doctrinales. Así, en los años ochenta el PAN ganaría en consistencia y continuidad y se afianzaría como una estructura confederada y flexible, aunque la extensión a nuevas zonas de influencia también Ie imprimiría fragilidad a la organización.
Indudablemente el PAN, hasta el año 1994 al menos, ha sido el partido de oposición más exitoso, pero ha tenido que padecer los costos internos, programáticos e ideológicos, e incluso la renuncia de militantes que, con razón o sin ella, han sido desplazados o traicionados por la dirigencia. Esto sin contar con las acusaciones de sus aliados ocasionales que lo quisieran convertir en un ariete y no en un partido. En su análisis, Loaeza enfatiza los avances y los errores. Al parecer, el lector se enfrenta a un partido que se ha constituido en una auténtica opción, así como también le queda la imagen de un partido en construcción. En realidad, la autora no muestra al PAN como un partido de protesta, incluso en las páginas finales del libro, en el que afirma que “el PAN se convirtió en interlocutor del poder por perseverancia más que por audacia, porque estaba ahí, más que por haberse puesto ahí”. Al PAN aunque esto puede extenderse a toda la oposición, le queda aún mucho camino por recorrer. Hay un último punto que debe destacarse y discutirse. El análisis de Soledad Loaeza no se restringe al PAN, ni a sus circunstancias internas. La autora coloca al partido dentro del sistema político y no sólo una parte de él sino a un referente del mismo. Soledad Loaeza revisa y pone en duda la interpretación tradicional y generalizada de que el sistema político mexicano ha contado con un alto grado de institucionalización. Por el contrario, la autora plantea que el sistema tuvo amplia acción política en la que si bien existió una franja institucional hubo otra, más activa e incluso predominante, en la que no se dio ningún principio institucionalizado, (Hernández R., 2000).
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