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Intervencion Familiar

valitafca10 de Noviembre de 2013

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LA INTERVENCIÒN PROFESIONAL, POLITICAS PUBLICAS Y DERECHOS SOCIALES CLAVES PARA LA CONSTRUCCION DE CIUDADANÍA

Dra. Margarita Rozas Pagaza

El desarrollo de este tema implica necesariamente retomar algunas cuestiones que pueden ser consideradas como obvias y/o reiterativas, sin embargo su no enunciación puede dar por supuesto que la práctica se autoreferencia así misma. Por ello debemos partir diciendo que la práctica profesional y, en este caso la del trabajo social se insertan en un contexto lleno de tensiones que hacen de dicha práctica profesional un campo en cuestión pero, al mismo tiempo, su implicancia en dicho contexto la limita y/o facilita. Conviene aclarar que esa implicancia no es de externalidad, por el contrario es una relación significativa que abarca dos condiciones: una, referida a nuestras propias condiciones que como trabajadores nos enfrentamos en el marco de las transformaciones del mundo del trabajo y, otra con las condiciones no sólo materiales si no también humanas de los sujetos con los cuales trabajamos. Sumado a ello como agentes profesionales que se supone tienen un dominio sobre su campo profesional. En esta dirección es necesario partir de algunas premisas que orientan el desarrollo de nuestra exposición.

1. Las consecuencias que hoy vivimos después de la década de los 90 y que se ha revertido parcialmente, respecto a la precarización laboral de una gran mayoría de los trabajadores entre ello los trabajadores sociales sigue siendo uno de los aspectos que necesariamente condicionan la práctica profesional. en el carácter y tipo de vínculos que se establece entre trabajadores y empleados, este aspecto fue desde el punto de vista del empleo el rasgo característico de la década del 90 ( Danani:2003, pág 264). Que considero ello no ha cambiado y por el contrario se ha complejizado dichos vínculos y referencias o en todo caso podemos enunciar que están desdibujadas, una expresión de este proceso es el nivel precarización laboral a la que estamos sometidos.

En este marco pensar el carácter de asalariado de los profesionales es una línea interesante y al mismo tiempo polémico para pensar la práctica profesional al menos si reconocemos que dicha práctica está inserta en la dinámica de las instituciones que expresan relaciones de poder y formas de pensar y dar respuesta a las manifestaciones de la cuestión social materia prima en la que se que se desenvuelve la acción profesional.

En esta dirección Marilda Imamaoto señala “siendo el trabajo social un trabajador asalariado depende de la venta de su fuerza de trabajo en el mercado profesional de trabajo. Para que ello tenga valor de cambio es necesario que confirme su valor de uso” (pàg.174) es decir que ello significa que la formación profesional tenga en cuenta la demanda profesional del mercado de trabajo, sin que ello signifique una relación reduccionista de la formación a esta variable. Al mismo tiempo y contradictoriamente para mantener el valor de uso de nuestro campo existe una exigencia de mayor cualificación que simiente las bases de la argumentación de dicha práctica.

Por lo tanto la práctica profesional debe alcanzar cada vez más un nivel de profesionalización acorde con la complejidad social del siglo XXI cuya expresión más significativa es la crisis político-institucional que tiene sus efectos en la incapacidad para mejorar los criterios y mecanismos de distribución de los bienes y servicios que genera la sociedad. Por ello, la profesionalización como totalidad que implica diversos aspectos (producción de conocimiento, formación de grado, postgrado, definición argumentada del campo para la formación y la intervención) debería conjugarse en la construcción de un sentido de profesión que aceite las competencias teóricas y técnicas, para afianzar su campo. Dicho de otro modo, debe desarrollar la capacidad de emitir opinión profesional, es decir la capacidad de hablar y actuar legítimamente y con autoridad sobre un determinado área de conocimiento

Todos compartimos que el Trabajo Social es una disciplina de las ciencias sociales, de naturaleza interventiva. Se constituye como profesión en el proceso de división social y técnica del trabajo. Su naturaleza interventiva deviene de la atención a los sujetos individuales y colectivos que presentan limitaciones para la satisfacción de sus necesidades básicas derivadas de la cuestión social, en ese sentido se establece una relación mediada entre la acción social del Estado y la complejidad social en las que se inscriben dichas limitaciones, no sólo en el acceso a los recursos que se efectivizan en los denominados servicios sociales sino también en la calidad de los mismos. Por lo tanto, su campo de intervención se desarrolla a partir de un conjunto de demandas sociales que expresan el grado de conflictividad de la "cuestión social", vinculada fundamentalmente a la relación sujeto-necesidad. A mi juicio esta es la definición que permite compartir una visión de profesión. Al mismo tiempo esta concepción de trabajo social no puede ser interpretada al margen de las relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que se articulan en la sociedad denominada de manera general capitalista. Podemos también definir que una profesión está constituida por un conjunto de personas que logran tener un conocimiento específico que es producto del desarrollo de una competencia intelectual, un conocimiento técnico-operativo que los habilita a cumplir sus objetivos En consecuencia asumen una responsabilidad respecto al manejo de esas competencias profesionales y a los actos que realizan. El nivel de profesionalización permite, en cierto sentido, que se alcance niveles de autonomía lo cual implica, según Emilio Tenti Fanfani y Víctor Manuel Gómez, los siguientes atributos:

- Conocer mejor que nadie su campo de acción en virtud de un prolongado entrenamiento y educación previa, a la cual denominamos “formación profesional.”

- Sostener de manera argumentada decisiones que competen a su campo, en consecuencia su partencia está bajo la jurisdicción de la profesión y la entrada a la misma bajo el control de la asociación profesional permanente.

En ese sentido la práctica profesional debería estar regulada por un código de ética que no sólo delimite sus funciones y valores sobre los que se desarrolla el ejercicio profesional, sino también las sanciones que de ella derivan respecto a las responsabilidades que tiene el agente profesional. De ninguna manera estoy tratando de pensar esta relación como una hecho coercitivo, simplemente estoy planteando niveles de regulación del ejercicio profesional que son necesarios en términos del fortalecimiento del campo profesional.

Avanzando un poco más en la reflexión que gustaría platear las posibilidades y limitaciones de la práctica no solamente como una descripción de situaciones en las que se inscriben esas prácticas. Dicho de otro modo las prácticas profesionales tienen sus limitaciones y posibilidades en tanto ellas se inscriben en el marco de las limitaciones que la realidad presenta, esto planteado en dos sentidos: una porque es necesario aprehender la práctica vivida de los sujetos en un contexto determinado y , otra porque nuestros conocimientos que se construyen para esa práctica también está limitada por su complejidad y, por ello mismo no existe simultaneidad entre la lógica del conocimiento y la lógica de la práctica. Claro está que ellas tienen relaciones pero esas relaciones no sólo son constataciones sino que responden a modos de pensar y actuar y también posibilidades de direccionarla dicha práctica en uno u otro sentido. Estas relaciones van más allá de la práctica específica e inmediata, en tanto nosotros somos parte de construcciones discursivas que expresan esos modos de pensar y actuar.

Por ello me gustaría detenerme en dos cuestiones: uno, referido a la relación con la institucionalidad social y, otra a la capacidad de agregar valor a la dimensión pública de lo social. En cuanto a lo primero como señalaba anteriormente la crisis político institucional es la expresión más clara de la fragmentación de la vida social. Ello se expresa en la ruptura de lazos entre representantes y representados, en la alteración de las funciones institucionales no sólo porque no cuentan con recursos y condiciones materiales si no porque no logran comprender la complejidad de los problemas y en consecuencia la capacidad de cambiar concepciones, modos y mecanismos que conjuguen acciones innovadoras y propositivas. Como parte del engranaje institucional las prácticas profesionales se ven también tensionadas por esta situación. La falta de motivaciones en la práctica profesional y en la práctica de los sujetos ha llevado a vaciar de sentido las acciones profesionales. Por otro lado, las transformaciones de las políticas sociales y, sobre todo la focalización anclada en una visión restringida de lo que es un problema social influye obstruye la posibilidad de trabajar sobre otros criterios y visiones que en definitiva son de carácter teórico y político.

El dominio de nuestros campos y las alianzas estratégicas deberían aportar a la construcción de una autoridad profesional en lo social que permita marcar la insuficiencia o la insignificancia de las acciones institucionales. Alcanzar esta autoridad profesional puede permitir la visibilidad de los problemas sociales viejos y nuevos. Dicha visibilidad enriquece lo público como el

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