JUVENTUD Y CULTURAS URBANAS: EN BUSCA DE LA IDENTIDAD
sleipner24 de Enero de 2012
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JUVENTUD Y CULTURAS URBANAS: EN BUSCA DE LA IDENTIDAD
NELSON A. MUÑOZ M.
INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo, nos referiremos al tema de la juventud y las culturas urbanas . Para tratar dichas temáticas hemos optado por una mirada más conceptual y teórica, que hacer un listado de tribus y sus manifestaciones en nuestro medio. Esto nos da la idea de que no es posible entender el fenómeno de las tribus contemporáneas sin una ubicación en el largo plazo. De lo contrario, caemos en la tentación de clasificar y divagar sobre este fenómeno, quedándonos con explicaciones claramente insuficientes a la hora de intentar ahondar, algo más allá, de la simple función estética que ellas poseen, en el universo urbano de nuestro tiempo. Las tribus responden no sólo a una cuestión estética —aunque es innegable su componente y desarrollo— sino, sobre todo, a una respuesta ingeniosa y circunstancial que, algunos jóvenes, dan al estado actual de las cosas, que las sociedades contemporáneas les ofrecen. Por otra parte, salvo algunas excepciones, las culturas juveniles tienen una clara connotación temporal y fugaz, sobre todo en lo que se refiere a la permanencia de sus miembros en tales agrupaciones.
De lo anterior se desprende que, nuestra aproximación a la temática principal: la juventud y las culturas urbanas, será situándolas en un contexto amplio y, como parte de un proceso, de constitución del actor social juvenil, que transita desde el hecho social acontecido a mediados del siglo XIX —como fenómeno que entra y a la vez constituye un cambio radical en la historia de la juventud—, como es la introducción de los hijos de la burguesía capitalista, como constituyentes del fenómeno de la juventud, con la perspectiva y posibilidad, de un tiempo distinto y separado de la niñez y la adultez. Posteriormente, plantearemos la idea de la masividad como relación a la modernidad en curso y, que une a los individuos, con ello, también, a los jóvenes, en el anonimato de la humanidad. Frente a ello, la reacción juvenil: la tribu. También abordaremos, brevemente, la idea de que la tribu es el lugar actual en el cual el joven puede, acceder y encontrar y, encontrarse junto a otros, en la construcción de una identidad personal y colectiva.
LA JUVENTUD COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL
La juventud es una construcción social reciente, es decir, es una invención social a partir de la cual, la sociedad ha producido una nueva categoría existencial y vivencial, los y las jóvenes. Los y las jóvenes tal y cual los percibimos, entendemos o sufrimos hoy, son producto de la evolución que ha sufrido la sociedad moderna y capitalista. Sólo a partir de mediados del siglo XIX, y debido al auge de la burguesía capitalista, es que comienza a existir un tipo nuevo de sujetos, los jóvenes.
Estos jóvenes, gracias a los logros económicos de sus progenitores, que han dejado de ser niños, y que no necesitan hacerse cargo inmediatamente de la supervivencia personal y de sus familias, sino que han de prepararse, es decir, acumular sabiduría y educación, ensayar roles, para asumir posteriormente sus obligaciones son quienes, inicialmente, dan origen a lo que hoy conocemos como la juventud. Sin embargo, es sólo hasta los fines de la década de los cincuenta, cuando esta condición de juventud comienza realmente a generalizarse, extendiéndose a los hijos de las clases medias (profesionales y obreros industriales). Esta juventud, como categoría ampliada, se desarrolla inicialmente en EE.UU. y posteriormente en la Europa de posguerra, en el período de auge económico que sigue a la reconstrucción de Europa destruida y, que coincide con uno de los largos períodos de tranquilidad económica del siglo XX, que se verá interrumpido solamente con la recesión de los años 70 que golpeó particularmente a las economías europeo occidentales.
Mas sin embargo en América Latina, se deberá esperar prácticamente hasta fines de los 60 y principios de los 70 para que se haga generalizada, esta categoría, a los sujetos juveniles populares, pues hasta ese momento, la juventud —como categoría social— respondía exclusivamente al perfil de estudiante universitario. Es gracias a la masificación de la educación básica y posterior ampliación del acceso a la secundaria, al crecimiento de las ciudades, con su poderosa atracción sobre la vida tradicional campesina, junto a la masificación de los medios de comunicación, especialmente la radio y muy posteriormente la televisión, que se puede comenzar a hablar, de los y las jóvenes como categoría social amplia. Sin embargo, en esta construcción social de la juventud, como históricamente se ha dado, han permanecido ausentes, hasta hoy, los jóvenes rurales, y también las mujeres jóvenes. Ellos no son parte aún, en su totalidad, de este concepto de juventud, tal y como se lo entiende en las grandes ciudades urbanas, y que responde más bien al modelo de individuo, urbano y en gran medida estudiante.
DE LO INDIVIDUAL A LO COLECTIVO: LAS TRIBUS
En este proceso, por el cual se ha ido construyendo la categoría social de juventud, tienen fuerte presencia dos elementos: la dimensión de proceso (evolución), y la dimensión de masividad . En la primera, es posible reconocer que es indispensable separar el paso biológico (evolución), que conlleva para los y las jóvenes el dejar de ser niños, y adaptarse a su nueva condición de individuos aptos para la procreación, paso que los habilita, como reproductores biológicos de la especie; de la posibilidad, de su evolución social, es decir, como sujetos aptos para la reproducción de la sociedad en la que se encuentran incluidos. Esta tarea, en sociedades modernas como las nuestras, requiere de un período más largo y extendido en comparación con las sociedades tradicionales y rurales en las que ese proceso estaba bastante limitado y que se entendía, a veces, como simultáneo.
CEPAL (2000) lo expresa claramente al afirmar que con la aparición de la juventud burguesa, se produce una ruptura del concepto tradicional colectivo: «La concepción de la juventud pre-burguesa es corporativista. Cada corporación profesional tiene su propia juventud, o sea, expectativas de participación crecidas autónomamente» . Esta concepción colectiva que tiene su relato en estructuras sociales claramente definidas, se hace pedazos con la aparición de la juventud en el sentido actual, y que a diferencia de los modelos antiguos, se produce en las actuales condiciones, en sociedades altamente complejas y masificadas.
De ahí la necesidad histórica de definir una juventud en esta dimensión de proceso. En este sentido, compartimos la afirmación de Germán, que sostiene:
La pubertad responde más directamente a la reproducción de la especie humana; en tanto que, la juventud, apunta de manera más directa a la reproducción de la sociedad. En otras palabras, la juventud se inicia con la capacidad del individuo para reproducir a la especie humana y termina cuando adquiere la capacidad para reproducir a la sociedad (Germán) .
Es en este contexto, de proceso evolutivo, tanto biológico como social, donde debemos incluir el segundo elemento de nuestra reflexión: la masividad. Como resultado del cambio, demográfico y geográfico, experimentado a partir de los años cincuenta en las sociedades latinoamericanas, y que vienen a imitar la tendencia de países desarrollados, el crecimiento de la población comienza a darse principalmente en las grandes ciudades, ésta, que es una tendencia de la modernidad, tiene a su vez un impacto profundo en las conciencias de las personas que viven en estas sociedades, cada vez más urbanizadas.
Al creciente grado de tecnología, se suman fenómenos mundiales como la globalización e internacionalización de los mercados, la libre circulación de mercancías y mensajes, el nacimiento de grupos comerciales continentales, la preocupación originada de cuestiones relativas al manejo sostenible del ecosistema, las oleadas de desplazados económicos, etc.
En las condiciones actuales de acumulación en el marco del nuevo modelo globalizado, el empleo ha pasado de ser una preocupación por mejores condiciones de ingreso y participación de la fuerza de trabajo en el control de los factores de producción, a ser una cuestión que no está asegurada. Pues, las denominadas ventajas comparativas de los mercados del trabajo, se han convertido —gracias a la llamada tercera revolución tecnológica o de la información— en una seria amenaza para la producción y mantenimiento de los niveles de empleo que, por cantidad y calidad, se requieren en la actualidad.
Así pues, los y las jóvenes de las grandes urbes han comenzado a desarrollar, casi paralelamente a los cambios mencionados más arriba, mecanismos de respuesta alternos al modelo dominante. Estas respuestas no son nuevas, ni tampoco de última hora, son expresiones de la realidad juvenil que han acompañado estas últimas décadas que son, a la vez, de desarrollo y anonimato.
La intuición que emerge como respuesta, resulta de una paradoja. La idea de la modernidad asimilada a la aldea global, del predomino de una sola cultura, en el fondo, de una cultura hegemónica, encuentra su respuesta en la aparición de microculturas o microsociedades; de nuevas sociedades primitivas que empiezan a emerger en las grandes ciudades alterando el mapa urbano y el orden metropolitano. En el fondo, lo que se intentaba destruir (la variedad cultural) acaba reconstruyéndose o recreándose en nuevas formas de culturas urbanas, en algunos casos contestatarias y resistentes a la cultura
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