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LA MAZONERIA EN COLOMBIA


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2013  •  1.310 Palabras (6 Páginas)  •  283 Visitas

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HISTORIA DE LA MASONERIA EN COLOMBIA

Los principios filosóficos del siglo XVIII, con que la Masonería había logrado desquiciar las bases sustanciales de la Edad Media, no sólo se extendieron por toda Europa como un patrimonio de los hombres cultos, sino que, infiltrándose paulatinamente, lograron llegar hasta las colonias americanas, no obstante las precauciones tomadas por la Corona Española para evitarlo.

Los criollos que acudieron al Viejo Mundo tuvieron oportunidad de ponerse en contacto directo con los propulsores de aquél movimiento renovador, afiliándose muchos de ellos a la Francmasonería, impregnando así sus espíritus con las doctrinas que proclamaban la anhelada IGUALDAD, la LIBERTAD y la FRATERNIDAD.

Entonces la ideología del enciclopedismo, fruto de preclaros masones y filósofos franceses, abrió amplias perspectivas a los sentimientos embrionarios de los americanos. El principio de la soberanía popular, trajo como consecuencia el desprestigio del carácter divino de la monarquía, con lo que, poco a poco, fue formándose en la conciencia de los atribulados americanos el concepto de democracia y el deseo de disfrutar de las libertades individuales y políticas inherentes al nuevo orden social, planteado por la revolución ideológica que, como la luz de un nuevo amanecer, alumbraba los pardos horizontes de la humanidad.

Con motivo de haber sido condenada la francmasonería por el Papado, el monarca español Don Fernando VI dictó el 2 de julio de 1751 en Aranjuez una real cédula proscribiéndola por completo de su reino ibérico y sus dominios de ultramar, estableciendo severísimas sanciones para los transgresores de su voluntad soberana. De esas causas quedó encargado el férreo Tribunal de la Santa Inquisición para su juzgamiento, en cuyas manos perdieron su libertad cuando no sus vidas innumerables americanos que tan solo reclamaban el derecho de ser tratados como seres humanos y la posibilidad de ser los arquitectos de su propio destino.

Así las cosas, los miembros de tan implacable Tribunal, encontraron en aquellos hombres de espíritu libre el mejor combustible para sus hogueras, descubriendo horrendas formas de ejercer el tormento en el secreto de las cárceles, en la humedad de las mazmorras y en los calabozos sombríos, donde la perfidia criminal de los esbirros pretendió ser grata al cielo con oraciones y salmos maculados de odio.

Al mismo tiempo, quienes pretendían mantener incólume el statu quo y prolongar en el tiempo ese régimen de oprobios y de explotación desmedida del nuevo mundo, trataron de impedir muy porfiadamente la introducción y circulación de libros y publicaciones con el torcido aunque ingenuo propósito de mantener sumidos en la ignorancia a los pueblos americanos.

No obstante lo anterior, el himno de la libertad y la igualdad empezó a escucharse en todos los rincones del Continente, entonado al unísono por valerosos patriotas a quienes los americanos debemos no solamente nuestra existencia como naciones libres e independientes, sino además ese derecho de poder determinar nuestro propio rumbo y la realización de ese acariciado anhelo de pensar y razonar por nosotros mismos.

Esa tendencia continental golpeó también a las puertas de nuestro país, desempeñando en él un papel importantísimo en los sucesos históricos de nuestro proceso de independencia.

En el último cuarto del siglo XVIII se organizaron en Santafé de Bogotá las primeras logias masónicas, una de las cuales fue la dirigida por Don Antonio Nariño y Alvarez, uno de los prohombres más sobresalientes del momento, quien con el fervor indoblegable de su espíritu trabajó incansablemente por acabar con el velo de la ignorancia y reivindicar la dignidad de sus compatriotas. Además de traducir y divulgar la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, Nariño prohijó en efecto el levantamiento de columnas de nuestra primera logia, a la cual bautizó con el sonoro y hermosísimo nombre de "El Arcano Sublime de la Filantropía".

Con el correr de los días, lo más granado de la intelectualidad santafereña empezó a darse cita con inusitada frecuencia en la biblioteca de Don Antonio Nariño,

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