LA PARADOJA DE LA DIVERSIDAD
Verónica RodríguezEnsayo12 de Julio de 2022
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Trabajo Practico N° 1
I.S.F.D Y T. N°49
Tecnicatura Superior en Acompañamiento Terapéutico
2°AÑO
Investigación en Salud
Profesora: Gabriela Rosales
Alumna: Veronica Cintia Rodriguez
Año: 2022
LA PARADOJA DE LA DIVERSIDAD
Los rótulos descalificadores para referirnos a los “otros” que hemos adquirido en nuestro dialecto amparados por las normas sociales y culturales que descalifica a lo diferente, a lo diverso, son construcciones que se han sentido respaldadas por diferentes paradigmas médicos de salud mental.
Desde esta manera se fue instaurando un lenguaje despectivo que no fue puesto en tela de juicio hasta que el modelo social nos interpela cuestionando nuestro discurso. En este contexto surge la palabra “diversidad” para contenernos a todos dentro de un universo donde no existen las etiquetas, desde mi perspectiva una misión demasiado ambiciosa, pero acaba de una manera casi insoslayable convirtiéndose en una forma más de descalificar al “otro”.
De este modo el termino diversidad se fue convirtiendo en un sinónimo más de segregación, aunque disfrazada de inclusión.
Como señala Boris (2012:60)
Desde la perspectiva de Michael Foucault, la locura ha sido vinculada históricamente con alguna forma de incorrección moral, legal o social. Desde las naves de los locos, en las que los insensatos errantes eran confiados al cuidado de barqueros, la torre de los Locos en Caen (Francia), pasando por la creación del Hôpital Général en París en 1656, la internación, la coerción y el confinamiento fueron vistos como formas de corrección social. Particularmente desde el siglo XVII, se marginó sistemáticamente a estas personas de las posibilidades de participación en las sociedades de su tiempo a través de la institucionalización de los internados.
En el siglo XIX el paradigma asilar se enfocó en perseguir al distinto para desvincularlo de la sociedad, ya que no tenía espacio ni cura para su sufrimiento.
A su vez se iba gestando el modelo medico hegemónico de la mano del capitalismo. Como el antropólogo Menéndez (1988:451) lo definió
El conjunto de prácticas, saberes y teorías generados por el desarrollo de lo que se conoce como medicina científica, el cual desde fines del siglo XVIII ha ido logrando establecer como subalternas al conjunto de prácticas, saberes e ideologías teóricas hasta entonces dominantes en los conjuntos sociales, hasta identificarse como la única forma de atender la enfermedad legitimada tanto por criterios científicos, como por el Estado
De manera que se le otorga al enfermo el lugar de sujeto de cuidado, pero con una perspectiva biologicista, mercantilista, enfocándose en el síntoma, separando al ser humano en cuerpo-mente. Esto provocó una relación de asimétrica médico – paciente, en consecuencia, el enfermo mental debía ser “curado”.
En la década del 60´ irrumpe un nuevo criterio a nivel salud que cuestiona al paradigma imperante, se alzan voces que dan a conocer el modelo social, en el cual el sujeto es visto como un ser bio-psico-social. En este contexto emerge el concepto de diversidad con el afán de enmendar el daño que provocan estos rótulos, a tal punto que fue necesario anteponer la palabra persona cuando nos referimos a alguien con alguna discapacidad para recordarnos que hablamos de sujetos de derecho y que la discapacidad es solo una característica de los mismos.
Es así como la diversidad pretende ser la definición de lo heterogéneo, que nos incluye a todos; a mí y a los “discapacitados”; a mí y a los que tienen “dificultades”; a mí y a los “segregados”; a mí y a los “diversos”, a pesar del deseo de modificar como nos relacionamos con el “otro”, la barrera social todavía estaba presente. Como plantea Carlos Skliar (2008:224)
Y es que da la sensación que la diversidad se ha convertido en una palabra de orden (esto es, que se produce desde el orden y que, por lo tanto, profesa un orden) y que su simple mención constituye ya una virtud democrática, política, cultural y pedagógica, imposible de ser criticada o puesta bajo sospecha. Los discursos que hoy se reúnen en torno de la idea de diversidad, (de muy variado origen y, en ocasiones, de muy dudosa configuración teórica), se han vuelto autosuficientes y a menudo arrogantes, pues se sienten los únicos capaces de pensarse como una referencia indiscutible acerca del otro. Parece ser, por otra parte, que la etiqueta “diversidad” es “mucho mejor” que la etiqueta impura de la homogeneidad, “mucho mejor” que la etiqueta monstruosa de la discapacidad, mucho mejor que la etiqueta amenazante de la extranjería, “mucho mejor” que la etiqueta políticamente incorrecta de la pobreza, de la desigualdad, de la miseria, etc.
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