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LAS TEORIAS DEL CONFLICTO SOCIAL


Enviado por   •  7 de Junio de 2017  •  Prácticas o problemas  •  2.444 Palabras (10 Páginas)  •  268 Visitas

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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Facultad de Ciencias Sociales

Carrera de Sociología

Segundo cuatrimestre 2014

TEORIAS DEL CONFLICTO SOCIAL

Abigail Szleifer

DNI: 35.148.769

1.         La frase refiere a la forma en que el marxismo operacionaliza la lucha de clases para periodizar la historia, lo cual permite ver las jerarquías de las luchas y establecer los diferentes grados de conciencia que surgen con el desarrollo de la industria capitalista. En este sentido, Marx contempla el desarrollo histórico como una transformación continua de la naturaleza humana, en avances y retrocesos morfológicos que expresan las distintas formas que atraviesa la lucha de clases según la relación de fuerzas existente. La lucha de clases se hace observable a partir del enfrentamiento entre fuerzas sociales compuestas por fracciones de clase o clases que articulan alianzas mediante armas morales o materiales, y se sitúa objetivamente en la existencia social: implica el movimiento real de la sociedad, siendo un proceso continuo de construcción y destrucción de relaciones sociales que transforman a la lucha en la manifestación misma de la vida social.  Cada estadio de la lucha tiene una dinámica particular con categorías teóricas específicas. Si bien el proletariado empieza a luchar contra la burguesía en el momento de su surgimiento, la conciencia de clase implica un conocimiento tanto sobre las condiciones materiales que atraviesa la clase como del conocimiento de su propia capacidad para cambiarlas: la clase solo actúa colectivamente para imponer sus intereses cuando los conoce. El interés estratégico de romper las relaciones sociales de dominación capitalista, no surge meramente de una determinación estructural, si no que se pone de manifiesto en los grados de unidad de la clase como organización autónoma; la lucha de clases es una lucha con clases constituidas en sujetos políticos conscientes de sus fines. No es posible definir a las clases fuera de sus enfrentamientos.

El primer estadio es el menos desarrollado, dado que en él el proletariado no está constituido como clase. Esto es así porque la lógica del mercado es la imperante, y la consciencia de los obreros es fetichista: no pueden ver la relación de dominio que los aliena y enajena, con lo cual sus reacciones son cosificantes o individualizantes. Si bien el capital crea intereses comunes entre los obreros, la lucha es individual. En este estadio, existen formas primitivas de lucha (conducidas por la burguesía), que consisten en una competencia intraclase y una colaboración interclase. En este estadio, la hegemonía es lograda por el consenso, y dado que predomina la estructura económica (y no la superestructura) como condicionante de las relaciones sociales, el proletariado solo existe como fuerza productiva atomizada y plenamente heterónoma.

El segundo estadio es un primer paso en la organización, y en él opera la lógica de las negociaciones: el obrero utiliza la violencia como amenaza o en dosis pedagógicas para defender el precio de su mercancía. Supone la realización de un poder, pero con la meta de defender aún a la clase como tal; Gramsci analiza este momento en las relaciones de fuerza según el grado de homogeneidad y de autoconciencia y organización de los grupos sociales que determinan el grado de unidad de la conciencia política colectiva pero solo planteando la cuestión de Estado para lograr una igualdad civil y jurídica con el grupo dominante. Es en esta instancia en donde las condiciones objetivas para que la clase obrera se reúna u organice cobran mayor solidez, a partir de un crecimiento en la homogeneidad de las condiciones de vida de la clase. El sujeto se va constituyendo como colectivo al expandirse la clase en extensión y profundidad, pasando a nuevos niveles de estructuración en la resistencia. A la inversa del estadio anterior, se puede observar en este momento una colaboración intraclase y una competencia interclase, lo cual crea las condiciones de posibilidad para el desarrollo del tercer estadio.  De este modo, este nivel niega dialécticamente al anterior.

En el tercer estadio,  la lógica que rige es la de la guerra: supone la guerra civil, con bandos antagónicos plenamente constituidos, lo cual representa la relativa paridad en las relaciones de fuerza a partir de una mayor inestabilidad en la dominación. Lo político desaparece como confrontación simbólica y aparece como el fin último del poder, el cual apunta a cambiar el orden social. La organización es el partido, y la clase se va constituyendo como sujeto político. Las coaliciones toman carácter político y la lucha -que es lucha social-  ya es formalmente nacional y homogénea, unificando y centralizando al sujeto como fuerza política que conducirá una insurrección político-militar. Ya no predomina entonces la estructura como marco para las relaciones, si no que la dinámica del proceso político es la que conforma al proletariado en fuerza social política o partido revolucionario, impulsando la colectivización, la solidaridad, y la autonomía.

El análisis de los estadios nos permite observar que el proletariado, al constituirse como bando en la lucha de clases, no en tanto obrero si no como revolucionario, muta y se reconfigura cualitativamente para pasar de actuar no contra patrones aislados si no contra una clase y el sistema político que la defiende y legitima. El proceso de constitución del proletariado en clase para sí, expresa el máximo desarrollo de la lucha de clases en el cual se combate por otra lógica y se tienen objetivos políticos independientes y antagónicos respecto a los de la burguesía.  Las clases se constituyen en la lucha porque cobran existencia plena en los enfrentamientos. En el primer estadio, la clase es en sí por constituirse según su lugar en la estructura; en el tercer estadio, la clase es para sí porque se constituye según su lugar en la lucha, a partir de una articulación política. Lenin ilumina sobre dicho proceso al expresar que las masas se ponen movimiento y se convierten en luchadoras políticas solo a partir de la lucha económica que busca mejorar directamente la situación: la clase no es consciente de las ultimas determinaciones del estadio revolucionario solo por experimentar la explotación, si no que la conciencia aumenta en relación a los niveles de organización.

2.         Respecto del voluntarismo espontaneísta, Lenin expresa que el elemento espontáneo es una forma embrionaria de lo consciente: destellos de conciencia surgidos de un cálculo del momento y un reclamo concreto  que materializado en motines primitivos representan la necesidad de oponer una resistencia colectiva. En su análisis sobre las huelgas de fin del siglo XIX, argumenta que sólo se pudieron formar trade-unions debido a la carencia de teorías filosóficas que, impartidas por los intelectuales revolucionarios de la burguesía, debían plantear la tarea de finalizar con la autocracia. Este despertar de la vida consciente y de la lucha consciente de una juventud revolucionaria de teoría socialdemócrata fracasó en unir fuerzas por la falta de experiencia revolucionaria; la habilidad de organización y dicha experiencia son adquiridas con el tiempo. De este modo, el culto a la espontaneidad estancó el despertar de las masas en una lucha por ellos mismos y no por generaciones futuras, restringiendo la lucha al ámbito sindical. El error principal consistió en suponer que el movimiento obrero por su cuenta elaboraría una ideología independiente de la burguesía; Lenin reafirma la necesidad de que un sector de los intelectuales lleve la teoría revolucionaria a las masas, dado que el conocer la realidad no deviene automáticamente de experimentarla. El afán espontáneo del tradeunionismo de los obreros debe ser combatido en la tarea no de reducir el papel de la socialdemocracia al de servir al movimiento obrero como tal, sino que el movimiento debe plantear las nuevas tareas políticas y orgánicas en contraposición a la lucha por reivindicaciones políticas inmediatas. La táctica leninista consiste en establecer un plan que debe ser cumplido a rajatabla a partir de un momento político concreto. Por ello critica la falta de firmeza y resolución de las masas junto a una organización de los obreros socialdemócratas que debían pasar a la ofensiva para derrocar al gobierno en el caso de la Revolución de 1905. Para llegar a esa instancia, es necesario que los socialdemócratas eleven su conciencia y elaboren una política específica e independiente de la burguesía que se corresponda con los objetivos generales del socialismo. Si las masas se activan espontáneamente, la juventud socialdemócrata debe estar preparada para crear una organización permanente que funcione sin interrupciones y pueda dirigir a todo el movimiento, proponiéndose como tarea preparar a los mejores elementos del proletariado para que ante la profunda efervescencia se ponga el frente del ejército. En este sentido, Gramsci rescata la idea de Marx que señala que los objetivos nacen cuando se están gestando sus condiciones materiales. Así como ninguna sociedad se propone tareas para cuya solución no existan o estén desarrollándose las condiciones necesarias, tampoco una sociedad desaparece sin antes desarrollar todas las formas de vida en sus relaciones. Al respecto del economicismo, Gramsci aporta que debe determinarse si las crisis históricas son provocadas inmediatamente por las crisis económicas. En su análisis establece que lo económico es solo un aspecto parcial, dado que si bien las crisis pueden surgir por un malestar intolerable, también pueden surgir por mezquindades de los grupos dominantes. Analizar esta relación de variables permite mostrar las operaciones tácticas inmediatas que justifican las prácticas dadas según una relación de las fuerzas. Gramsci propone el estudio de las relaciones entre estructura y superestructura para analizar las fuerzas que operan en la historia de un período determinado, y así poder definir su relación. De este modo, identifica la existencia de dos movimientos, uno orgánico y permanente que elabora una crítica histórico-social, y uno inorgánico y de coyuntura que se dirige únicamente hacia los políticos de turno. Distinguir estos dos movimientos en la política y en la historia es lo principal tanto en una situación de prosperidad como de estancamiento de las fuerzas políticas. Los momentos de las relaciones de fuerzas por su parte, son 3, y se combinan según ideologías y políticas nacionales e internacionales, influyéndose recíprocamente, hasta llegar al tercer momento que consiste en una relación de fuerzas militares, primero militarmente en sentido estricto, y luego técnico-militar, el cual cristaliza el proceso revolucionario en un proceso propiamente político.

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