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La Biblia De Los Caidos


Enviado por   •  5 de Julio de 2015  •  1.047 Palabras (5 Páginas)  •  182 Visitas

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Tomo 1 del testamento del Gris

Fernando Trujillo Sanz

KINDLE EDITION

Copyright © 2012 Fernando Trujillo Sanz

http://www.facebook.com/fernando.trujillosanz

nandoynuba@gmail.com

Edición y correción

Nieves García Bautista

Diseño de portada

Javier Charro

TOMO 1 DEL TESTAMENTO DEL GRIS

Los hechos narrados en el presente tomo son una continuación directa del Tomo 0 de La

Biblia de los Caídos, y no es posible comprenderlos sin haber leído primero aquel.

Así mismo, también es preciso haber leído el Tomo 1 del testamento de Sombra, dado que

otorga una visión más amplia, especialmente del final de esta historia.

Tal vez un hombre sin alma no sea un hombre. Puede que sea un monstruo, como aseguran

algunos, o puede que sea mucho más que un hombre. Ni siquiera yo, que conozco toda la historia,

me atrevo a juzgar a un ser único.

El Gris, aquel que no tiene alma, es por definición un fenómeno insólito. ¿Cómo describir lo

que siente un hombre sin alma? Tal vez ni siquiera se deba intentar.

No ha habido otros como él y nunca los habrá. No se puede comparar con nadie, ni hay

precedentes para confrontarlo con otros. Sin embargo, mi opinión personal es que todos los seres

de la creación deberían ser juzgados por sus actos, no por su condición. Y los actos del Gris son

los que se narran en estas crónicas.

Que cada uno dicte su propia sentencia.

Ramsey.

VERSÍCULO 1

Bruno movía la cabeza y olfateaba, mientras arrugaba la nariz involuntariamente. Un olor

agresivo y penetrante, capaz de asfixiar a un hombre adulto, se extendía por toda la estancia.

Suspiró con resignación.

—¡Tenemos una emergencia, nena! —gritó.

—Te toca a ti —contestó Tamara entrando en el salón.

Tamara llevaba la cena sobre una bandeja roja con el estampado de Mickey Mouse. Esquivó al

pequeño David, que gateaba en la alfombra entre el arsenal de juguetes y metralla de piezas

descolocadas a los que apenas prestaba atención, y se sentó en el sofá.

—¿Cómo es posible que no te moleste este pestazo?

—Se acostumbra una —dijo ella. Cambió de canal con el mando a distancia—. Cuanto más

tardes peor será. Y no te librarás esta vez. Empieza mi serie favorita.

—Está bien. Allá voy —dijo Bruno recabando fuerzas—. Ven aquí, pequeño marrano. —Cogió

al bebé por las axilas y le alzó hasta que sus ojos quedaron a la misma altura. El olor le envolvió de

inmediato—. ¿Quién es el mocoso más cochino de todos? —Le dio una vuelta en el aire—. ¿Y quién

es el más guapo?

Apretó sus labios con suavidad sobre el cuello de su hijo y sopló. El bebé le devolvió una

sonrisa deliciosa. Bruno no tenía claro si era por el tacto de los labios y el calor de su aliento, o por

el sonido que producía, pero la pedorreta funcionaba. Al niño le encantaba y a él se le caía la baba

al verle sonreír.

Pero ni siquiera la sonrisa de su hijo de trece meses le ayudaba a soportar el olor.

—No me dejáis ver la tele —protestó Tamara—. Echaos a un lado.

—Vamos a dejar a mamá que vea su serie romántica —dijo Bruno haciendo una mueca al bebé

—, que si no, ya sabes cómo se pone.

Llevaba al niño boca abajo como si estuviera volando. Silbaba, imitando sin mucho éxito el

sonido del viento. El bebé sonreía, agitaba los brazos y pataleaba.

Bruno se detuvo en la puerta

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