La Biblia De Los Caidos
CesarCR20 de Marzo de 2014
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LA BIBLIA DE LOS CAÍDOS
Fernando Trujillo Sanz
SMASHWORDS EDITION
* * * * *
La Biblia de los Caídos
Copyright © 2010 Fernando Trujillo Sanz
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La presente novela es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y sucesos
en él descritos son producto de la imaginación del autor. Cualquier semejanza con la
realidad es pura coincidencia.
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SOBRE LA BIBLIA DE LOS CAÍDOS
No importa cuántas veces haya muerto. Yo lo veo todo. Contemplé el inicio y
contemplaré el final. Ese es mi camino y así ha de ser.
En el curso de mis incontables viajes he tomado una decisión que tal vez se aleje
de mi propósito original. Me dispongo a dejar constancia de una de mis travesías, de la
única que logró llamar la atención de mis ojos que todo lo han visto, aquella que
concierne a La Biblia de los Caídos. Si esta resolución es o no un error no lo sé, pero
así lo he decidido.
Podría resumir lo más importante que he tenido la ocasión de presenciar
revelando el contenido de la Biblia de los Caídos, descubriendo el secreto enterrado en
sus páginas. Sin embargo, no es así como ha de contarse una historia, ni sería posible
comprender la grandeza del alcance de dicho secreto. Antes de llegar a ese punto es
preciso relatar otros acontecimientos, tantos que la tarea se me antoja inmensa, incluso
a mí, y me apartaría de mis obligaciones por un tiempo excesivo.
Por eso he resuelto contar con la ayuda de varios cronistas. Ellos serán los
encargados de transmitir mis palabras. Les he pedido que las dividan en volúmenes que
tengan sentido propio, que concluyan, pero que se complementen y desarrollen la
historia global.
Mis cronistas escribirán cada relato en un tomo. Y los tomos a su vez se
agruparán en testamentos. Es posible comenzar la lectura por el primer tomo de
cualquiera de los testamentos, salvo que se indique lo contrario, pero no puedo dejar
de recomendar a quien aspire al verdadero conocimiento que inicie su viaje por el
tomo cero. Ese es el punto de partida correcto. Desde ahí estará en la mejor posición
para proseguir por el testamento que más le atraiga, aunque todos contienen parte de
la verdad.
Medité sobre la posibilidad de contar con un solo cronista para esta labor y no la
consideré acertada. Los cronistas son simples mortales, y un solo punto de vista no es
suficiente, pues no cubriría todas las necesidades de esta historia.
No obstante, yo supervisaré la labor de los cronistas, y llegado el caso, incluiré a
nuevos colaboradores. Lo que no consentiré en modo alguno es que la verdad se
tergiverse.
Todos ansiamos conocer nuestro destino, el sentido de nuestras vidas. Yo creo
haber encontrado el de la mía. Debe saberse lo que encierran las páginas de La Biblia
de los Caídos, su conocimiento y los sucesos que desencadenaron deben ser estudiados,
para aprender sobre ellos, reflexionar y meditar sobre el mayor secreto de toda la
creación. Ese es el objetivo que persigue mi obra y mi vida.
Y lo cumpliré, o no podré considerar justificada mi propia existencia.
Ramsey.
* * * * *
LA BIBLIA DE LOS CAÍDOS
TOMO 0
No me ha resultado sencillo escoger el inicio, el momento concreto y el
protagonista para empezar a desgranar el gran secreto de la Biblia de los Caídos.
Espero no haber errado al seleccionar a un hombre a quien no pude ignorar, que me
atrapó inmediatamente. Es una persona única y especial en muchos aspectos, que
destaca sobre todos los demás debido a un atributo singular: este hombre no tiene
alma.
Al tratarse del primer tomo de esta historia, decidí contar con Fernando Trujillo
para su redacción, un cronista con quien ya había coincido en alguno de mis viajes,
aunque de un modo fugaz, y que celebro que aceptara ayudarme en esta ardua tarea.
Aquí comienza la historia de aquel que no tiene alma y con ella se inicia la
crónica de La Biblia de los Caídos
Ramsey.
* * * * *
VERSÍCULO 1
Mario Tancredo siempre ocultaba su desprecio antes de rematar a un adversario, lo
reservaba para el momento preciso. Era más elegante de ese modo.
Le gustaba dar el golpe de gracia en su lujoso restaurante, durante una comida
supuestamente informal, que en realidad era un campo de batalla para los negocios. No
entendía por qué le atraía tanto aquel restaurante. Mucho tiempo atrás, cuando Mario
solo tenía seis años, su padre le había dado una buena zurra allí mismo, delante de todo
el mundo. Le había puesto sobre sus rodillas y le había azotado por haber protagonizado
una rabieta en público. Mario no quería tomarse las espinacas. Años después adquirió el
local, fustigado por un morboso sentimiento, y descubrió que le gustaba cerrar allí sus
tratos, aplastar a sus enemigos. El que hoy se sentaba ante él era uno de los más
odiados. Mario llevaba décadas soñando con este momento.
Degustó el caviar sin reflejar una sola emoción en su imperturbable rostro y alargó
la pausa cuanto pudo antes de dar una respuesta.
-Me temo que voy a rechazar tu oferta -dijo al fin con tono indiferente-. No estoy
interesado en tu dinero.
-Eres un maldito hijo de... -Ernesto logró dominarse y no terminó la frase.
Los comensales de las mesas adyacentes volvieron la cabeza hacia la pareja,
atraídos por el elevado tono de voz de Ernesto.
-A tu edad deberías saber guardar la compostura -señaló Mario-. El restaurante
está lleno y no creo que quieras montar una escena.
En realidad a Mario no le importaba en absoluto que se produjera un escándalo, ni
aunque tuviesen que cerrar el local.
-¿Desde cuándo no te interesa el dinero? -preguntó Ernesto. Le costaba disimular
el rechazo que sentía por Mario-. Te conozco y sé que no persigues otra cosa. No tienes
moral ni decencia. Desde que creaste tu imperio solo sabes arruinar a los demás. De
acuerdo, has conseguido el treinta por ciento de las acciones de mi empresa. Has jugado
bien, lo admito, y has ganado. Pero te estoy ofreciendo el triple del dinero que valen mis
acciones para recuperarlas. Es un trato más que justo y te hará más rico aún. No puedo
entender por qué no lo aceptas. Si quieres más dinero...
-Te lo repito -le cortó Mario curvando ligeramente los labios. Eran pocas las
personas que le habían visto sonreír, tal vez ninguna-. No quiero tu dinero.
Mario tomó la copa de vino y dio un sorbo con mucha calma. Escuchar de boca de
un rival que él había ganado era una sensación deliciosa, embriagadora, imposible de
igualar. Por muchas veces que la experimentara no se saciaría jamás. Era mejor que el
sexo. Ni siquiera cuando nació su hija sintió algo comparable.
Ernesto resopló de mala gana.
-Entonces, ¿qué quieres? ¿Mi empresa? No me lo trago. Tú eres un destructor.
Solo te apoderas de compañías que luego puedas despedazar para sacar dinero. La mía
no es rentable y lo sabes. Levantarla de nuevo te llevaría, como poco, dos años de duro
esfuerzo, y los dos sabemos que no eres de los que trabajan.
Mario no respondió. No tenía sentido negar lo evidente, y era cierto que los dos
hombres se conocían perfectamente el uno al otro, tanto, que sus insalvables diferencias
les distanciaban irremediablemente.
...