La Configuracion Internacional Del Neliberalismo
josealeman576630 de Marzo de 2015
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LA CONFIGURACIÓN INTERNACIONAL DEL NEOLIBERALISMO
¿IMPOSICIÓN DE UN ORDEN MUNDIAL CRIMINAL, “LEGALIZADO”?
El presente trabajo trata sobre la configuración internacional del neoliberalismo, el cual, a nuestro entender, es una imposición del nuevo orden económico mundial, donde la falta de controles a las grandes corporaciones transnacionales por un Estado fuerte y comprometido con las clases menos desfavorecidas, ha permitido el nacimiento de una nueva ideología liberal que trata de apoderarse de las materias primas y de los recursos naturales, generando desempleo, miseria y hambre, sobre todo en los países en vía de desarrollo. El neoliberalismo, es un movimiento de actualización del liberalismo, aparecido después de la Primera Guerra Mundial, que limita la intervención del Estado en asuntos jurídicos y económicos, lo cual genera un verdadero conflicto frontal entre las grandes corporaciones transnacionales y los Estados. Éstos aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales, políticas, económicas y militares por organizaciones globales que no dependen de ningún Estado y que en la suma de sus actividades no responden ni están fiscalizadas por ningún parlamento, por ninguna institución representativa del interés colectivo. En pocas palabras, el neoliberalismo socava toda la estructura política del mundo.
La necesidad hace al hombre dependiente, en consecuencia, dejar la economía a las leyes del libre mercado lo que está planteando, en el fondo, es que aquellos que tengan mayores necesidades, es decir los pobres y los excluidos, estén condenados a ser más dependientes y, en consecuencia, sujetos a ser explotados e incluso, oprimidos. Estos esquemas responden al mismo principio de la ley darwiniana de la “sobrevivencia del más apto”, con el pequeño detalle de que aquí no estamos hablando de animales, sino de personas.
El Neoliberalismo ha sido bautizado con la frase “neoliberalismo salvaje”, y es salvaje, sencillamente porque sus leyes son salvajes. Para analizar esto que parece un simplismo, es indispensable recordar cómo surge esta doctrina económica que hoy oprime a una buena parte de la humanidad.
El neoliberalismo es el nieto, genéticamente modificado, de las ideas liberales surgidas a raíz del capitalismo aparecido tras la revolución industrial. Estas ideas fueron sintetizadas particularmente por Adan Smith en su libro “Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”, aunque en su desarrollo también intervinieron pensadores de la talla de Locke, Montesquieu, Hume y John Stuart Mill, entre otros.
El capitalismo vivía momentos de gloria, alzándose sobre los hombros de hombres, mujeres y niños explotados, hasta la aparición de las luchas sociales de principios del siglo XX, la Primera Guerra Mundial y el crack económico de 1929. Entonces, el Estado pasó a tener una mayor injerencia y control social, hasta que, en la década de los ochenta, los gobiernos de Margaret Thatcher, en Gran Bretaña, y Ronald Reagan en Estados Unidos, principalmente, retomaron las viejas ideas liberales, acompañadas de una alta dosis de publicidad y el asesoramiento de los tecnócratas de moda, que rebautizaron las ideas del siglo XVIII con el nombre de neoliberalismo, vendiéndolas al mundo con cualidades de panacea.
El neoliberalismo considera a la economía como un sistema que se autorregula basado en las leyes de la oferta, la demanda y la competencia, y frente al cual el Estado sólo debería intervenir en situaciones excepcionales. Parte de una concepción eminentemente comercial de la economía, en donde la persona es una pieza más del sistema. El ser humano hará funcionar la maquinaria económica en la medida en que sus necesidades lo obliguen a consumir y sus instintos egoístas lo hagan desear más riquezas para, de esta forma, consumir todavía más.
Ahora bien, cuando abandonamos el plano particular y vemos al mundo en su conjunto, nos damos cuentas que las leyes del capital generan las mismas injusticias, pero en el plano de las naciones. Peor que esto, es ver que en los países en los que se han aplicado las fórmulas neoliberales, no sólo los resultados macroeconómicos no han sido, a la larga, los esperados, sino que además, en el plano social, estas recetas lo que han logrado es profundizar mucho más las inmensas brechas que existen entre ricos y pobres. De allí que, la fortuna de sólo una de las personas más ricas del mundo sea superior al PIB de varias de las naciones más pobres, por sólo mencionar uno de los ejemplos más clásicos y dramáticos.
Pero, además de todo, está el problema de la apropiación indebida de los bienes colectivos, como es el caso de la tierra y del ambiente. Dentro de este esquema económico, la tierra deja de ser el sitio en donde se nace y se vive y del cual se extraen los alimentos, para convertirse en un elemento más de la cadena de producción, lo que generalmente trae como consecuencia el monocultivo y por ende la escasez de alimentos, los cuales tienen que ser traídos de otros lugares. Con el medio ambiente sucede peor, puesto que la falta de intervención de un Estado que controle los daños que se le pueden causar a la naturaleza durante el proceso de producción, hace que comunidades enteras hayan visto enfermar a sus hijos luego de la instalación de una fábrica.
El Papa Juan Pablo II plantea la dignidad del trabajo humano, el cual no puede ser visto simplemente como una mercancía a ser vendida o pagada, o como una manera de mejorar la productividad y de reducir costos, sino que tiene que ver directamente con el desarrollo pleno del ser humano y con su esencia. El ser humano trabaja porque es persona y no porque forma parte de un sistema económico en el cual él sólo es una pieza más. De igual manera, el trabajo es una forma de crecimiento personal, pero también social, porque engrandece a los pueblos y a la familia.
LA CONFIGURACIÓN INTERNACIONAL DEL NEOLIBERALISMO
¿IMPOSICIÓN DE UN ORDEN MUNDIAL CRIMINAL, “LEGALIZADO”
El Neoliberalismo ha sido la ideología hegemónica en materia económica desde el comienzo de la década de 1980. Desde el inicio del nuevo siglo, sin embargo, la intrínseca irracionalidad del neoliberalismo, su fracaso en promover el crecimiento económico de los países en desarrollo, su tendencia a profundizar la concentración del ingreso y a aumentar la inestabilidad macroeconómica (demostrada por las continuas crisis financieras de los 90), constituyen indicadores de su agotamiento. El castillo de naipes neoliberal, que por algunos años ofreció cierto grado de buen rendimiento en cuanto al aumento de los valores macroeconómicos a nivel internacional se refiere, ha comenzado a derrumbarse, víctima de sus propios errores, desde su misma base: los países capitalistas desarrollados. Pero, como siempre ocurre en estos casos, son aquellos países subdesarrollados situados en la periferia del sistema los que en mayor medida están teniendo que soportar los efectos de la actual crisis económica capitalista generada por la especulación y la avaricia neo-liberal. Tras décadas de imposiciones neoliberales a las políticas de desarrollo de estos países (vía BM y FMI), con unos resultados, a diferencia de lo ocurrido en el ámbito de los índices macroeconómicos internacionales, más bien modestos, la llegada de la crisis ha vuelto a poner de manifiesto la insostenibilidad del paradigma neoliberal como modelo de desarrollo para los países situados en la periferia del sistema. Es ahora cuando la ineficiencia de estas políticas, así como lo inadecuado de sus planteamientos para con el papel que el Estado debe jugar en el crecimiento de estos países empobrecidos, se ha ejemplificado con toda claridad. Incluso los logros alcanzados en los últimos años, tras la aplicación a escala mundial de toda una serie de medidas destinadas a alcanzar los Objetivos del Milenio (ONU, 2000), se están viendo ahora amenazados por los efectos de la crisis actual. Lo que para occidente es básicamente una crisis económica en el ámbito financiero que ha acabado por repercutir en la economía real con resultados no poco preocupantes para sus clases trabajadoras, en los países empobrecidos se ha destapado en toda su crudeza como una crisis que abarca una triple dimensión: financiera, energética y alimenticia, y que está conduciendo a sus gentes a situaciones realmente trágicas. La pobreza, el hambre, el desempleo, en pocas palabras, la falta de alternativas reales para una vida digna, están alcanzando ahora cifras nunca vistas en la historia. Todo ello a pesar de que los apologetas del neoliberalismo siguen fieles a su discurso según el cual “para cualquier observador más o menos lúcido de lo que ha ocurrido con las economías estatizadas y el intervencionismo estatal, es inevitable reconocer que sólo una economía abierta trae desarrollo y progreso” (Vargas Llosa, 2009). Las evidencias, podríamos responder, sugieren justamente lo contrario: que si tras tres décadas de aplicación sistemática de los postulados neoliberales en los países empobrecidos, los índices de pobreza, de desigualdad social y, sobre todo, de acumulación del capital en cada vez menos manos, no han hecho sino aumentar, no será, pues, el neoliberalismo quien traiga desarrollo y progreso para los países empobrecidos de la periferia capitalista. El neoliberalismo, como mucho, traerá para estos países el desarrollo de la dependencia y la explotación, el desarrollo del subdesarrollo.
Neoliberalismo y desarrollo
El neoliberalismo tiene su basamento teórico en el liberalismo económico de finales del siglo XVIII, principios del siglo XIX, teoría que fue expresión del propio desarrollo capitalista
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