La Mediocridad
passoly24 de Agosto de 2014
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Sobre la mediocridad vivimos.
¡Sobra la mediocridad!
Sobra la mediocridad en el sentido de que existen muchísimos más mediocres que los necesarios, en realidad no debería existir ninguno puesto que no son necesarios para nada. Para nada de nada.
Y…
Sobra la mediocridad en el sentido de que se burla de los demás de manera insolente.
Se estarán preguntado qué “bicho me ha picado” para realizar aseveraciones que no son novedad, que no revelan nada que nadie no sepa, pero quizá por aquello de que “nunca está de más”, y porque todos los días la mediocridad clava su arma ofensiva de acero obligada a hacer cosas degradantes y denigrantes para brillar, degradando a otros que brillan, porque su accionar jamás termina, quizá por aquello de que “yerba mala nunca muere” y porque así como Hezbollah le avisó al mundo que “sigue vivo” y realizó el atentado en Bulgaria, el mediocre “avisa” que sigue vivo, avisa porque de lo contrario pasa desapercibido, pero como él quiere brillar, avisa también de algún modo “atentando” contra los demás.
Es entonces que voy a definir una entidad: la entidad Mediocre. También podría ser un comando terrorista, de algún modo el Mediocre comete acciones “terroristas”, puesto que de modo constante intenta “matar” al objeto de su envidia. ¿Cuál es ese objeto? El que brilla. El que tiene luz propia. El Mediocre, carece de luz propia.
Con esto no quiero decir que todos quienes carecen de luz conforman el Conjunto Mediocre. No.
El Conjunto Mediocre está conformado por quienes carecen de brillo e intentan apagar el brillo de los que brillan, si se me permite la redundancia.
Entonces, vamos a definir a la entidad Mediocre con esta oración:
“Quien no brilla y acciona para apagar a los que sí.”
Vamos a comentar algunas características psíquicas de los mediocres, que los encontramos en “cualquier lugar en el mundo”: en el trabajo, en los medios, en el arte, en ¡todos lados!
Vivimos una especie de Polución Mediocre. Todo lo contaminan. Bah, lo intentan pero no lo logran. O sí. Vaya uno a saber.
Nadie ha nacido sabiendo. Ni el más sabio del mundo ha nacido sabiendo. Todos y cada uno de nosotros somos arrojados acá, y no sabemos nada de nada.
Conforme con nuestras vivencias, vamos aprendiendo y aprehendiendo conductas, y nos vamos haciendo.
Y vamos creciendo.
Y vamos brillando.
El mediocre, en algún punto de este camino se queda “atascado”.
Convengamos que todas las personas tenemos virtudes y miserias. Nadie es absolutamente virtuoso y nadie es absolutamente miserable. Somos un equilibrio.
Podríamos decir que el mediocre no sabe balancear su combo de virtud-miseria. Por lo tanto, sólo se ve en él la miseria y no la virtud.
Podríamos decir muchas cosas acerca de los mediocres. Pero vamos a partir de este concepto, y lo reiteramos: “Solo se ve en él la miseria y no la virtud”.
Cuando el individuo mediocre hace conciencia de que él es miserable, y no virtuoso (ya dijimos que la causa es que no sabe balancear su combo de virtud-miseria), y hace conciencia de que existen otros individuos que SI son virtuosos, comienzan a gestarse en él emociones destructivas, como lo son los celos y la envidia: en ese marco es que definirán el objetivo primigenio de emular alguna cualidad que el virtuoso posee.
Dicho de otro modo, presumirá ante los demás o le mentirá la los demás acerca de un don que no posee.
Pero, como eso no será suficiente, además, tratando de “emparejar para abajo”, no se contentará con lo anterior, sino que además también mentirá acerca de quien
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