La Modernidad
silvinallf7 de Julio de 2014
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HOMO VIDENS – La sociedad teledirigida (SARTORI)
Homo sapiens: clasificación de Linneo a la especie humana en su Sistema de la Naturaleza (1758), lo que lo hace único frente a los primates es su capacidad simbólica, es decir, el hombre como “animal simbólico”. El hombre no vive en un universo puramente físico sino en un universo simbólico: lengua, mito, arte y religión son los diversos hilos que componen el tejido simbólico.
La capacidad simbólica de los seres humanos se despliega en el lenguaje, en la capacidad de comunicar mediante una articulación de sonidos y signos “significantes”, provistos de significado. El lenguaje esencial que caracteriza al hombre como animal simbólico es “lenguaje-palabra”, el lenguaje de nuestra habla. El hombre es un ser parlante, un animal loquax, que continuamente está hablando consigo mismo, lo cual es una característica que lo distingue radicalmente de cualquier especie de ser viviente. El hombre reflexiona sobre lo que dice. El lenguaje no es sólo un instrumento del comunicar, sino también del pensar. Y el pensar no necesita del ver.
Las civilizaciones se desarrollan con la escritura, es el tránsito de la comunicación oral a la palabra escrita lo que desarrolla una civilización. Hasta la invención de la imprenta, la cultura se fundamente en la transmisión oral. La reproducción impresa culmina con la llegada del periódico (siglo XIX).
A mediados del siglo XIX, ocurre la invención del telégrafo y el teléfono, los cuales hacían desaparecer las distancias y daba comienzo a la era de las comunicaciones inmediatas, como la radio. De este modo, los libros, periódicos, teléfono y radio son elementos portadores de comunicación lingüística (la voz, el habla).
A mediados del siglo XX, se produce la aparición de la televisión (“ver desde lejos”) y con ella una ruptura de lo anterior. Lleva ante los ojos de un público de espectadores cosas en puedan ver en cualquier sitio, desde cualquier lugar y distancia. En la televisión el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la voz de un hablante es secundaria a la imagen, está en función de ella, comenta la imagen. En consecuencia, el telespectador es más un animal “vidente” que un animal simbólico, para él las cosas representadas en imágenes pesan más que las cosas dichas con palabras.
El empobrecimiento de la capacidad de entender
El homo sapiens debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su “capacidad de abstracción”. Las palabras que articulan el lenguaje humano son símbolos que evocan también “representaciones” y llevan a la mente figuras, imágenes de cosas visibles, por ej: gato, árbol, mesa.
Casi todo nuestro vocabulario cognicitivo y teórico consiste en “palabras abstractas” que no tienen ningún correlato en cosas visibles, cuyo significado no se puede traducir en imágenes, por ej: Estado, nación, democracia, felicidad, libertad. Algunas de estas palabras se pueden traducir en imágenes como la felicidad con un rostro sonriente o la inteligencia con un cerebro.
En síntesis, todo el saber del homo sapiens se desarrolla en un “mundus intelligibilis” (de conceptos y de concepciones mentales) que no es en modo alguno el “mundus sensibilis” o mundo percibido por nuestros sentidos. Y la cuestión es ésta: la televisión invierte la evolución de la sensible en inteligible y lo convierte en el “ictu oculi”, en un regreso al puro y simple acto de ver.
La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender.
Lo que nosotros vemos o percibimos concretamente no produce “ideas” pero se insiere en ideas (o conceptos) que lo encuadran y lo significan. Y éste es el proceso que se atrofia cuando el homo sapiens es suplantado
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