La Nación de los refugiados
noemyyApuntes5 de Marzo de 2016
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* Por Mariano Beldyk
La Nación de los refugiados
Las crisis globales, el hambre, las guerras, las catástrofes naturales. Las causas del éxodo pueden ser muchas. Los efectos son conocidos: aventurarse hacia otras tierras sabiendo que en ese tránsito se puede perder la v ida. Y luego, comenzar de nuevo sin recursos, en otra cultura y bajo la mirada estigmatizante de los locales.
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“Una vez intenté matarme.” La confesión no sale fácil de la boca de Marie Fatramise Bien Aimé. No sólo su nombre suena exótico. También su acento. Y su figura, que contrasta con la habitual fisonomía europea que abunda en las calles porteñas: negra, alta y con una cabeza repleta de trenzas bahianas. Aunque ha logrado domar el idioma para sobrevivir, algunas palabras aún tropiezan con su lengua. Hace doce años, cuando llegó de Haití a Ezeiza, no hablaba una palabra de castellano y sólo sabía que la Argentina se alzaba en un Sur alejado. Su país estaba sumido en un vórtice de autodestrucción tras la caída del presidente Jean-Bertrand Aristide y una sentencia de muerte pesaba sobre su padre, un militar leal al gobierno. Por la sangre, la condena se extendía a la familia entera. “En mi país no se tolera al que piensa distinto. Se lo mata. Por eso, llegué a odiar a mi tierra, porque me hizo mucho daño”, narra en un bar de Once, a cuadras del departamento que alquilaba hasta que la policía la desalojó hace unas semanas. Ahí se enteró de que la habían estafado, otra vez.
Con su esposo en Nueva York y una hija de 7, las opciones eran escasas en 2003 para esta maestra de primario que militaba en su Puerto Príncipe natal. Quedarse y morir. Escapar y vivir.
Un amigo que entonces jugaba para un club de fútbol de Polvorines le habló de la Argentina.
–No piden visa, como en otros lugares, tan sólo el dinero para entrar como turista –la convenció.
Así que no lo dudó. Pero al llegar a Buenos Aires le robaron todas sus pertenencias en el hostel. Y al presentarse en la Comisión Nacional para los Refugiados (Conare), la dependencia de Interior para situaciones de migración forzada como la suya, no encontró funcionario que hablara francés. Por lo que tuvo que marcharse.
“Fue muy, muy difícil. No tenía contacto con mi familia. Lo último que me enteré es que habían asesinado a mi padre y uno de mis hermanos estaba desaparecido. Luego no supe nada más de ellos, de mi hija. Llegué a imaginar que todos habían muerto –recuerda Aimé–. Por la calle me miraban raro. Subía al colectivo y era la única negra. No había muchos negros en Buenos Aires entonces. Me sentía sola, pese a que algunas personas que conocí habían sido buenas conmigo.”
Una noche trepó hasta un octavo piso. Se asomó al precipicio. “Cuando uno está desesperado, piensa mucho. Cosas terribles. Hasta que esa vez fue diferente, estuve muy cerca de hacerlo.” Algo la frenó. Ella lo llama “Dios”. “En mi tierra, la gente es muy creyente. O cree en Dios, o cree en otra cosa, pero en algo cree”, explica. Y no duda de que fue ese Dios, que una y otra vez irrumpe en su relato cada vez que alude a alguna adversidad, el que supo recompensarla.
Tras varios años en la ilegalidad, volvió a la Conare en 2006 y, esta vez, su suerte fue diferente: se convirtió en una de los cientos de refugiados que viven y trabajan en la Argentina. Y pudo reencontrarse con su hija, quien siguió el vuelo de su madre hacia el Sur y hoy está a punto de terminar sus estudios secundarios gracias a la ayuda del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
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Viernes 13 de noviembre de 2015
Hipocresía y oportunismo
Entrevista al sociólogo y especialista en migraciones Lelio Mármora, quien analiza la crisis de Siria y la región, la respuesta de Europa y los vasos comunicantes que unen a las grandes potencias con los movimientos insurgentes. ¿Es posible aprender de esta situación para que no se repita a futuro?
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Lelio Mármora no sólo es sociólogo y especialista en migraciones. Su vida fue y es particularmente intensa, atravesada por el nervio político que marcó buena parte de la última etapa de la historia de la Argentina. Fue cercano a Juan Domingo Perón en su etapa de exilio en Puerta de Hierro, funcionario en su último gobierno, perseguido de la Triple A y bastante más. Vivió en Perú, Colombia, Ecuador. Hoy es director del Instituto de Políticas de Migraciones y Asilo (Ipma) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Además de su gestión política y docente, escribió más de cien ensayos referidos a temas migratorios, de población y de relaciones internacionales. Su libro Las políticas de migraciones internacionales (1997), editado por las Naciones Unidas, obtuvo una gran repercusión y fue traducido al inglés y al francés. Las crisis migratorias que desangran a parte de África del norte y del Medio Oriente son parte de sus actuales obsesiones.
La hipocresía de Europa y las injerencias de EE.UU., Rusia y otras potencias globales conformaron una situación en extremo volátil y compleja. Mármora considera que volver a un equilibrio no será nada sencillo. Pero que antes que nada se deben comprender las situaciones que llevan a millones de migrantes a huir desesperadamente de sus países dejando todo atrás. Primero deberán resolverse las cuestiones humanitarias, pero las causas que determinaron este brutal desequilibrio también tendrán que ser atacadas para desarticular el combustible de esta crisis.
–¿Cuáles son los orígenes de esta crisis migratoria?
–Tenemos por lo menos dos grandes motores que empujan estas migraciones masivas. Uno tiene que ver con los conflictos bélicos y étnicos que se desarrollan en el norte de África, en el Medio Oriente y Afganistán; el otro gran movilizador de las migraciones es la pobreza y la miseria. La gente quiere escapar de un presente muy duro y encontrar un futuro por lo menos esperanzador para ellos y sus hijos, por ejemplo, los subsaharianos de África.
–¿De qué cantidad de personas estamos hablando?
–Solamente de Siria proceden cuatro millones Refugiados sirios recién llegados a la isla griega Cos. Las precarias embarcaciones en las que se ven obligados a viajar no siempre logran sortear las inclemencias del mar mediterráneo. de migrantes forzosos. Es gente desesperada que necesita huir del horror de la guerra. No se trata de una búsqueda de nuevos horizontes, un cambio o una mejora en sus vidas. Es cuestión de vida o muerte. De ahí la magnitud y la desesperación. Pagan cifras millonarias a los traficantes de personas, arriesgan sus vidas y, como se pudo ver, muchos mueren intentando escapar en transportes que no respetan las normas básicas de seguridad.
Y tienden a ir a Europa por una cuestión de proximidad y porque es una región que tiende a garantizarles paz y cierta ilusión de prosperidad económica.
–¿Cómo sería la mejor forma de manejar esta situación?
–No es sencillo encauzar dentro de cierta gobernabilidad estos flujos tan grandes y complejos. La primera reacción de Europa fue de desinterés y falta de solidaridad. Hay que tener en cuenta que Europa no está recibiendo el mayor volumen de migrantes. El 25 por ciento de la población de El Líbano son migrantes. Los que recibió Europa no superan el 0,25. El tema es que se haga de una manera coordinada y consensuada. Cosa que parecería empezar a buscarse en el Viejo Continente, a pesar de muchas resistencias internas. Pero la crisis de los migrantes no debería hacer que olvidemos sus causas. Las guerras en estas zonas no son casuales ni esporádicas. Responden a injerencias múltiples y reiteradas de países occidentales que desde hace décadas, incluso en algunos casos desde la formación de estos países, condicionan su independencia, agitan escaladas armamentistas y finalmente conflictos con la única vocación de hacer más fuerte su influencia política y dominación económica de regiones con muchos recursos naturales y enclavadas en lugares estratégicos a nivel geopolítico.
–¿La hipocresía de Europa se torció con la foto de Aylan Kurdi, el niño sirio muerto en las costas de Turquía?
–Es muy probable que hubieran tenido que cambiar igual su política de persecución y falta de solidaridad para con los migrantes. Pero es cierto que la foto sacudió a la opinión pública europea y de todo el mundo. La actitud inicial en el Viejo Continente cuando menos exhibía una falta de memoria histórica alarmante. La mayor migración registrada en la historia de la humanidad provino de europeos que escapaban de la Segunda Guerra Mundial y, después, de la destrucción y la miseria. Y fueron recibidos en las más diversas naciones del mundo. El desastre que múltiples gobiernos europeos generaron y en muchos casos siguen generando en África es otro asunto insoslayable. Desde el tráfico de esclavos hasta el de diamantes, el robo de petróleo y gas, pasando por el apoyo a gobiernos dictatoriales y guerras. ¡Europa debería ser solidaria aunque más no sea por culpa!
–Los países más ricos de la región no parecen demasiado interesados en aportar una solución al problema.
–No. Cada cual juega su juego. Los países del Golfo incluso han contribuido a estos conflictos. No reciben ningún migrante y en algunos casos envían armas para derrocar al presidente de Siria, Bashar al-Asad, lo que profundizó el conflicto y la crisis humanitaria.
–¿Cómo influye el tema de la desigualdad?
–Cada vez en forma más determinante. El condimento más fuerte de estas migraciones masivas es la guerra. Pero la miseria es un factor continuo y cada vez más importante. Toda persona quiere salir de la pobreza, tener una vida mejor, o al menos expectativas de conseguirla, para él, ella y sus seres queridos. Hoy la desigualdad entre Europa y la mayoría de los países de África y algunos del Medio Oriente es muy grande y, más que nunca, imposible de ocultar. Esa gente postergada ve por televisión, Internet o cualquier otro canal de comunicación que existen lugares donde se puede vivir muchísimo mejor. Y aspiran a acceder a esa calidad de vida y oportunidades.
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