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La Tauromaquia


Enviado por   •  16 de Diciembre de 2012  •  3.019 Palabras (13 Páginas)  •  545 Visitas

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Universidad Politécnica Salesiana

Escuela de Contabilidad y Auditoria

Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas

Ensayo de Estadística sobre “Las corridas de toros”

CD 4-A

Joselyn Laverde

Mauricio Ruiz

Alexandra Ordoñez Miño

1) Teoría

La corrida de toros o toreo es un espectáculo que consiste en lidiar varios toros bravos, a pie o a caballo, en un recinto cerrado para tal fin, la plaza de toros.

En la lidia participan varias personas, entre ellas los toreros, que siguen un estricto protocolo tradicional, reglamento de espectáculos taurino, regido por la intención estética; sólo puede participar como matador el torero que ha tomado la alternativa. Es el espectáculo de masas más antiguo de España y uno de los más antiguos del mundo. Como espectáculo moderno realizado a pie, fija sus normas y adopta su orden actual a finales del siglo XVIII en España, donde la corrida finaliza con la muerte del toro.

Las corridas de toros son consideradas una de las expresiones de la cultura hispánica. Se practican también en Portugal (donde, a excepción de algunos municipios, no se le da muerte al toro en la plaza desde 1836, durante el reinado de María II), en el sur de Francia y en diversos países de Hispanoamérica como México, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y Costa Rica.

Las corridas pueden clasificarse, según la edad y el trapío del toro que se lidia, en becerradas, novilladas y corridas de toros propiamente dichas, y pueden desarrollarse a pie o a caballo. Si se ejecutan las suertes a caballo, el festejo recibe el nombre de corrida de rejones o rejoneo. Cuando se combinan ambas disciplinas en un mismo festejo, se denominan corridas mixtas.

Además de la corrida de toros en sí se incluye la crianza y conocimiento de los toros, llamados de lidia (denominación de los mismos de acuerdo a su pelaje, cornamenta, comportamiento, porte, etcétera). Incluye además lo concerniente a la confección de la ropa del matador y demás participantes dentro del espectáculo, así como las manifestaciones artísticas relacionadas con la actividad (confección de carteles, entre otras).

Desde su nacimiento como "espectáculo" moderno, en el siglo XVIII, las corridas de toros han sufrido críticas, prohibiciones y han tenido que sortear numerosas dificultades. La nueva dinastía llegada a España (los Borbones), y en general la aristocracia afrancesada, despreciaba estos espectáculos por considerarlos indignos y propios del bajo pueblo, por lo que Felipe V prohibió su ejercicio a sus cortesanos (1723). Fernando VI solo consintió las corridas a cambio de que sus beneficios se destinasen a obras de caridad como sufragar hospitales y hospicios. De esta época son las primeras plazas de toros construidas como edificios permanentes, como la de Madrid o la de Zaragoza. Algunos intelectuales ilustrados, como Jovellanos, también criticaban estos espectáculos por considerarlos poco didácticos y una muestra del atraso español. Hasta que Carlos III, influido por el Conde de Aranda, prohibió las corridas de toros en 1771. El pueblo, sin embargo, hizo caso omiso y siguió entregándose con entusiasmo a las nuevas figuras del toreo, que Francisco de Goya recogió en su serie de grabados sobre tauromaquia. Todos los gobernantes posteriores intentaron prohibir las corridas: Carlos IV volvió a hacerlo en 1805. Tras la Guerra de la Independencia Española, a lo largo del siglo XIX, surgía con frecuencia en el Parlamento español el debate de la prohibición. La última vez fue en 1877, cuando el Marqués de San Carlos propuso a los diputados la prohibición de las corridas de toros. Se rechazó la propuesta pues se consideraba que sería demasiado impopular: era la época de Lagartijo y Frascuelo.

A partir de entonces no se ha abordado la prohibición directa, pero todos los regímenes posteriores (la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, el franquismo y la democracia) han puesto dificultades y las han tolerado a cambio de gravarlas con impuestos especialmente altos y mantenerlas bajo control (los toros dependían hasta 2012 del Ministerio del Interior, cuando pasan al de Cultura). En opinión del escritor taurino Domingo Delgado de la Cámara, «la fiesta es una superviviente nata: siempre rodeada de enemigos, solo se mantiene viva por el gran cariño que la profesa gran parte del pueblo español».

Por otra parte, según una encuesta Gallup realizada en 2002, el 31% de los españoles se mostró muy o algo interesado en las corridas de toros mientras que un 68,8% no mostraba ningún interés. Sólo el 0,2% no mostró ninguna opinión al respecto. A principios de los años 70, los interesados en las corridas de toros eran el 55% de los españoles, en los 80 este colectivo representaba alrededor del 50%, mientras que en los 90 las cifras de aficionados se desplomaron, situándose en torno al 30%. Aunque las corridas de toros son un espectáculo conocido en toda España, su distribución regional no es uniforme, siendo Galicia y Cataluña las comunidades donde el interés es menor: manifestaron no tener ningún interés el 81% en el noreste y 79% en el noroeste. En la zona norte, centro, este y sur, el interés es mayor: alrededor de un 37% se declararon aficionados y un 63% no interesados.

En 2006, según otro sondeo de Investiga (antes Gallup), un 26,7% de las personas encuestadas afirmaban estar algo o muy interesadas en las corridas de toros. El perfil de los aficionados es en su mayoría masculino (un 33,5% de los varones encuestados afirmó interesarle los toros) y de más de 45 años, alcanzándose el máximo interés entre las personas de 65 y más años, con un 41,1% de aficionados. El 72,1% de la población española afirmaba, en cambio, no tener ningún interés por los espectáculos taurinos. Este desinterés lo demostraron sobre todo las mujeres, con un 78,5%, y las personas con edades comprendidas entre 15 y 24 años, con un 81,7%.

Existen discrepancias acerca de si en Canarias las corridas de toros están prohibidas por ley. La ley 8/1991 de 30 de abril señala que su objetivo es "la protección de los animales domésticos". En opinión del presidente del gobierno autonómico de Canarias en aquel momento el toro de lidia no es un animal doméstico, por otro lado, cabe destacar que para la ciencia, el toro de lidia no es una especie salvaje, sino domesticada, y también que la

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