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La Vida Social Y Sus Conflictos


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2012  •  1.640 Palabras (7 Páginas)  •  1.184 Visitas

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NO hay vida social sin conflictos

Nuestra sociedad, los grupos y las personas con las que convivimos se caracterizan por

su gran diversidad: de culturas, de formas de vivir y entender el mundo, de intereses, de

necesidades, etc. Tal diversidad es una fuente de enriquecimiento para todas las

personas que formamos parte de la sociedad. Pero la diversidad es también muchas

veces fuente de conflictos.

¿Cuándo podemos decir que existe un conflicto? Se suele decir que el conflicto se

produce cuando concurren de manera enfrentada intereses o necesidades de unas

personas con los de otras, o de unos grupos frente a los de otros, o de cualquiera de

éstos con quien detenta el poder. Vistas así las cosas, nos damos cuenta que no hay vida

social sin conflictos. Estos son consustanciales a nuestra vida y a nuestra convivencia, y

evitarlos u ocultarlos sólo conduce a complicar aún más su resolución.

Como declaración de intenciones, hemos de indicar que

el presente documento aborda la resolución de

conflictos desde la premisa no cuestionada de las vías

pacíficas.

Habitualmente la palabra “conflicto” lleva asociada

connotaciones peyorativas. Seguramente esto sea debido

a que solemos identificarla con “violencia”. Es cierto

que en ocasiones los conflictos no son reconocidos

como tales hasta que alguien reacciona con violencia

ante la situación de injusticia que padece. Sin embargo,

no toda violencia es expresión de un conflicto, ni

tampoco todos los conflictos generan expresiones

violentas. Podríamos incluso afirmar que, en último término, la violencia es la negación

del conflicto, en la medida que pretende eliminar al diferente, negar su humanidad e

imponer una falsa solución por la fuerza.

Por lo tanto, distingamos claramente “violencia” y “conflicto”. Cuando este último no

se afronta, ni se dan los pasos para resolverlo por cauces pacíficos, se desencadena una

dinámica de incomunicación, desconfianza mutua, temores y prejuicios que puede

culminar en episodios de violencia, especialmente a nivel intergrupal y social. Y es que,

como se suele decir, la guerra comienza en la cabeza de los seres humanos. Una vez se

cruza el umbral de la violencia, ésta tenderá a teñirlo todo de afrenta y venganza y se

perpetuará en espiral, haciendo muy difícil encontrar caminos de solución. Además, la

violencia genera muchas heridas. En el mejor de los casos, heridas en la dignidad y en la

autoestima de las personas. En el peor, se lleva por delante la vida de víctimas, para las

que ya no habrá posibilidad de buscar otros caminos. Se habrá cometido con ellas una

injusticia irreparable.

Se suele decir que el

conflicto se produce

cuando concurren de

manera enfrentada

intereses o necesidades de

unas personas con los de

otras, o de unos grupos

frente a los de otros, o de

cualquiera de éstos con

quien detenta el poder

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Sin embargo hay otra forma de interpretar el conflicto. Y es vivirlo no como una

amenaza, sino como una oportunidad. Cuando optamos por medios pacíficos –premisa

adoptada a lo largo de todo este documento–, el conflicto y el proceso todo que conduce

a su resolución supone una oportunidad para nuestro crecimiento como personas y

como sociedades. De hecho, podemos considerar el conflicto como uno de los motores

principales de transformación social y de nuestro crecimiento como personas maduras.

Probablemente todos nosotros y nosotras tenemos la

experiencia de haber resuelto algunos conflictos con

determinadas personas, y constatado que, tras ello,

nuestra relación se ha hecho más profunda y auténtica,

asentada sobre nuevas bases. También en el ámbito

social los conflictos permiten mejorar nuestras sociedades y transformar las estructuras

básicas de nuestra convivencia. Así por ejemplo, el tradicional conflicto vivido por la

clase trabajadora ha posibilitado mejores condiciones y derechos sociales para todas las

personas. Y las reivindicaciones protagonizadas por los movimientos feministas y

ecologistas han encaminado las relaciones entre mujeres y hombres hacia la igualdad y

han obligado a que nuestras sociedades sean más respetuosas con el medioambiente.

En resumen, los conflictos están siempre presentes en la vida personal y social. No se

trata de evitarlos –cosa que sería imposible–, sino de abordarlos en clave constructiva y

no violenta, de tal manera que constituyan una buena oportunidad para nuestro

desarrollo

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