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La Vida Social


Enviado por   •  14 de Junio de 2015  •  10.696 Palabras (43 Páginas)  •  242 Visitas

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I. Diversas visiones

1. Los ateos salen del clóset

"El operativo tuvo la luz del Espíritu Santo y la protección de nuestro Señor Jesucristo y de la Virgen en todas sus expresiones", dijo el presidente Álvaro Uribe tras la liberación de Íngrid Betancourt y otros 13 secuestrados que llevaban varios años en poder de las Farc. La religiosidad del mandatario se manifestó durante algún tiempo en la propia página web de la Presidencia con una frase que en algún momento recuperó el columnista Daniel Samper Pizano y que no se sabe cuándo y por qué desapareció: "Cuando el pueblo colombiano despierte, cuando el pueblo colombiano anochezca, tiene que pensar en Dios, en la Virgen María y en su Ejército".

El Presidente invoca a Dios con frecuencia, el rosario está institucionalizado los miércoles en la Casa de Nariño y los colombianos han visto al primer mandatario orando ante el cuerpo embalsamado del padre Marianito, hincado de rodillas al lado del cardenal Pedro Rubiano y del presidente de la Corte Suprema, e incluso, hace apenas tres semanas, invitando a la Junta Directiva del Banco de la República a pensar en el Espíritu Santo al decidir sobre las tasas de interés. Con justa razón, Lola Salcedo escribió en su columna de El Espectador que "ni en tiempos de doña Soledad Román de Núñez se boleaba tanta camándula ni se atribuía a la acción divina tanto".

No cabe duda de que millones de colombianos ven con buenos ojos las constantes expresiones religiosas del Jefe del Estado, pero algunos no están de acuerdo y han abierto un debate sobre si el Presidente, símbolo de la unidad nacional, está propiciando la aparición de un Estado confesional en contravía del Estado laico consagrado en la Constitución del 91.

En la polémica han terciado constitucionalistas, columnistas y científicos, y el debate ha servido para que algunos ateos hayan salido del clóset en defensa de sus no creencias religiosas.

En el programa del 18 de julio de Radiosucesos de la Mañana, de RCN, en medio de una discusión sobre si el Presidente atentaba contra la libertad de cultos y el derecho a la igualdad cuando rezaba el rosario frente a las cámaras del Canal Institucional, Juan Gossaín le preguntó al ex decano de Derecho de la Universidad del Rosario Juan Manuel Charry si era un religioso practicante. "No, Juan, yo soy ateo", contestó el abogado constitucionalista. Gossaín, entonces, le replicó medio en broma: "Ateo es aquel que sabe que hay que dar las gracias pero no sabe a quién, ¿no es cierto?". Pero con el tono firme de quien quiere dejar sentado un precedente, Charry le respondió: "Ateos somos los que no creemos en la existencia de Dios, Juan".

Al banquillo

En Colombia hay más ateos de lo que pudiera pensarse. O agnósticos, que son los que ante la imposibilidad de demostrar la existencia o la inexistencia de Dios, solo aceptan el conocimiento científico, verificable. "No me parece ni razonable ni justo que a una persona dotada de facultades intelectuales se le diga que tiene que sostener una doctrina porque sí", sostiene Andrés Mejía Vergnaud, investigador, columnista y promotor de una sociedad colombiana de ateos. Por su parte, la periodista María Jimena Duzán se siente identificada en su ateísmo con el filósofo español Fernando Savater, quien afirma que es un "suicidio intelectual" caer en la credulidad y en la fe, y que en cuestiones políticas o legales "Dios debe guardar silencio institucional".

Una encuesta realizada por Datatiempo en 2001 mostraba que de las 308 personas interrogadas en cuatro ciudades (Bogotá, Barranquilla, Cali y Medellín), el 0,4 por ciento no creía en Dios. En contraste -aunque no son comparables en sentido estricto-, una de Opinómetro-Datexco hecha para CAMBIO con 700 encuestados reveló que ese porcentaje ha subido a 3,3, cifra aún distante del 27 por ciento de Estados Unidos, el 59 por ciento de Alemania o el 73 por ciento de Francia, según una encuesta publicada por el diario Financial Times en 2006.

Pero si en Colombia el fenómeno se ha hecho manifiesto a raíz de las exhibiciones de religiosidad del Presidente, en el resto del mundo surgió con fuerza después de los atentados del 11-S y el ambiente de guerra santa que generó, de los escándalos de pederastia en los que se vio mezclada la Iglesia de Roma, y de la discusión académica sobre las teorías creacionista y evolucionista en cuanto al origen de la vida.

Hernán Toro, del grupo paisa Escépticos Colombia, escribió en su blog de eltiempo.com: "Los ateos están empezando a salir del clóset para mostrar sus puntos de vista, debido a que la irracionalidad y el fanatismo religioso inundan el mundo y amenazan con un choque de civilizaciones, mientras corrientes retrógradas erosionan la ciencia y la democracia".

Contra el fanatismo

Las creencias religiosas son del fuero interno de las personas, pero, a raíz de los hechos mencionados, prestigiosos autores como los británicos Richard Dawkins y Christopher Hitchens, el filósofo francés Michel Onfray y los estadounidenses Daniel Dennett y Sam Harris, han llevado el debate al escenario de lo público, convencidos de que religión y política son una mezcla explosiva. "Sospecho que el número de personas preparadas para admitir que son ateas está creciendo -le dijo a CAMBIO Richard Dawkins, profesor de la Universidad de Oxford-. Este crecimiento se debe a la cantidad de libros recientes sobre el tema, pero sobre todo a que la gente, tanto en los Estados Unidos de Bush como en el mundo islámico, está harta de la influencia de la religión".

Margaret Downey, presidenta de la Alianza Internacional de Ateos, fundada en 1995, se convirtió en activista contra la discriminación de los ateos desde cuando a su hijo le negaron el ingreso a los boy scouts por no ser creyente. Sostiene que autores como Dawkins, Hitchens, Dennett y Harris les han abierto camino a quienes no creen ni en el rejo de las campanas, y dice que el presidente de Estados Unidos también puso su granito de arena. "La payasada de Bush en nombre de Dios repelió al público e incluso a gente religiosa, que objeta la mezcla de gobierno y religión", dijo a CAMBIO.

El 11-S reabrió el debate sobre cuáles son las ventajas morales que, según los teístas, dan las religiones a sus fieles. "Los 19 asesinos suicidas de Nueva York, Washington y Pensilvania eran, sin lugar a dudas, los creyentes más sinceros que viajaban en esos aviones", anota Hitchens en su libro Dios no es bueno (Debate, 2008), y luego expresa su decepción por la reacción de los líderes religiosos estadounidenses que instigaron a la guerra contra los "enemigos de Dios" y hasta explicaron los atentados como un castigo por tolerar la homosexualidad y el aborto. "En lugar de una discusión racional sobre cuál era el mejor modo de contener y derrotar el fanatismo religioso, uno presenciaba el mutuo refuerzo de dos variedades de aquella misma histeria: el ataque yihadista volvía a conjurar al fantasma manchado de sangre de los cruzados".

Ética y moral

Tito Livio Caldas, abogado, politólogo y fundador de Editorial Legis, señala dos causas que explican la explosión de ateos en los últimos años: "Los horrores del fundamentalismo y, sobre todo, el extraordinario desarrollo científico del mundo actual".

Caldas cuenta que se volvió ateo muy joven y que todo empezó en 5° de bachillerato en el colegio de San Simón de Ibagué, cuando con 25 compañeros organizó el Centro de Disquisiciones Filosóficas para estudiar temas de filosofía, historia y ciencia. "Nunca encontraba a Dios en las explicaciones de ningún tema científico", dice. Poco a poco fue llegando a la conclusión de que ante el avance de la ciencia, los vacíos del conocimiento donde se oculta la superstición iban desapareciendo. "La estrategia de rellenar con la palabra 'Dios' lo que no se comprende va perdiendo fuerza", remata. Para el fundador de Legis no solo la religión es incompatible con la razón, sino que es posible una vida ética sin necesidad de creer en un ser superior.

El ingeniero paisa Antonio Vélez, autor del libro Del Big Bang al Homo sapiens (Villegas, 2008) explica que su ateísmo comenzó cuando era adolescente. Le parecía absurda la idea de que Dios viniera a la Tierra 200.000 años después del Homo sapiens, y que dejara por fuera civilizaciones milenarias de América, Asia, Australia y África. "Además, la teoría de la evolución darwiniana me hizo más clara la innecesaria existencia de un Dios creador de las especies vivas, una por una".

Más recientemente, el estudio del cerebro y su cableado de neuronas, su química y sus impulsos eléctricos registrables y mensurables, ha contribuido en buena medida a quitarles aún más espacio a las explicaciones metafísicas y trascendentes de fenómenos físicos. "Los vacíos se reducen según avanza la ciencia, y finalmente Dios se ve amenazado con nada qué hacer y ningún lugar dónde ocultarse", anota Dawkins en su libro El espejismo de Dios (Espasa, 2007).

Efecto Darwin

El ex magistrado Carlos Gaviria, presidente del Polo Democrático y agnóstico declarado, considera que la creencia no tiene solidez y que, por tanto, "la gente que ha construido su ética en la creencia, cuando deja la creencia se queda sin moral".

Agnóstico también se declaraba el hombre que desde la ciencia sembró las semillas que hoy germinan de nuevo: el biólogo británico Charles Darwin, quien plasmó en El origen de las especies (1858) su teoría de la evolución natural, que siglo y medio después sigue vigente como una explicación más razonable que la que da la Biblia en el Génesis, y que constituye uno de los pilares más sólidos del ateísmo y el agnosticismo.

Curiosamente la obra de Darwin nunca figuró en el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum o Índice de libros prohibidos, creado en 1559 por la Sagrada Congregación de la Inquisición de la Iglesia Católica -hoy Congregación para la Doctrina de la Fe- para censurar publicaciones catalogadas como perniciosas para la fe y la religión.

Según el arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, "no existe a priori incompatibilidad entre las tesis de Darwin y la Biblia". Lo dijo hace pocos días en la presentación del congreso internacional 'Evolución biológica: hechos y teorías', que se celebrará en Roma en marzo del año entrante con motivo de los 150 años de la aparición de El origen de las especies.

El prelado reconoció que teólogos y científicos se mueven en terrenos diferentes, pero señaló que "hace falta un acto de humildad de los teólogos, que deben escuchar y aprender, y que algunos científicos que consideran la fe y la teología como una herencia de un paleolítico intelectual, superen la arrogancia".

La crítica del ateísmo cuenta con destacados abanderados, como el científico Francis Collins, cristiano evangélico, ex director del Proyecto Genoma Humano y premio Príncipe de Asturias (2001). En su libro ¿Cómo habla Dios? (Planeta, 2007) argumenta que si Dios está fuera de la naturaleza, la ciencia no puede probar ni refutar su existencia, y señala que "el ateísmo mismo debe considerarse como una forma de fe ciega, ya que adopta un sistema de creencias que no se puede defender con base en la pura razón".

Por su parte, el colombiano Julián Gutiérrez, magíster en Teología de la Escuela de Teología Talbot de la Universidad de Biola, California, sostiene que la dificultad del ateísmo es la misma del teísmo. "Probar en un laboratorio la existencia o no existencia de Dios es imposible. Por tanto, el ateísmo, lo mismo que el cristianismo, descansa en una presuposición filosófica".

De todas maneras, la discusión civilizada de ideas produce un efecto saludable en una sociedad que, como la colombiana, vive niveles muy altos de intolerancia. Aun así, aunque los ateos están saliendo del clóset, según la encuesta de CAMBIO el 71 por ciento de los interrogados no está listo para votar por un candidato a la Presidencia que no fuera creyente.

¿POR QUÉ SOY ATEO?

Héctor Abad Faciolince, escritor

"En mi adolescencia leí una colección de ensayos de Bertrand Russell. Se llamaba Por qué no soy cristiano y su lectura significó comprobar que una persona de gran inteligencia, un gran filósofo y un gran matemático a la vez, confirmaba con argumentos fuertes y convincentes la falacia de la religión. Creo que dejar de creer en Dios, en el más allá, en cualquier tipo de supervivencia después de la muerte, pero sin abandonar una fuerte ética humanista, fue algo que más que cambiar mi vida la liberó del miedo a los espíritus, a los dioses, a los santos, a los castigos, a los premios... Dios es una hipótesis que no me hace falta, una creación humana para descargar la angustia ante la muerte y para postergar la inexistente justicia terrenal en una muy improbable justicia ultraterrena".

María Jimena Duzán, periodista

"La religión siempre me ha generado más preguntas que certidumbres. La primera sorpresa que tuve fue en el colegio, cuando le pregunté a mi profesora de religión dónde quedaba el paraíso y ella me dijo que no podía ubicarse porque en realidad nunca había existido. Me identifico con Fernando Savater cuando dice que busca 'una veracidad sin engaños y una fraternidad humana sin remiendos trascendentes' en lugar de caer en la credulidad y en la fe".

Florence Thomas, Grupo Mujer y Sociedad

"Soy atea pero respeto las religiones siempre y cuando se despojen de fanatismos. Ser atea no me impide admirar los frescos de muchas iglesias y saber que no podemos vivir sin elementos sagrados y espirituales para soportar lo insoportable. Sin embargo, para mí, defender a las mujeres y volverlas sujetas de derechos es difícilmente compatible con los preceptos de un dios masculino y demasiado severo con ellas. Vivo sin Dios y sin religión pero tengo miles de diosas: las mujeres de este país".

Jorge Alí Triana, director de teatro

"Cuando presenté el examen de admisión en un colegio de curas, me pusieron esta tarea: 'Dé cinco pruebas de la existencia de Dios'. Contesté 'No puedo porque no creo que exista', y lógicamente no fui admitido. Desde ese día soy ateo, hereje, agnóstico y ferviente creyente en la materia y en la vida".

Carlos Palau, director de cine

"La osadía de vender al hombre como hecho a imagen y semejanza de Dios es la mayor estafa de la Iglesia a la siempre incipiente y gregaria inteligencia humana, capaz de los mayores crímenes contra sí misma y contra su entorno".

Antonio Vélez, ingeniero y matemático

"Antes de declararme ateo abandoné la religión católica en la que fui troquelado a mansalva y sin defensas intelectuales para contrarrestar la enseñanza temprana. Luego, la hipótesis de un Dios creador fue desapareciendo de mi panorama intelectual. Los avances de la ciencia van derrumbado las viejas religiones por innecesarias para explicar el mundo, por absurdas, pueriles, anacrónicas, injustas y crueles".

Juan Manuel Charry, constitucionalista

"Soy ateo porque no he encontrado evidencia de la existencia de Dios. Desde niño inicié una búsqueda de la razón de mi existencia y exploré distintas creencias. No obtuve respuesta; por el contrario, todas invitaban a practicar una fe ciega. Hoy estoy en rebelión contra quienes predican que la vida está en otra parte y encuentro en la ciencia y en la razón los instrumentos para una vida feliz a partir de mis propias elecciones".

Tito Livio Caldas, abogado, fundador de Legis

"De joven me di cuenta de que explicar algo o todo como obra de Dios no tenía ni consistencia ni razón. Entonces comprendí que el mundo de la ciencia y la razón era mi mundo, el que quería conocer, por el que estudiaba, leía, reflexionaba y discutía. La religión y la ciencia son dos mundos contrapuestos. Uno de los más nefastos efectos de las religiones es que nos inculcan como virtud el no preguntar y estar satisfechos con la ignorancia".

Andrés Mejía Vergnaud, economista

"Crecí en un mundo donde el conocimiento científico había hecho ya enormes avances. A diferencia de la religión, la ciencia arranca de la duda y admite su propia falibilidad. La ciencia moderna ha incursionado en centenares de ámbitos antes dominados por la superstición. El dogma y la fe han sido sostenidos en ocasiones por la violencia. Ante esta comparación, me resultaba cada vez más difícil aceptar que tenía que tener fe".

LOS AGNÓSTICOS

Jorge Humberto Botero, ex ministro de Comercio

"Soy agnóstico, no creo posible conocer a Dios, no creo en el diálogo con la Divinidad ni que Dios se ocupe de nosotros. Las religiones son invención del hombre para mitigar su orfandad. Las iglesias, su dimensión operativa, no pueden reclamar que están en posesión de 'la verdad'. Estamos solos en el mundo, nuestra vida está determinada en parte por fuerzas que no controlamos, pero también por nuestras propias decisiones. Es preciso encontrar el camino con el único apoyo de nuestro intelecto y sentido ético. Los debates en torno a la fe son insolubles. Que cada quien en su fuero íntimo resuelva lo que mejor le parezca. Todo intento de forzar a otros a creer o no creer implica un abuso intolerable".

Carlos Gaviria Díaz, ex candidato a la Presidencia

"Soy agnóstico pero profundamente respetuoso de las creencias. Mi familia era católica practicante. Comencé a interesarme por el tema en mis primeros años de estudiante de Derecho, y Bertrand Russell fue un autor determinante. Mi vocación ha sido la filosofía, y dentro de esta, la ética. Y cuando uno se preocupa por estudiar la ética, tiene que saber si el fundamento debe ser religioso o si la ética debe tener bases más sólidas, bases no teológicas. La creencia no tiene solidez; la gente que ha construido su ética en la creencia, cuando deja la creencia queda sin moral".

2. "No preciso de mitos ni de supersticiones para vivir y tampoco para morir": Pepe Rodríguez

El psicólogo e investigador español Pepe Rodríguez es uno de los más fuertes críticos de la religión en el mundo hispánico, como lo atestiguan sus títulos 'Mentiras fundamentales de la Iglesia católica' (1997), 'Mitos y ritos de la Navidad' (1997), 'Dios nació mujer' (1999) o 'Adicción a las sectas' (2000). El más reciente, publicado este año, se titula 'Los pésimos ejemplos de Dios según la Biblia', y en él pone de manifiesto que muchos versículos del libro más importante del cristianismo legitiman conductas como el incesto, la violencia contra las mujeres, el odio y la venganza. En entrevista con CAMBIO, Pepe Rodríguez explica las razones de su crítica a la religión y su ateísmo.

¿Cómo y por qué nace su crítica a la religión?

La religión es una parte fundamental de la cultura humana y es una muestra extraordinaria de la capacidad creativa y generadora del llamado pensamiento mágico o primitivo. Dado que desde hace muchos años me intereso por estudiar los ámbitos en los que se expresa la fragilidad emocional humana, investigar sobre la religión, y más concretamente sobre la que es mayoritaria en mi hemisferio, era un asunto obligado. Por otra parte, aunque, como es mi caso, respete las creencias y su opción como muleta emocional personal de quien las necesite, me parece de mera lógica que cualquier persona medianamente sensata y racional que estudie el contexto religioso debe someterlo a un proceso crítico. Yo no escribo contra la religión, sino sobre la religión.

¿Practica algún credo?

No, ni lo haré jamás. Soy una persona emocionalmente madura, sensata, realista, con conocimientos suficientes y con capacidad para asumir personalmente sus errores y su extinción definitiva. Me basta con lo humano para ser la mejor persona que pueda ser, no preciso de mitos ni de supersticiones para vivir y tampoco para morir. Los credos me interesan mucho, pero solamente como materia de estudio.

¿Cree que el ateísmo es un fenómeno creciente en el mundo?

Sí, aunque relativamente y en segmentos sociales muy limitados. La mayoría de la humanidad, por tradición cultural, por inmadurez emocional, por pereza intelectual, por ignorancia o por otras causas, seguirá siendo creyente en "algo" y se seguirá vinculando a credos de todo tipo y color, tradicionales o no. En un mundo abocado inevitablemente al conflicto, al empobrecimiento, a la superpoblación y a carencias que nuestra actual sociedad del bienestar ni se imagina, las religiones no desaparecerán, aunque sufrirán transformaciones notables y no precisamente democratizadoras, mientras que el ateísmo acabará yendo a la baja cuando se impongan las vacas flacas.

¿A qué atribuye ese crecimiento?

Ese crecimiento coyuntural, que en buena medida se reduce al ámbito cristiano y más particularmente al católico, puede deberse a muchas razones, entre las que cabe contar el hastío de muchísima gente ante los abusos y falta de sentido de la realidad social que muestran demasiados líderes religiosos y sus instituciones; la mayor libertad para difundir e intercambiar pensamientos, reflexiones y datos críticos (la mayoría de ellos ya publicados en el siglo XIX, pero ignorados por la casi totalidad de creyentes hasta hoy) a través de libros, medios de comunicación o Internet; y el bienestar económico que todavía predomina en muchas sociedades desarrolladas, pues no hay tendencias naturales ateas en las sociedades pobres salvo cuando se imponen como creencia estatal.

3. Los ateos se hacen fuertes

Los no creyentes se organizan para frenar la beligerancia de las religiones y su poder en el Estado. Sus campañas publicitarias reciben generosas donaciones y aumenta la demanda de apostasía.

'Probablemente no hay dios, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida'. Este eslogan lucirá en los autobuses de Londres a mediados de enero. Se trata de la primera campaña ateísta en Reino Unido financiada con donaciones de contribuyentes anónimos. Y ha sido un éxito. Preveían recaudar 5.500 libras (6.500 euros) y en tan sólo dos días reunieron 10 veces más. No es algo aislado. Esta semana se ha puesto en marcha una iniciativa similar en Washington. Los ensayos que arremeten contra la religión se convierten en superventas y, en España, aumentan las solicitudes de apostasía. Parece que la hora de los no creyentes ha llegado. ¿Está el ateísmo tomando una nueva conciencia más activa en la sociedad?

No es fácil confesar que uno es ateo, es decir, que niega la existencia de Dios, según señala el biólogo Richard Dawkins, conocido como el rottweiler de Darwin por su férrea defensa de la teoría evolucionista. 'La situación de los ateos hoy en día en América es comparable a la de los homosexuales 50 años atrás', escribe Dawkins en el ensayo El espejismo de Dios (Espasa Calpe), que ha vendido 1,5 millones de ejemplares. 'Los ateos son mucho más numerosos, sobre todo entre la élite educada, de lo que muchos creen', prosigue. El problema es que, a diferencia de otros grupos religiosos, no están organizados. 'Un buen primer paso podría ser generar una masa crítica con aquellos que desean salir a la luz y así animar a otros a hacer lo mismo. Pueden hacer mucho ruido'.

Ruido considerable es el que ha conseguido la citada campaña del autobús ateísta británico. La gestiona la British Humanist Association -una organización que promueve acabar con la privilegiada posición de la religión en la ley, la educación y los medios de comunicación- a través de la web www.justgiving.com/atheistbus. Su patrocinador más ilustre es el propio Dawkins. Iniciada el 21 de octubre, se propuso recaudar 5.500 libras (6.500 euros, el coste de un mes de los anuncios en 30 autobuses) y sólo necesitó dos horas para conseguirlos. En dos días, ya tenían 58.900. La cuenta ya va por 143.200 euros.

'Los donantes sienten que no tienen voz, que el Gobierno y la sociedad presta demasiada atención a la religión y a sus líderes, mientras que a los que no son religiosos se les ignora', señala desde la capital británica Hanne Stinson, directora de la British Humanist Association. Al otro lado del Atlántico, la American Humanist Association ya ha organizado una campaña similar para los autobuses de Washington con el lema ¿Por qué creer en un dios? Sé bueno por la propia bondad. Se puso en marcha la semana pasada con una previsión de 200 autobuses (www.whybelieveinagod.org).

Este nuevo ateísmo también ha irrumpido en las librerías. Una ilustre alineación de científicos e intelectuales ha emprendido la batalla dialéctica a gran escala contra la religión. Sus ensayos se han convertido en superventas. En El espejismo de Dios (10.000 ejemplares vendidos en España), Dawkins expone su hipótesis de que Dios no existe, sostiene que no necesitamos la religión para ser morales y que podemos explicar las raíces de la religión y la moralidad en términos no religiosos. El ensayista Christopher Hitchens argumenta en Dios no es bueno (Debate) que la religión da una explicación errónea del origen del ser humano y del cosmos, que causa una peligrosa represión sexual y que se basa en ilusiones. Ha vendido cerca de 150.000 ejemplares en Reino Unido y 12.000 en España. En EE UU, el filósofo Sam Harris, autor de The end of faith (W.W. Norton) pone de vuelta y media a las grandes confesiones: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Las tacha de locuras socialmente aprobadas, cuyos credos son irracionales, arcaicos y mutuamente incompatibles (200.000 vendidos).

En Italia, el matemático Piergiorgio Odifreddi ha escrito ¿Por qué no podemos ser cristianos? (RBA), que ha colocado 200.000 ejemplares en su país. En Francia, Michael Onfray se situó en 2005 entre los más vendidos con Tratado de Ateología (Anagrama), un alegato a favor del pensamiento hedonista y contra la religión. Vendió 209.700 ejemplares. Las cifras parecen indicar que aumenta el interés por la crítica a las religiones. Odifreddi, aun así, es cauto: 'Hay una buena parte de la población que valora la razón y la ciencia, pero es una minoría sin mucho acceso a los medios de comunicación'.

La razón de este nuevo movimiento está, irónicamente, en los propios fundamentalistas religiosos, según sostienen varios especialistas. 'La beligerancia de las religiones lleva a la gente a tocar a rebato', explica el teólogo de la Universidad Carlos III.

4. "La ley moral no puede ser explicada desde una perspectiva materialista": Francis Collins

Una encuesta publicada hace 10 años en la revista 'Nature' reveló que solo el 7 por ciento de los miembros de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos creía en Dios. Francis Collins, quien estuvo al mando del Proyecto Genoma Humano y ganó por ello el premio Príncipe de Asturias en 2001, forma parte de ese reducido grupo de científicos que han conciliado ciencia y religión. Cristiano evangélico y autor del libro '¿Cómo habla Dios?' (2007), Collins ha logrado mantener su credo a partir de la consideración de que si Dios está fuera de la naturaleza, la ciencia no puede probar ni refutar su existencia. Esto le contestó a CAMBIO a propósito de las ideas expuestas en su libro.

Usted menciona que la ley moral de cada hombre es algo que sugiere la existencia de Dios, pero al mismo tiempo acepta el darwinismo. ¿Por qué no creer entonces que la ley moral es un sofisticado resultado de la evolución?

Es verdad que la evolución podría habernos recompensado con un comportamiento altruista hacia nuestros parientes o hacia el grupo al que pertenecemos, y quizás nosotros vemos lo mismo en el trabajo con animales. Pero los modelos evolucionistas casi invariablemente requieren hostilidad contra los individuos que no son parte del grupo, y aun nosotros, los humanos, parecemos estar llamados a eso. Pero cuando vemos ese altruismo radical en una Madre Teresa, en un Oscar Schindler o la parábola del buen samaritano, lo admiramos. Ese comportamiento, que las personas arriesguen sus propias oportunidades reproductivas para proteger a otros que ellos ni conocen y que no son parte de sus propios grupos, es francamente escandaloso desde una perspectiva evolucionista.

¿Pero prueba la existencia de Dios?

No, esta no es una prueba de Dios, porque no habrá ninguna. Sin embargo, creo que esta clase de argumentos necesitan ponerse frente a sociobiólogos y sicólogos evolutivos en caso de que hagan prematuros reclamos triunfales de que la ley moral puede ser completamente explicada desde una perspectiva materialista.

Algunos libros recientes nos han mostrado el contexto histórico y social en que fue escrita la Biblia, que los comportamientos de Dios son muy humanos y que incluso cae en el racismo, la intolerancia y el odio. ¿No es un libro demasiado humano como para representar a ese dios grandioso que puso a andar el universo y la evolución?

Primero, déjeme decirle que no soy un experto bíblico. Pero ciertamente la Biblia, mientras fue inspirada, fue transcrita por humanos, y eso refleja el contexto de los tiempos en los que sus libros fueron escritos. Debería ser leída con eso en mente y no forzado a las interpretaciones ultraliterales basadas en las actuales normas culturales. Pero hay sobre todo una consistencia en el mensaje de la biblia que desafía una simple explicación: en términos de su confiabilidad, el nuevo testamento describe la vida y muerte de la más imponente figura en toda la historia humana: Jesucristo. Hasta los ateos admiten que tenemos sólida evidencia histórica de la vida de Cristo, probablemente más de la que tenemos de Julio César.

5. Opinión: El ateísmo es una presuposición filosófica, no una verdad científica

Alvin Plantinga, profesor de filosofía en Notre Dame University, correctamente afirma que el ateísmo yerra al no tratar de la misma manera las premisas "Dios existe" y "Dios no existe". La falacia descansa en afirmar que la ausencia de pruebas científicas de la primera forzosamente conduce a la conclusión que la segunda es necesariamente verdad, independientemente de la evidencia (o falta de ella) que la sustente.

Contrario a la creencia popular, el ateísmo que afirma Richard Dawkins, considerado el más ilustre ateo de la actualidad, no descansa en evidencia empírica; es decir, la afirmación de la premisa "Dios no existe" es una proposición meramente filosófica, no científica.

La posibilidad de probar la existencia de Dios en un laboratorio es imposible, tanto como lo es probar la no existencia de Dios en el mismo escenario. Por tanto, el debate de ideas sobre la existencia de Dios debe darse entendiendo que el ateísmo descansa en una presuposición filosófica de la misma manera como el cristianismo lo hace sustentado en premisas teológicas (que por supuesto emplea elementos filosóficos).

Si bien Dawkins es un prolífico escritor en biología evolutiva con una preparación académica de primer nivel, esto no necesariamente lo hace un buen filosofo, mucho menos un teólogo competente. Por ende, si lo mencionado en los párrafos anteriores es verdad, entonces las falencias filosóficas y teológicas de Dawkins deben llevarnos a una seria revisión de sus argumentos.

Aclaro, que de ninguna manera pretendo excluir la ciencia como un elemento importante que informa la discusión de asuntos de orden teológico, simplemente intento recalcar el error de tratar el tema de Dios bajo el condicionamiento de una metodología científica que no aplica para un ser que por definición de su transcendencia "está más allá de los límites de cualquier conocimiento posible".

Mientras escribo este artículo muchas son las personas que mueren trágicamente en Colombia, y en medio de la pena que naturalmente esto acarrea para todos los dolientes valoro las posibles respuestas que el ateísmo radical y el cristianismo bíblico podrían proveer: Dawkins simplemente diría que eso fue todo, fin de la historia, e increparía vehementemente que creer en la vida después de la muerte no solamente sería absurdo sino peligroso. Pablo, por otro lado, quizás apuntaría: "¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él" (1 Tesalonicenses 4:14).

No pretendo de ningún modo apelar a un argumento emocional; mi intención es, frente a la realidad del sufrimiento, invitar a una reflexión sobre las respuestas que el ateísmo como el cristianismo pueden ofrecer con respecto a la dignificación del ser humano, premisa que ambas posturas afirman defender.

Independientemente de la aceptación o el rechazo de los argumentos que se exponen en este debate, debemos entender que la discusión sobre la existencia de Dios no puede ser tomada como un simple ejercicio académico. Las implicaciones prácticas de creer o no creer en Dios son cruciales para nuestra actitud frente a la vida... y la muerte, por supuesto.

Concluyo con una interesante ilustración: Dawkins ha definido a Dios como un ser "homofóbico, racista, infanticida, genocida, parricida, pestilente, megalómano, sadomasoquista". A tal descripción, Plantinga responde diciendo: "Al parecer Dawkins ha decidido hacer de Dios su enemigo jurado. (Solo esperemos, por el bien de Dawkins, que Dios no retorne el cumplido)".

II. Publicación en Colombia del libro “Manual de Ateología”

1. Ateos se confiesan 16 personalidades del país; lo hicieron en el libro 'Manual de Ateología'

Entre otros están Daniel Samper Ospina, Humberto De La Calle,Gustavo Álvarez Gardeazábal, Héctor Abad Faciolince, Florence Thomas y Carlos Gaviria, quien se declara agnóstico. Conozca sus argumentos. Con la publicación, de la editorial Tierra Firme, no pretenden crear una nueva religión ni promover el ateísmo.

"Lo único que se busca es estremecer la fe de muchos colombianos, apelar a la racionalidad de esa inmensa mayoría católica y religiosa del país", sostiene el abogado y politólogo José Manuel Acevedo, editor del libro, que ha encendido el debate sobre el ateísmo como una tendencia que aparentemente empieza a despertar en Colombia, o al menos, a destaparse.

Los argumentos:

- Daniel Samper Ospina, periodista

"Aprendí a andar por el mundo sin una religión que me ayude a encontrar consuelo cuando alguien cercano se muere, o a darle sentido a este irse agotando día tras día hasta que un día a uno lo aplaste la vejez, o un cáncer, o un carro. Me he librado de muchos dolores que padecen los creyentes: si acusan a un sacerdote de abusar de los niños, no me siento traicionado".

- Humberto De La Calle, ex ministro

"En realidad no tengo problema con Dios. Y creo que, si existe, tampoco él los tenga conmigo. O al menos debo creer que carecería de tiempo para ocuparse de mis asuntos, en vista de las colosales ocupaciones que le exigimos. Carecemos de instrumentos racionales para afirmar de manera tangible la existencia de Dios. Pero tampoco hay prueba empírica de lo contrario".

- Gustavo Álvarez G., periodista

"Durante mi infancia y mi adolescencia me enseñaron que Dios era el responsable de lo que me sucedía a mí y a mis seres queridos. Todo había que ponerlo bajo la tutela de ese ser incorpóreo, desconocido e inasible. Repetir hasta la saciedad y antes de todo acto la frase condicionante 'Si Dios quiere', concretaba el poder absoluto que sobre nuestras vidas ofrecía ese Dios".

- Héctor Abad Faciolince, escritor

"La religión, quizá, desde la antigüedad, mitigó en algunos malévolos su maldad, por miedo al castigo de una potencia sobrenatural. La religión les dio a los justos la esperanza de que en el más allá los malos serían castigados y los buenos premiados, cosa que raramente ocurre en este valle de lágrimas. Hoy en día vivo mi ateísmo con serenidad. Dios no es un problema para mí".

- Florence Thomas, columnista

"¿Cómo podría creer en Dios si el monoteísmo -sea judío, cristiano o islámico- odió, temió, satanizó y difamó a las mujeres? Ejemplos, son miles. Y qué decir de la satanización de Eva, esta mujer pecadora, trasgresora y culpable de todos los males de la humanidad por haber tenido la formidable osadía de morder el fruto del árbol del saber, pecado que desde hace siglos seguimos pagando".

- Carlos Gaviria Díaz, ex magistrado

"La gente se llama católica o cristiana pero no organiza su vida de acuerdo con los valores cristianos. Si lo hicieran, este país sería mucho mejor. Acá no se reflexiona sobre Dios, y si se reflexiona, se hace de una manera muy poco lúcida y muy poco racional".

Agnóstico, diferente a ateo

En muchas cosas sí cree firmemente el ex magistrado Carlos Gaviria, quien hizo parte de esta recopilación: en la razón y el pensamiento, y en que la decencia debe ser un mandato tanto para los creyentes como para los que no lo son. Sin embargo, no cree que su vida deba regirse por preceptos meramente divinos. Gaviria se confiesa agnóstico, que es muy diferente -aclara él- a ser ateo.

Los agnósticos son aquellos que, ante la imposibilidad de demostrar la existencia o la inexistencia de Dios, solo aceptan el conocimiento, mientras que los ateos niegan tajantemente la existencia de Dios. No obstante, ambas corrientes van de la mano, pues cuestionan el fervor ciego hacia un ser supremo.

El dirigente político tampoco les tiene fe a aquellos que se rasgan las vestiduras en nombre de la Iglesia. "Colombia es un país católico porque casi todos los colombianos han sido bautizados, pero solo un grupo selecto de personas vive el cristianismo de una manera sensata", advierte. Y añade que si este realmente fuera un país cristiano, "no ocurrirían las cosas tan espantosas que ocurren".

Un país de creyentes

De Colombia se ha dicho históricamente que es un país de mayoría católica, y hasta la Constitución de 1991 el catolicismo era la religión oficial. Ahora el Estado es laico.

En una encuesta publicada a finales del año pasado por la Universidad San Buenaventura con 1.800 personas, en Bogotá, el 92 por ciento de los consultados se declaró creyente. Y solo un 3,2 por ciento dijo ser ateo, mientras que el 3,8 por ciento manifestó su agnosticismo. Y de cada 10, ocho son católicos.

Isabel Corpas, doctora en teología y directora de la Maestría en Estudios del Hecho Religioso en la misma universidad, afirma que esos resultados son una muestra de que sí hay una población mayoritaria que cree en Dios y que los no creyentes son realmente pocos. Corpas, católica de convicción, cree que los relatos del libro en mención son respetables desde el punto de vista intelectual, pero estima que las razones con las que muchos argumentan no creer en Dios, son cuestionables. "Algunos no creen desde la ciencia (las teorías de la evolución, por ejemplo), o por el testimonio de vida de algunos sacerdotes. Pero es muy distinto no creer en los curas que no creer en Dios", dice.

Otra encuesta hecha con 700 personas por Datexco y contratada por la revista Cambio, en noviembre del 2008, arrojó resultados similares: el 96,6 por ciento admitió sí creer en Dios, frente a un 3,3 por ciento que expresó lo contrario.

Sin embargo, Monseñor Fabián Marulanda, secretario de la Conferencia Episcopal, admite que ese "noventa y tanto" de población católica del que siempre se ha hablado, ha diezmado en los últimos años gracias al pluralismo de cultos. Pero aclara que a la Iglesia no le interesa la cantidad de los fieles, sino la calidad.

¿Creer o no creer?

"El ateísmo honesto no es un asunto de moda, o de rebeldía, o de ignorancia; es el fruto de una decisión vital que requiere también de profundos procesos de madurez y de autorreflexión", sostiene el teólogo Fabián Salazar, coordinador del Centro de Estudios Teológicos y de las Religiones de la Universidad del Rosario. Según él, es más valioso un ateo coherente que un creyente mediocre. "Estos últimos le hacen el verdadero daño a la religión".

Para el sacerdote jesuita Carlos Novoa, doctor en teología y docente de la Universidad Javeriana, el problema es que los ateos, estrictamente hablando, "no existen, porque todos tenemos fe en algo".

"Héctor Abad cree en el amor y la vida; Florence Thomas cree en la superación de las discriminaciones; Daniel Samper Ospina cree en un mundo sin exclusiones. Esos son sus dioses", exclama el sacerdote al referirse a algunos de los autores del libro.

Más que ateo, Fabián Sanabria, director del Grupo de estudios de las subjetividades y creencias contemporáneas de la Universidad Nacional y decano de la facultad de ciencias humanas de la misma institución, se declara agnóstico.

Sanabria manifiesta no estar seguro de la existencia de ese Dios con mayúscula, único o monoteísta, e incluso castigador que han promovido las grandes religiones. Y aunque no considera que el ateísmo se esté convirtiendo en una tendencia, sí opina que las conductas religiosas de los colombianos están cambiando: de una religión institucional a una religión más experimental, de gente que tiene "línea directa con Dios sin una iglesia de por medio". Sobre todo en la gente joven.

El auge del ateísmo en el mundo

En el mundo hay un auge sobre el ateísmo. Autores como Richard Dawkins (El espejismo de Dios) y Christopher Hitchens (Dios no es bueno) han vendido millones de libros con sus testimonios. Hay varias confederaciones internacionales de ateos, y en Europa, desde Londres hasta Barcelona, centenares de buses recorren las calles con el siguiente mensaje: "Dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". En Colombia no hay movimientos similares. Solo se conoce la existencia de un grupo de intelectuales antioqueños que se congregaron en un grupo: Escépticos Colombia, que promueve un pensamiento crítico y científico.

Hernán Toro, uno de sus miembros, cree que el porcentaje de ateos puede ser bajo, sobre todo porque esta postura resulta políticamente incorrecta. Pero estima que hay un despertar intelectual al respecto. "Buena parte de los políticos no aceptan su ateísmo o su agnosticismo por el caudal de votos que les arrebataría semejante confesión en un país tan tradicionalista y religioso como el nuestro".

2. El 'Manual de ateología'

Hace unos días lanzamos un libro bajo el título de 'Manual de ateología', que representa el regreso a la escena editorial de Tierra Firme Editores -fundada en 1985 por Germán Arciniegas y Tito Livio Caldas- y que ha causado una explicable polémica en medio de una sociedad tan religiosa como la nuestra.

Sacar a los ateos del clóset en el país del Sagrado Corazón no fue fácil. Debimos escudriñar en archivos de prensa, analizar perfiles y exponernos a respuestas que, aun cuando debían ser privadas, terminaron públicas, como la de Vladdo, que se indignó cuando le propusimos escribir algo para el libro. Yo habría jurado que Aleida era ateísima y que tal vez se identificaba con buena parte de los argumentos que una feminista como Florence Thomas o la cuentista Ana Margarita López exponen en esta obra.

¡Pero valió la pena! Las mejores dieciséis plumas colombianas se 'dieron la pela' para explicar por qué no creen en Dios. Algunos se sintieron más cómodos declarándose agnósticos, como Carlos Gaviria o Eduardo Arias, y otros, como Héctor Abad, se inventaron la categoría de 'ateos mansos'. Unos más, como el entrañable Gardeazábal o Felipe Zuleta, defendieron con pasión su decidido ateísmo, y varios otros prefirieron las razones filosóficas, jurídicas y, en general racionales para expresar su interesante punto de vista, como Alejandro Gaviria, Andrés Mejía, Juan Manuel Charry, José Arizala, Humberto de la Calle, Antonio Vélez o el propio Tito Livio Caldas. La ironía y el humor corrieron por cuenta de los periodistas Daniel Samper y Carlos Dáguer.

Tendrá la ONU un interesante caso de 'difamación religiosa' en Colombia para analizar. No faltará tampoco el consabido aviso de don José Galat en la prensa para censurar esta publicación, mucho menos ahora que anda de candidato presidencial, disputándose el margen de error con Carlos Holguín en el Partido Conservador.

A este país tan mojigato le faltan voces atrevidas, que reten las creencias de un puñado de colombianos que, así sea por curiosidad, deberían leer el libro y participar en una sana discusión, que nunca había sido planteada como ahora se hace.

Muchos han dicho que ser ateo es como ser blanco o negro, hombre o mujer, y que de ello no hay nada que escribir. Las condiciones físicas irrenunciables e, incluso, las orientaciones sexuales son incontrovertibles, es verdad, pero siempre que detrás de un asunto exista la construcción humana y no el mero azar biológico, valdrá la pena debatir e intercambiar puntos de vista. ¡Que este Manual de ateología sea la oportunidad para hacerlo!

3. Comentarios al Libro “Manual de Ateología”

3.1. Por Iván Garzón Vallejo, Profesor de Derecho Universidad de La Sabana

Como el problema de Dios y de la religión ha vuelto a ocupar un lugar en el debate público, sobretodo en países desarrollados y secularizados, tocaba leer la versión criolla de nuestros ateos y agnósticos titulada Manual de Ateología.

Mi decepción fue total, y a pesar de que el libro reúne algunas de las mejores plumas del país, casi no lo termino de leer, pues además de los lugares comunes, algunos ensayos están mal escritos. Me decepcionó principalmente por el bajísimo nivel argumentativo con el que los autores abordan un problema de la mayor relevancia pública, como es la existencia de Dios. Salvo contadas excepciones (reductibles incluso a algunos párrafos), el pretendido manual parece por pasajes una colección de prejuicios anti-religiosos que datan de la época escolar, cosa ya por sí misma sospechosa, pues finalmente, todos superamos la adolescencia.

No obstante, haciendo una lectura autocrítica de este aspecto, se evidencian allí algunas consecuencias de una educación escolar quizás demasiado formal, moralista y con visos de protestantismo que se ha impartido en escuelas y colegios religiosos. Sin embargo, los autores no logran explicar convincentemente por qué dichas incoherencias o formas religiosas distorsionadas constituyen un argumento suficiente para el ateísmo. ¿No es ésta una conclusión ilógica y simplista?

Sorprende además el tono de los ensayos, su carácter extemporáneo. Es decir, que el argumento más socorrido para afirmar la inexistencia de Dios sea la incompatibilidad entre la fe y la razón, así como el presunto desprecio de la Iglesia por la ciencia, y, en último término, la definición de la religión como algo supersticioso, fantasioso, inverosímil y absolutamente imaginario, pues tal categorización es propia del siglo XVIII. Ése fue precisamente el tono de la discusión ilustrada acerca de la religión, época en la que se enarboló la idea según la cual, en un mundo caracterizado por las tinieblas de la ignorancia religiosa, una razón autorreferente y anti-metafísica iluminaría por sí misma la vida del ser humano.

Para esta concepción, el ateo y el agnóstico son hombres de ciencia, seres racionalistas desde su más tierna infancia, como confiesan sin pudor varios autores de este mosaico. Dato curioso, si se tiene en cuenta que la niñez es una etapa en la que, particularmente, se aceptan muchas cosas por confianza en los demás. Para los autores del manual, los creyentes, y especialmente los católicos, son seres irracionales, ilusos, ingenuos, cuando no fanáticos. En suma, menores de edad.

Sin embargo, la cuestión es más compleja. Acerca de la certeza racional sobre la existencia de Dios, Rousseau, profundo creyente, le había escrito a Voltaire que “ni la afirmativa ni la negativa me parecen en este punto demostradas por las luces de la razón y que si el teísta sólo funda su sentimiento sobre probabilidades, el ateo, aún menos preciso, no me parece que funde el suyo más que sobre las posibilidades contrarias”. Es decir, si para la increencia se pueden encontrar respetables razones, para la fe también las hay. Lo que se echa de menos en el libro es que no sean respetadas, pero sobre todo, controvertidas. Para hacerlo, habría que empezar por tomarlas en serio.

El planteamiento de que la fe es irracional, y la religión una creación imaginativa del espíritu humano es, a fin de cuentas, una caricatura no solo intelectualmente ofensiva con quienes creen sinceramente, sino irreal, un falso prototipo del creyente, que –por si hiciera falta– también piensa, duda y controvierte. Pero confía en Dios y se adhiere a unas verdades cuya comprensión plena es humanamente imposible, porque revisten un carácter misterioso e insondable.

La crítica ilustrada de la religión ha sido muy revaluada, y en eso, nuestras personalidades evidencian una profunda ignorancia de la doctrina religiosa, del magisterio de los últimos pontífices, y de los debates intelectuales sobre algunas cuestiones polémicas. Tal desconocimiento los sujeta invenciblemente a sus prejuicios. Los procesos de reislamización, la singularidad de la experiencia político-religiosa norteamericana, el auge del fundamentalismo y el fanatismo religiosos, el influjo público Pontificado de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, la masiva presencia de inmigrantes religiosos en las sociedades occidentales, la política de identidades, las críticas a la teoría dominante de la secularización, son, entre otros, algunos de los hechos que en los últimos años han cuestionado el discurso políticamente correcto sostenido por las élites occidentales, y según el cual avanzamos inexorablemente hacia una era de luz y razón autónoma sin religión.

Por si fuera poco, hoy en día no son pocos los intelectuales no creyentes que cuestionan el carácter secularizado, agnóstico o ateo del mundo contemporáneo, y han puesto de relieve la racionalidad de la experiencia religiosa. Michael Burleigh, John Gray, André Glucksmann, Joseph Weiler, Gustavo Bueno, Sari Nusseibeh, Wael Farouq, Marcello Pera, y Jürgen Habermas son algunos de quienes seguramente nuestras personalidades aún no han tenido la oportunidad de leer.

Este fenómeno planetario de crítica y revaluación de los paradigmas ilustrados y secularizados parece ser desconocido por los autores del texto. O en todo caso, no añade ningún argumento contraevidente, no cuestiona sus juicios, no permite matices más allá de la propia experiencia personal. Al eludir las evidencias, y al poner entre paréntesis los datos incómodos, el discurso ateo (agnóstico o indiferente, sería más preciso) no sólo se hace frágil y poco persuasivo, sino que contribuye a explicar el tono panfletario, casi de arenga anti-religiosa de varios ensayos.

Decepcionado por el manual de prejuicios que, pomposamente anuncia que los creyentes que se atrevan a leerlo “recibirán un sacudón racionalista, y sus mentes, quizás no podrán volver a dormir tranquilas en la tradicional quietud de su fe”, confieso que sí recibí un sacudón al leerlo: cuando el teléfono me despertó del adormecimiento que me estaba produciendo su lectura.

Por ello, más serio, más plural (en su ánimo propagandístico o de “ateísmo proselitista” éste libro no lo es), mejor informado y documentado, y más honesto intelectualmente, me pareció el libro Dios salve la razón, publicado recientemente por Ediciones Encuentro de Madrid. Allí, varios intelectuales procedentes de diversas tradiciones culturales, filosóficas y religiosas debaten el discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona. Éste libro sí ayuda a sacudirse. Sobre todo, del anacrónico provincianismo ilustrado.

3.2. Por Julián Gutiérrez B.Sc, M.A. Talbot School of Theology

Indudablemente el tema acerca de Dios sigue en vigencia, tanto para sus seguidores como sus detractores, muestra de ello es la abundante literatura moderna que está disponible. El movimiento conocido como “Nuevo Ateísmo”, expuesto principalmente por Richard Dawkins, Christopher Hitchens, Sam Harris y Daniel Dennet, ha alcanzado niveles de popularidad sin precedente alguno dentro y fuera del mundo angloparlante, y esto ha sido el elemento catalizador para que muchos pensadores se animen a expresar sus convicciones ateas públicamente. El turno ahora es para varias personalidades colombianas quienes nos presentan formalmente, en “Manual de Ateología” (MA), una muestra de su pensamiento en contra de la existencia de Dios.

El panel de autores convocados incluye prodigiosos escritores como Héctor Abad Faciolince y Gustavo Álvarez Gardezabal; políticos de la talla de Humberto de la Calle y Carlos Gaviria Díaz; académicos como Juan Manuel Charry y Alejandro Gaviria; empresarios exitosos como Tito Livio Caldas –quien a su vez es el presidente editorial de la casa editora que publica el libro- y periodistas como Felipe Zuleta y Carlos Daguer. La lista de notables la completan Florence Thomas, Ana Margarita López, José Arizala, Daniel Samper Ospina, Antonio Vélez, Andrés Mejía Vergnaud, y Eduardo Arias.

El libro consta de siete secciones principales que incluye los títulos de cada ensayo escrito por los autores. Esta división hace fácil la lectura y le permite al lector comenzar y terminar donde más se concentre su interés, ya sea ateísmo y su argumentación desde la ciencia, la política, el humor, etc. MA es un libro escrito en lenguaje sencillo y claro con lo cual se abarca un segmento significativo de lectores que incluye principalmente a aquellos que no tienen un bagaje académico concerniente a la discusión sobre la existencia de Dios.

El libro es relativamente corto, son 180 páginas, incluyendo un notable error de conteo en las primeras hojas de su tercera edición. Los capítulos son en muchos casos exageradamente cortos lo cual pudiera entenderse como una decisión editorial en base a espacio –falta del mismo- o un triunfalismo injustificado de parte de algunos de los autores. Si la razón es la primera entonces la mejor decisión podría haber pasado por reducir el número de personalidades invitadas, en vez de reducir el espacio para argumentar con mayor profundidad sus ideas; si la razón es la segunda, se entendería como un eco al tono triunfalista y de exagerada presunción que se lee en el prefacio, donde Tito Livio Caldas asume a priori como un hecho lo que debe probarse, esto es, la victoria del ateísmo dentro de la comunidad científica, y advierte que después de leer el libro, el creyente no podrá “volver a dormir tranquilo en la tradicional quietud de su fe”.

La publicidad dada en los medios de comunicación, previo a la publicación del libro, preveía un manual lleno de contundentes argumentos filosóficos, históricos, científicos y teológicos en contra de la existencia de Dios; no obstante, el libro contiene poco o nada de lo prometido –con algunas minúsculas excepciones- y más bien es un recuento de las experiencias y gustos, o disgustos, personales que llevaron los autores a sus actuales estados de escepticismo. El lector esperaría que un manual de ateología enfilara sus baterías contra toda forma de teísmo, pero este no es el caso de este MA; cuando lo hace, es de manera tímida, a no ser que la arremetida vaya dirigida contra el cristianismo y en particular contra el catolicismo romano. En este punto es importante notar que varios de los autores caen en lo que se denomina un error categórico pues parecen asumir que una vez se rechaza alguna practica de la tradición católica romana, por considerarla irracional o poco convincente, entonces todo el teísmo en general debe ser rechazado. Igualmente, es importante señalar que mientras se pretende ridiculizar y menospreciar a los teólogos, ninguna de las personalidades en el libro interacciona seriamente con los argumentos de ninguno de ellos, antiguos o contemporáneos.

Capítulos como el escrito por el ingeniero Vélez, pareciera querer emular en algunos apartes la retórica y el estilo de Richard Dawkins. Vélez, al igual que Dawkins, muestra gran agresividad pero un conocimiento muy pobre con respecto a la teología clásica cristiana a la que pretende ridiculizar; por consiguiente, gran parte de sus críticas terminan siendo una argumentación en contra de una caricatura de Dios.

Es muy interesante notar que desde el párrafo inicial Vélez afirma que “Dios es una quimera…”, es decir presupone desde el principio la no existencia de Dios, algo que supuestamente debería argumentar a lo largo de su ensayo. Dios no es comprensible, dice Vélez, pues el hombre no puede imaginar ni experimentar los atributos que Dios posee. El problema con este tipo de argumentación es doble; por un lado, si aplicáramos la misma lógica para otras cosas en la naturaleza, como por ejemplo los números reales, tendríamos que afirmar que la infinitud de los mismos es también una “quimera” pues ningún ser humano ha experimentado nunca tal infinitud.

Por otro lado, es completamente errado asumir que Dios es únicamente comprensible por medio de “representaciones icónicas”. Un simple vistazo al relato bíblico bastaría para notar que ningún icono, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, fue necesario para entender lo que Dios había revelado ser. Es más, la prohibición contra toda figura que represente la divinidad en un contexto litúrgico de adoración es una constante en las escrituras cristianas. Se queja el ingeniero Vélez del teólogo cristiano por violar la ley de la no-contradicción en sus afirmaciones, la lógica del “sí pero no”, y por supuesto de ser esto cierto todos nos deberíamos unir al reclamo; no obstante, es poco probable que algún teólogo cristiano haya jamás afirmado que “Dios no puede intervenir en asuntos humanos, pues atentaría contra la libertad que nos dio”, la sola afirmación, evaluada a la luz de las innumerables intervenciones divinas que narran las escrituras, es simplemente insostenible.

Desconozco quien o quienes hayan sido los interlocutores teológicos que Vélez ha tenido, pero formular la pregunta de “¿Por qué aceptamos que el creador no requiere creador?” ofreciendo la conclusiva respuesta de “Nadie da respuestas sensatas” sin siquiera mencionar e interactuar con el concepto de aseidad como atributo divino, dice mucho… o mejor muy poco. De acuerdo a Vélez, es absurdo que Dios pudiera existir antes del universo pues el espacio y el tiempo se inician con la materia, pero lo absurdo es pretender que Dios esté sujeto a la relación espacio-tiempo, ¿acaso teológicamente no es Dios, por definición, atemporal y espíritu en su estado puro? Algunas de las preguntas que Vélez debería responder podrían ser: ¿Qué efecto tendría el tiempo en un ser ontológicamente eterno y cuál sería el espacio que un espíritu pudiera ocupar en el universo?

Finalmente, Vélez afirma que algunos creyentes creen que “sin Dios no existiría la moral”, una vez más se confunde lo dicho por el teísmo cristiano. El argumento no pasa por negar que un ateo pueda ser moral o ético, más bien pasa por el hecho de que aparte de Dios no existe base -justificación epistemológica- para afirmar valor moral alguno. La lista de concepciones teológicas sobre Dios en el ensayo de Vélez, que son ajenas a la descripción bíblica clásica, es larga pero este espacio no permite comentar sobre todas ellas. En vista de lo anterior sería conveniente sugerirle al ingeniero Vélez algo en sus propios términos: Cristianismo 101: Teología Básica para Dummies.

En contraste con el estilo empleado por Vélez, el ensayo de Humberto De La Calle, es mucho más sosegado en tono y académicamente más sostenible, además de estar muy bien escrito. De La Calle, correctamente afirma la imposibilidad de probar la existencia o no existencia de Dios –por lo menos científicamente- y de esa afirmación estructura su postura escéptica. Principalmente encuentro criticable el hecho de que gran parte de este capítulo se centra en discrepancias contra ciertos elementos propios del catolicismo romano y no en contra de la posible existencia de Dios; es decir, no se distingue entre una institución conformada por humanos y el Dios que dicen representar. El punto es que no necesariamente las fallas de una organización nos obligan a concluir la no existencia del ser que tal organización cree representar simplemente basado en el hecho de que la representación mencionada es cuestionable. Finalmente, es interesante el concepto de ética laica que De la Calle plantea basada en la dignidad humana; no obstante, la pregunta para esa ética laica sería, ¿en base a qué, debe un laico asumir que la “dignidad humana” es algo bueno?

El ensayo presentado por Héctor Abad Faciolince, que se encuentra en el libro bajo la categoría de “Mansos y Agnósticos”, es una lectura obligada para aquellos que admiramos el buen escribir. A pesar de mi gran admiración hacia el escritor no puedo dejar de discrepar con el ateísmo manso que este plantea. En primer lugar, quedé intrigado de leer cuáles eran esos poderosos argumentos lógicos y científicos que Abad Faciolince esgrimía en sus viejos tiempos de ateo radical, él no los menciona. Abad Faciolince expresa su convicción de no creer en que la carga de la prueba de la no existencia de Dios recaiga sobre su ateísmo pues, dice él, es aquel que cree en unicornios o en Dios es quien está obligado a demostrar su existencia, esta variación del ateísmo se conoce como “ateísmo negativo”.

Uno de los problemas elevado por algunos filósofos contra esta postura descansa en el hecho básico de que el simple debate sobre la existencia de Dios presupone en la mente del ateo la idea de Dios mismo, de otra manera resultaría absurda la discusión. Es importante notar que tanto el ateo como el teísta formulan declaraciones positivas acerca de la naturaleza del universo y por ende ambos tienen la carga de la prueba en sus hombros; es decir, que así como el teísta tiene la obligación de proveer pruebas que indiquen la existencia de Dios, el ateo tiene la obligación de presentar pruebas positivas de la no existencia del mismo y no simplemente se debe limitar al rechazo de las pruebas positivas del teísmo. Es interesante notar que Abad Faciolince, apoyado en el ya fallecido y controversial filósofo de ciencia Sir Karl Popper, escribe: “Afirmaciones no falseables, en el sentido popperiano del término, no pueden exponerse en clase de ciencias.”, y por ende, concluye, el creacionismo no puede ser aceptado “en una clase de biología”. Irónicamente, en su autobiografía Popper afirmo que “He llegado a la conclusión de que el Darwinismo no es una teoría científica comprobable sino un programa de investigación metafísico.”

La sección escrita por el reconocido político Carlos Gaviria Díaz es uno de los ejemplos más claros de injustificada brevedad en el libro. ¡Su aporte es de menos de 3 páginas! Con excepción de un argumento tomado de Bertrand Russell, en el que la injusticia del mundo es usada para probar la no existencia de Dios, (a lo que creyentes cristianos como C.S. Lewis han respondido algo como ¿de qué manera conocemos y juzgamos que algo es injusto sin asumir que existe un patrón de justicia universal?), Gaviria no argumenta en contra de la posible existencia de Dios, simplemente exhorta a otros al “desafío” de vivir “justa y decentemente” sin la necesidad de un dios como dador de leyes morales absolutas.

Esperé con expectativa el ensayo de Tito Livio Caldas, ya que la publicidad hecha en medios de comunicación, y el prefacio del libro advertían de una serie de argumentaciones prácticamente devastadoras en contra del teísmo. La decepción fue proporcional a la expectativa creada. Don Tito Livio en su ensayo simplemente se limita a reformular los argumentos de quien es objeto de su gran admiración, Richard Dawkins. Al parecer Caldas no solo sigue la argumentación de Dawkins sino también su metodología. Esto queda claro al leer que Caldas también inicia su argumentación proponiendo la falsa disyuntiva entre Dios o Ciencia. La idea vedada en este punto es simplemente la de hacer creer que aquella persona que profese creer en Dios no puede ser alguien distinto a un ignorante, retrogrado y oscurantista, mientras que aquella persona que asuma no creer en la existencia de Dios es altamente educado, ético, y progresista. La falacia de la anterior disyuntiva es demostrable haciendo un análisis histórico acerca de cómo y quienes dieron luz a lo que hoy llamamos ciencias modernas.

Melvin Calvin, premio Nobel de bioquímica en 1961 escribe acerca de la convicción que la ciencia solo es posible en un universo ordenado y por tanto, “… el universo es gobernado por un Dios único… esta postura monoteistita pareciera ser la fundación histórica de la ciencia moderna.” Igualmente John Lennox, el profesor de Oxford, quien ostenta triple doctorado en ciencias, menciona en este punto, que no debemos olvidar las raíces de la ciencia y que científicos de la talla de Galileo, Kepler, Pascal, Boyle, Newton, Faraday, Babbage, Mendel, Pasteur, Kelvin, fueron todos teístas, y la gran mayoría cristianos. Si bien hoy en día existe una mayoría atea dentro de la comunidad científica, que incluso ha segregado a aquellos científicos que no profesen su mismo naturalismo filosófico, lejos está el ateísmo de ser un requisito para practicar cualquier ciencia.

Algunos científicos de primer nivel que creen en la existencia de Dios, y que por ende rechazarían lo afirmado por Caldas, incluyen entre otros a: Sir Brian Heap, antiguo vicepresidente de la Sociedad Real (La academia de ciencia en el Reino Unido); Michael J. Behe, doctorado en bioquímica; Profesor John C. Lennox, ponente de matemáticas en Oxford University; Sir John Houghton, antiguo director de la oficina de meteorología británica; Francis Collins, antiguo director del proyecto del genoma humano; Hugh Ross, doctorado en astronomía; y el Profesor Bill Phillips, premio Nobel de física en 1997.

Aparte de los capítulos ya mencionados de este MA, merecen atención las partes escritas por Alejandro Gaviria, Carlos Daguer, y Andrés Mejía Vergnaud. El primero por contener breves pero interesantes referentes filosóficos sobre el tema en cuestión; el segundo, por que considero que a pesar de una serie de objetables afirmaciones e imprecisiones teológicas, contiene preguntas honestas que culminan con un espacio para la duda; y el tercero, por la curiosidad de que se escribe en tercera persona en forma de relato y contiene algunas descripciones doctrinales cercanas a las afirmadas por el cristianismo bíblico. En resumen, y retomando lo leído en el prefacio para una evaluación final, considero sinceramente que nadie después de leer el libro se beneficiará de argumento alguno para sustentar la afirmación que la ciencia y Dios son incompatibles, mucho menos creo que algún creyente medianamente educado en la fe vaya a padecer de mucho insomnio.

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