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La actitud del Santo Oficio ante los indígenas.


Enviado por   •  19 de Febrero de 2016  •  Prácticas o problemas  •  1.313 Palabras (6 Páginas)  •  307 Visitas

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Capitulo III

La actitud del Santo Oficio ante los indígenas.

Destruid los ídolos, echadlos por tierra, quemad, confundid y acabad todos los lugares donde estuvieren, aniquilar los sitios, montes y peñascos, cubrid y cerrad la piedra, no hagáis sacrificios al demonio, ni pidáis consejos a los magos, encantadores ni adivinos; no oigáis ni creáis a los que os quieren engañar, aunque los veáis hacer cosas que os parezcan milagros, porque verdaderamente no lo son, sino embustes del demonio para apartarlos de la fe.

Los primero tribunales inquisitoriales en América, teniendo en muchas ocasiones rudos y torpes desempeños, no siempre carecieron de un olvidado sentido de humanismo expresado en las primeras décadas de la conquista espiritual. Expresaron rápidamente las limitaciones y hasta preocupaciones que ellos mismos tenían acerca de su labor, que posiblemente era adecuado dentro de la metrópoli que representaba España, sin embargo, riesgoso para las nuevas tierras, un territorio recién conquistado y no controlado aún del todo. Por estas circunstancias y algunas otras influencias (como lo era el temor que tenían hacia las creencias y tradiciones de los pobladores de la nueva región, no tardaron en debatir la cuestión del trato que se les debían dar a los indígenas, en el caso de que infringieran las reglas cristianas que establecerían.

Como cristianos honestos e íntegros, a los indios se les consideraba responsables de sus actos y por lo tanto acreedores a las mismas sanciones que a los españoles peninsulares, sin embargo, ¿existía alguna posibilidad de acusación contra ellos por herejía y demás habiendo transcurrido tan poco tiempo desde la instalación de este oficio en México? Al menos desde nuestro personal punto de vista, consideraríamos a aquellos nativos, novicios en esa área, su cristianismo y fe, aún prematuro y superficial para comprender todo aquello que conlleva a ser cristiano. Además sabemos que el caso de Don Carlos, el cacique de Texcoco (quien fue acusado de dogmatista y hereje y condenado a la hoguera), contribuye en gran aspecto en reforzar esta opinión que tenemos acerca de la fe indígena.

Gracias a este caso y algunos más que se presentaron paulatinamente en aquella época, la Corona que se hallaba lo suficientemente alterada ya en 1539, expidió un decreto el 30 de diciembre de 1571, donde el principal argumento manifestaba que “El tribunal del Santo Oficio solo se ocupaba de los delitos en materia de fe de los españoles, negros y castas con exclusión de los indígenas por lo que no presentan forma de castigos ni acusaciones de tipo religioso a esa parte de la población. Los indígenas solo dependerían en adelante del obispo en cuanto a moral y fe” (Alberro, 1988, p. 22)

Pero la “dureza” con la que se trataba a los indios no era el único blanco de las críticas que el tribunal inquisitorial recibía. Ya hace tiempo que muchos pedían el establecimiento de un Tribunal de la Santa Inquisición que dependiera del Consejo de la Suprema Corte y General Inquisición: donde aquellas quejas veían el único remedio para las atrocidades que la instancia inquisitorial no veía. Fue hasta el 25 de enero de 1569 que Felipe II ordenó el establecimiento de los tribunales de Lima y México.

Sin embargo, ahora sabemos que el Tribunal mexicano obraría en un contexto muy distinto al peninsular. En primer lugar porque México (o la Nueva España) no sería ni se parecería a las tierras europeas, además de que esta inmensa región era discontinuo, no solamente se necesitarían periodos grandes para explorarla, si no que la tierra contenía en sus raíces las más puras y magnificas representaciones de regiones y obstáculos naturales que representarían para los peninsulares dificultades en muchos aspectos. “Pensemos en Yucatán que , hasta fecha reciente, permaneció alejado del país, o en Nuevo México donde el diligente comisario del Santo Oficio, fray Alonso de Benavides se quejaba de que el correo son la capital tardaba cuatro años y hasta

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