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La ciencia y la pobreza

mariposa927Ensayo17 de Marzo de 2023

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Índice

I.        Introducción        2

II.        Desarrollo        3

III.        Conclusión        10

Referencias bibliográficas        12

LA CIENCIA COMO NUEVO PARADIGMA DE CONFRONTACIÓN ANTE LA POBREZA Y LA ENFERMEDAD

Si un hombre tiene hambre no le des un pez,

enséñale a pescar”.

-Proverbio chino-

  1. Introducción

¿Desarrollar una actitud científica entre la población permitiría la desvinculación entre pobreza y enfermedad? Sin duda, la dependencia entre pobreza y enfermedad siempre ha estado presente en la conciencia colectiva universal, no es necesario revisar cifras o estadísticos, para relacionar a las naciones en pobreza extrema con un sinnúmero de enfermedades, discapacidades y fallecimientos. Por un lado, la idea surge del sentido común: la mala alimentación, un ambiente insalubre y una atención médica tardía, no generan más que enfermedades.

Por otro lado, la medicina, como ciencia y como práctica, suele ser relativa entre los países, su desarrollo está supeditado a factores financieros, políticos y de investigación científica. No es lo mismo la ciencia médica de países como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Japón, donde todos los días se están creando medicamentos ante nuevas enfermedades, que en naciones subdesarrolladas donde no se hace investigación, sino que sólo se adquiere el medicamento para consumo de la población, el cual, en muchas ocasiones, es genérico, pues no proviene de laboratorios certificados.

De la misma forma, el acceso a la atención médica varía de un lugar a otro, así como la calidad de tales servicios. En México, los sistemas de salud han experimentado en las dos últimas décadas un descenso tanto en calidad como en cantidad, el grueso de la población depende de los servicios públicos vía trabajadora, y que si bien cada mes recibe las aportaciones de millones de derechohabientes, también cada mes cuenta con menos personal, medicamento, equipo especializado e instalaciones adecuadas para enfrentar los retos que la actual realidad impone.

  1. Desarrollo        

Para estudiosos de la pobreza y la enfermedad en el contexto mexicano, como lo es Ruy Pérez Tamayo (1994), hay una deducción muy simple para explicar esta vinculación: la enfermedad es una forma atrofiada de vida, y cada forma de vida tiene su propia patología, es decir, la pobreza que es una forma particular de vida posee su propia patología. Por tanto, la pobreza tiene sus propias y particulares enfermedades, que se distinguen de aquellas pertenecientes a la clase media y alta de todo grupo social.  

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud como “el estado de pleno bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad” (2020). Así, la enfermedad es aquel estado de bienestar interrumpido por factores internos y externos que generan al organismo un trastorno en su funcionamiento normal.  Las enfermedades pueden ser: (1) infecciosas, derivadas de algún microorganismo patógeno; (2) no infecciosas, relacionadas con factores biológicos; (3) las vinculadas a factores ambientales; y (4) las relacionadas con el estilo de vida.

Sin duda, la enfermedad es un estado presente en cualquier estrato socioeconómico y en toda ubicación geográfica, pues no distingue género, edad, color de piel, ni época. Lo que sí es cierto es que el tipo de enfermedad, su prolongación y su impacto en las vidas humanas es variable a los hábitos y costumbres cotidianos del grupo social al que se pertenece; por ejemplo, las enfermedades infecciones suelen presentarse entre comunidades cuyos hábitos higiénicos son mínimos; en tanto que ciertas enfermedades no infecciosas son persistentes en grupos de primer mundo.

     La obesidad y la diabetes, en la antigüedad, eran consideradas enfermedades de los ricos, pues comían sin restricción y no tenían necesidad de moverse, pues un séquito de sirvientes atendía hasta sus mínimas necesidades. Mientras que la tuberculosis, neumonía y malaria siempre se atribuyó, y se sigue atribuyendo, al tercer mundo, ya que provienen de estados insalubres y nula atención médica. La industria farmacéutica tiene muy en claro esta distinción entre enfermedades de pobres y de ricos, y sus esfuerzos siempre van orientados a satisfacer la demanda de tales marcados, aunque no siempre con miras a eliminar las enfermedades, casi siempre con la intención de controlar temporalmente la sintomatología.

Por cuestiones financieras y de negocio, las farmacéuticas han dejado de interesarse por crear medicamentos para las enfermedades de las sociedades desarrolladas, pues se considera que el dinero está entre la clase pobre, ya que representa la mayoría a nivel mundial, sus padecimientos no tienen un fin, son heredados de generación en generación, y no existe una real cultura de la información y la prevención, por lo que el consumo de fármacos, ya sea de patente, genérico, similar o paliativo, va en aumento conforme se desarrolla la explosión demográfica en sociedades con extrema pobreza.

     La carencia de insumos y de condiciones para cubrir las necesidades básicas, físicas y psíquicas, genera que una de cada cinco personas en el mundo viva en pobreza; esto quiere decir, que una de cada cinco personas carece de alimento, agua potable, electricidad, seguridad social, vivienda, educación, ingresos económicos y cohesión social. Si bien todos estos factores, o por lo menos la mayoría, están en manos de los gobiernos, hay una parte importante que corresponde al individuo, como ser pensante, autosuficiente y responsable de su propio bienestar.

     Así, la pobreza se define como “una condición general que determina una serie de características concretas en la vida, que a su vez son las que influyen directamente en la patología, algunas de estas circunstancias son la educación, la nutrición, la higiene y la reproducción” (Op. Cit., p. 336). Es decir, la calidad de vida desde antes de nacer ha de determinar esa condición general que dará pie a la enfermedad en la niñez y en la vida adulta. Un embrión que no recibe los nutrientes necesarios para su desarrollo estará limitado biológicamente desde su infancia, circunstancia que lo acompañará el resto de su vida.

De acuerdo al Banco Mundial (2020), existen varios tipos de pobreza: (1) moderada, donde las familias viven con aproximadamente 20 dólares al día; (2) coneval, en la cual una familia vive diariamente con 10 dólares americanos; (3) relativa, al día la familia cubre sus necesidades con 5 usd; (4) absoluta, cuando el gasto diario es de 2 dólares por familia; y (5) extrema, donde cada familia, sin importar el número de miembros, cuenta con 1,25 dólares para satisfacer sus necesidades del día.

Por lo tanto, sí en México el salario mínimo diario para el año 2020 es de $123.22, significa que la población trabajadora sufre pobreza relativa. En tanto que el índice de desempleo en el 2019 fue de 3.4%, lo cual se traduce en 4,284,000 personas que no reciben ingreso alguno, lo cual genera que en promedio dos millones de familias vivan en pobreza absoluta o extrema. Ante esta situación, ¿cómo enfrentar la enfermedad cuando se hace presente en algún o algunos miembros de la familia? Si bien, es el Estado el responsable de proveer servicios de agua potable, electrificación, seguridad social, educación y fuentes de trabajo, ¿qué hacer como individuos cuando el Estado no es capaz de generar tales condiciones?

Ante esto, la calidad de vida se ve afectada y la población recurre a actos delictivos y de corrupción para proveerse de lo esencial. Entiéndase calidad de vida como “la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes” (ONU, 2020). Por lo tanto, la calidad de vida de una persona se encuentra definida desde una perspectiva individual, pero también desde el contexto sociocultural en el que se desenvuelve, situación que permite reconocer su estado no sólo a nivel del cómo se siente, sino con relación al otro, del cómo se ve así mismo.

     Tener buena, regular o mala calidad de vida está supeditado a la capacidad de desenvolvimiento para satisfacer sus propias necesidades, la enfermedad aquí reduce esa capacidad y por lo tanto también reduce toda calidad de vida. De esta forma, la pobreza determina la calidad de vida de una persona, tal calidad de vida genera enfermedades, y a su vez, la enfermedad demerita la calidad de vida, lo cual enfatiza aún más la pobreza. Salir de semejante círculo patológico representa todo un reto a nivel individual, familiar y social, por ello, para reducir la enfermedad hay que atacar al mismo tiempo a la pobreza, y ello requiere el esfuerzo y la cooperación de múltiples instancias nacionales e internacionales.

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