La ley, Frederick Bastiat

Carmona Alarcón Itzel Getzemaní

Para Frederick Bastiat los tres elementos transcendentales que forman al hombre son: la persona (personalidad), la propiedad y la libertad principios que defienden son naturales y por lo cual la ley debe de defenderlos.

La ley es la organización del derecho natural de legítima defensa, es la sustitución de la fuerza colectiva a las fuerzas individuales, para actuar en el campo restringido en que éstas tienen el derecho de hacerlo, para garantizar a las personas, sus libertades, sus propiedades y para mantener a cada uno en su derecho, para hacer reinar para todos la justicia.

Si tan solo existiera un gobierno justo y estable prevalecería el orden, tanto en los hechos como en las ideas y bajo un régimen tal, cada uno comprendería que posee los privilegios de su existencia, así como toda responsabilidad al respecto. Por desgracia, es mucho lo que falta para que la ley esté encuadrada dentro de su papel, la ley se ha pervertido bajo la influencia de dos causas muy diferentes: el egoísmo carente de inteligencia y la falsa tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteresada. La aspiración común de todos los hombres es conservarse y desarrollarse, de manera que si cada uno gozara del libre ejercicio de sus facultades y de la libre disposición de sus productos, el progreso social sería incesante, ininterrumpido e infalible ya que el hombre no puede vivir y disfrutar sino por medio de la aplicación de sus facultades a las cosas, por el trabajo. De ahí emana la propiedad. Pero también es cierto que el hombre puede vivir y disfrutar, apropiando y consumiendo el producto de las facultades de sus semejantes y de ahí emana la explotación. Cuando la expoliación está organizada por la ley, en beneficio de las clases que la dictan, todas las clases expoliadas tienden por vías pacíficas o revolucionarias a tener alguna participación en la confección de las leyes, pueden proponerse dos finalidades muy diferentes al perseguir la conquista de sus derechos políticos: o quieren hacer cesar la expoliación legal, o aspiran a participar endicha expoliación. Ninguna sociedad puede existir, si no impera en algún grado el respeto a las leyes; pero es el caso que lo que da más seguridad para que sean respetadas las leyes, es que sean respetables. Todos tenemos una fuerte inclinación a considerar lo legal como legítimo, hasta tal punto que son muchos los que falsamente dan por sentado que toda justicia emana de la ley.

Cuando la ley y la fuerza mantienen a un hombre dentro de la justicia, no le imponen más que la abstención de dañar a otros. No atentan ni contra su personalidad, ni contra su libertad, ni contra su propiedad. Tan sólo salvaguardan la personalidad, la libertad y la propiedad de los demás. El socialismo, por más complaciente que sea consigo mismo, no puede dejar de ser el monstruo de la expoliación legal.

Se habla de una verdadera libertad cuando se está en ausencia de interferencias ajenas, de todas las facultades que no perjudiquen los iguales derechos de los demás, aun del abuso de superioridad legal, reduciendo a la ley a su única atribución racional, que es la de reglamentar el derecho individual de legítima defensa o de reprimir la injusticia. Sin embargo, los demócratas socialistas temen a todas las libertades, en toda conciencia no pueden dejar a los hombres ninguna libertad, puesto que por naturaleza propia y a menos que los señores socialistas intervengan para poner orden en todo sentido  las tendencias naturales de la gente los llevan a toda clase de degradación y falta de moral, afirmándose así que las mismas tendencias humanas son tan malas como para que se les prive de ella. Si se admite que para ser verdaderamente libre el hombre necesita el poder de ejercitar y desarrollar sus facultades, resulta de ahí que la sociedad es deudora con respecto a cada uno de sus miembros, en cuanto a proporcionarles una educación adecuada, sin la cual el espíritu humano no puede desenvolverse, les debe también los instrumentos de trabajo a falta de los cuales la actividad humana no puede seguir su curso.

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