Naturaleza- Sociedad
22 de Mayo de 2013
5.948 Palabras (24 Páginas)742 Visitas
los investigadores de las ciencias naturales cometen el error de no estudiar la sociedad humana, transformadora en gran medida de la naturaleza, los científicos sociales incurren en un error similar respecto de la naturaleza. El resultado de este parcelamiento en la investigación de la realidad es que todavía no existe una ciencia global capaz de analizar esa totalidad que es el ambiente, es decir la relación naturaleza-sociedad. La sociedad humana está condicionada de modo significativo, aunque no siempre decisivo, por la naturaleza. A su vez, el hombre va modificando en parte y en forma creciente a la naturaleza, a través de la producción. En rigor, la relación entre sociedad y naturaleza está mediada por la producción. Desde la aparición del hombre, hay una naturaleza socialmente mediada por la producción de bienes materiales, distinta a la naturaleza preexistente a la humanidad. Esta “segunda naturaleza” sigue teniendo su dinámica propia, pero cada vez más modificada por la acción de la sociedad. Pablo Gutman señala que en el “proceso de la producción encontramos articulaciones entre componentes naturales y sociales, de los que queremos destacar la apropiación de la naturaleza como base material del proceso productivo, la técnica utilizada para transformar materia natural en mercancías, y la generación de desperdicios. A cada articulación destacada concurren dinámicas naturales y sociales. La ubicación concreta, es decir, histórica, del proceso de producción analizado nos permitirá entonces adelantar una comprensión de estas dinámicas y sus conflictos”.1 Está por investigarse aún la relación que existe entre la ecobase, los niveles de productividad
INTRODUCCIÓN
Es un hecho casi plenamente asumido por los responsables políticos de los países desarrollados que la ciencia y la tecnología son un elemento indispensable para la elaboración de políticas de fomento y desarrollo económico y social. Sin embargo, no existe unanimidad en los distintos países y entre los diferentes gobiernos respecto al grado de asunción de esta verdad. De ahí que se detecten diferencias en lo que concierne a la intensidad del esfuerzo -medido en inputs, tanto económicos como relativos a recursos humanos- que se debe aplicar en la promoción de la ciencia y la tecnología, así como en el modelo organizativo con que se pretenden afrontar estas políticas. Dicho en otras palabras, el reconocimiento de la carta de naturaleza de la política científica y tecnológica durante la segunda mitad de siglo ha venido acompañado por una profunda evolución de los principios que informan tales políticas.
Esta evolución crítica de la acción pública en ciencia y tecnología coincide además con la existencia de profundas convulsiones geopolíticas en la que las referentes han experimentado evidentes alteraciones, lo que ha conducido a una sensación de confusión y conflicto.
MEDIO AMBIENTE Y SOCIEDAD
Existe asimismo una creciente conciencia en las sociedades avanzadas acerca de la necesidad de considerar la conservación del medio ambiente como una gran prioridad política. Este planteamiento ha supuesto la incorporación de las cuestiones ambientales en la agenda política con la articulación de partidos políticos, asociaciones y grupos que enarbolan esta bandera y defienden las cuestiones de conservación y calidad del ambiente como el valor de mayor calado para la adecuada relación entre el hombre y la naturaleza por su incidencia en la calidad de vida de los ciudadanos. Es fundamental poner de relieve que estas posiciones que mueven y atraen una parte importante de las ideas y movimiento progresistas son, paradójicamente, profundamente conservadoras en lo que atañe al progreso en relación con la naturaleza. Prefieren lo que existe, el resultado de cuatro mil años de evolución, en el que han jugado un papel activo algunos de los problemas que denuncian -pero que ya no combaten-, antes que apoyar posibles desarrollos que tienen su raíz en nuevas expectativas tecnológicas. Prima la desconfianza como consecuencia de las negativas experiencias anteriores -catástrofes nucleares y marítimas; las graves repercusiones climáticas del uso de los clorofluorocarbonos y del masivo consumo energético; la acumulación de residuos, muchos de ellos peligrosos y, en todo caso, nocivos para el entorno; el uso indiscriminado de pesticidas-. Esta actitud pesimista penetra a través de todas las posiciones ambientalistas, independientemente de la mayor o menor racionalidad de sus posturas, lo que ha conducido a establecer como gran principio que la implantación de nuevas tecnologías no supone sólo beneficios sino que, por el contrario, puede estar en la base de nuevos -no deseados ni deseables- riesgos y eventuales perjuicios para la calidad de vida de los ciudadanos.
El gran desarrollo de la química durante la "segunda" revolución industrial ha colocado en el mercado casi cien mil productos químicos, cuyos beneficios son indudables, pero también son responsables de algunas de las consecuencias que preocupan socialmente y que ya mencionábamos anteriormente -contaminación del aire y las aguas continentales y marinas; los trastornos generados por accidentes en la fabricación de tales productos y en el transporte de los mismos; las toneladas de residuos abandonados en cementerios, de incomprensible elección en muchos casos para la sociedad y de dudosa seguridad en otros; el deterioro de la capa de ozono-.
Esta constatación ha generado una notable desconfianza social, en general entre colectivos avisados y responsables, en el tecnocientifismo ciego, por una parte, y en el capital inclemente, por otra.
Ello ha llevado a los defensores del ambiente en primer lugar, y a los militantes de las posiciones de izquierda en segundo lugar, a lo que yo estimo es origen de un conflicto entre ideas y praxis, a una situación hasta cierto punto paradójica. Son recolectores de las posiciones de mayor idealismo, pero defienden actuaciones marcadas por un gran pragmatismo. La relación coste/beneficio social que en general ha marcado la defensa de la ciencia y la tecnología por parte de las fuerzas progresistas ya no se tiene en cuenta. Se asume anticipadamente que el coste va a ser excesivamente alto. Mejor es lo que tenemos que lo que puede venir. No se confía en que las soluciones de los problemas globales dependan de las nuevas tecnologías; se piensa, por el contrario, que las mejores posibilidades de encontrar soluciones se encuentran fuera de la gran carrera tecnológica.
POLÍTICA CIENTÍFICA Y TECNOLÓGICA. ¿CONFLICTO CON EL MEDIO AMBIENTE?
En la encrucijada de este conflicto se encuentra, por tanto, la política científica y tecnológica cuya formulación lleva aparejada una necesaria apuesta por el fomento de nuevas tecnologías o tecnología emergentes. No se puede olvidar sin embargo, que la política científica y tecnológica es un área relativamente joven.
Desde la década de los cuarenta hasta la crisis de los setenta, su práctica se había orientado a los problemas de atribución de recursos y a la puesta en marcha de sistemas organizativos, principalmente en los países desarrollados.
Durante este período, el aporte teórico fue relativamente escaso. A lo largo del mismo, proliferó la idea de que la ciencia caía fuera de la gestión política (policy making) por lo que se defendía el principio de una política para la ciencia (politics for science). Como señalaba Arie Rip (1981) hace más de una década al esbozar la necesidad de una aproximación cognitiva a la política científica, "aquella posición estaba legitimada por la idea de que la ciencia, que tiene que ver con el conocimiento, no tiene una relación intrínseca con la política (politics) que concierne al poder".
Sin embargo, en la línea propuesta por Rip, promovida igualmente desde las nuevas concepciones del cambio tecnológico (Nelson and Winter, 1982; Rosenberg 1982), contrastada con las limitaciones en el crecimiento de los recursos destinados a la promoción de la ciencia y con las crecientes necesidades tecnológicas y sociales, se produjo un cambio en la percepción de estos problemas, lo que condujo a una nueva orientación buscando la promoción de una política por la ciencia (politics through science).
Este cambio coincidía con una reorientación en la aproximación a la historia, la sociología y la filosofía de la ciencia y la tecnología con lo que se ponía de manifiesto la necesidad de contemplar conjuntamente los aspectos cognitivos y sociales de la ciencia y la tecnología (Basalla, 1990; Dossi et al., 1988; Bijker et al., 1987).
De esta interacción surgen, entre otros, los estudios sobre ciencia-tecnología y sociedad, tanto en lo que se refiere a los aspectos prospectivos y de valoración social de los avances científicos y técnicos ("technology assessment") como en lo que concierne a la aproximación estratégica a los aspectos específicos de su aplicación y desarrollo como a la evaluación de sus actuaciones y resultados.
Esta orientación que tiene su origen en los Estados Unidos con el desarrollo institucional, por ejemplo con el Office of Technology Assessment (OTA) y con la promoción de actividades académicas y de investigación a través de una gran diversidad de programas en universidades norteamericanas, continúa su progresión en el Reino Unido, Canadá, Australia para recalar finalmente en la Europa continental -Holanda, Francia, Alemania, Austria, Suecia, Noruega. Finalmente la propia Comunidad Europea, que a través de la figura de Ricardo Petrella encabezó una intensa actividad prospectiva a través del Programa FAST (FAST 1 Y FAST 2), articulaba un Programa conocido como MONITOR integrando ese conjunto
...