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Neurosis Infantil

yunuenlopez18 de Junio de 2013

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Neurosis infantil y neurosis de la infancia

Voy a tomar dos recortes clínicos que por ser análisis tempranos nos permiten pensar el concepto de neurosis infantil, así como el tiempo de la constitución subjetiva, legitimando a mi gusto el lugar del analista en la clínica con niños.

Si la neurosis comienza con una pregunta, en el primer caso, esta estuvo del lado del analista. Por qué J no hablaba, se trataba de una inhibición, una psicosis, la pregunta era por el diagnóstico. Lacan se pregunta por el síntoma del mutismo en un sujeto que se supone hablante. Si habla, como de hecho ocurrió con esta niña, está curada del síntoma, pero esto no explica por qué empezó a hablar.

Los padres consultan porque J no habla, tiene casi tres años. El padre aparece bastante ausente, silencioso. La madre no para de hablar, se la ve angustiada, molesta porque su hija no cumple con lo esperado por ella. De J dicen que es independiente a la vez que mimada, se comporta como un bebé. Es comparada con su hermano, pocos años mayor que ella, éste es el depositario del brillo fálico. J lo usa de traductor, y a veces de padre sustituto.

En sucesivas entrevistas lo que se escucha es el rechazo de esta madre por J, no acepta su retraso, lo vive como una agresión. De J dice: el problema con ella es que tiene un lenguaje aniñado.

Voy a tratar de armar una secuencia, secuencia que se escribe en una pizarra al estilo de la pizarra mágica, donde se juega el juego de la presencia-ausencia. Primero son rayas, palotes, del orden del trazo sin límite, que se escriben en la pizarra, en ella, en el diván, etc.

Entra al consultorio sin discontinuidad, sin diferencia. La operación del analista está dirigida a establecer una secuencia, una repetición, señalando la desaparición de la marca: no está, Luego es la huella de su mano alternada con la del analista. Aparece un esbozo de figura en donde la boca aparece rayada o señalada. Comienza a nombrarse a sí misma pero en tercera persona, no se descuenta. La operación del analista está dirigida a hacerle falta hasta que la discontinuidad se instala en la transferencia. Aparece el no, ya no del lado del mutismo en acto sino en la transferencia: “no gusta Abel”. No quiere entrar a sesión, comienza a hablar en media lengua usando el final de las palabras. Por medio del garabato escribe su nombre, se nombra. Aparece la pregunta, qué es esto?, pregunta por dónde está la madre o el padre.

El hermano es un tema que ocupa muchas sesiones. Se pone en escena cuál es su ubicación en el deseo del otro y cómo se juega esto en relación al lugar ocupado por este hermano en el deseo materno.

Falta a sesión por primera vez. A la sesión siguiente se niega a entrar, se muestra enojada, se envuelve en la cortina. Le digo que está enojada pero la que faltó a la cita fue ella y que yo la estuve esperando. Pide ir al baño a hacer caca. Se introduce un nuevo elemento, una pelotita de plastilina que va y viene entre ella y yo, se abre un espacio diferente. Toma la pelotita, le saca un pedazo y dice: esto es caca. Aparece en sus juegos y dibujos, el padre la madre y el hermano. El hermano como sol que sistemáticamente se rompe o se tira. En otra sesión jugamos a tirar un cochecito, ella en el suelo con las piernas abiertas, el cochecito le pega entre las piernas, exclama: pito no. Deja de jugar y dice: pito Agustín, dibujame un pito, lo borra y dice: no está. Pide que le dibuje las dos manos, corta papel, lo arruga y lo tira por el balcón.

En otra sesión, jugando con plastilina dice: pito de papá-de Agustín-yo no tengo-éste es el mío.

La plastilina se va transformando ahora en un bigote, en el bigote de papá, en un bigote grande, se lo pone sobre la boca y dice: J no tiene bigote. El bigote se transforma en una pulsera.

Aparece el tema de las casas. En una viven, su hermano, su mamá y su papá, en otra ella conmigo, luego lo corrige. La madre y el hermano forman un conjunto en el que ella no puede alojarse.

Los juegos se van organizando e insiste en la escritura vía el garabato, leyendo y nombrando: Papá, mamá, Agustín, J. Insiste un juego de cortar papeles con los que arma espacios.

En una sesión se arma la siguiente secuencia: J tiene la boca cerrada-Agustín loco bebé-mamá habla. Le digo: mamá habla por J.

Podríamos pensar que en el punto de aparición de la palabra, la voz se ha perdido. Hay un pasaje de este primer momento donde su silencio la hacía idéntica a sí misma sin diferencia en posición de objeto, a agujerear al otro por el solo hecho de poder nombrar, por efecto de este trazo, que como marca primera inaugura la dialéctica de la repetición en su juego de alternancia. Hay medida fálica lo que hace de límite al goce. La operación analítica está dirigida a causar su división vía el deseo del analista, causar un sujeto allí donde algo se pierda de esta primera posición de objeto. El Otro se descompleta, en este efecto de la marca, en la relación entre lo que se rechaza y el nacimiento del significante Amo, marca en el cuerpo que posibilita ectopia y balada.

Esta niña es hablada por la madre y es el surgimiento de la palabra lo que cumple la función de la acosa.

J habla, pero sus padres no la escuchan, insiste en su lenguaje atrasado y buscan una respuesta que los complete en otros consultorios: su problema no es psíquico sino funcional, es la respuesta que los tranquiliza en la medida que no los implica.

La madre reclama como una niña desatendida un lugar en el análisis de J, se siente cuestionada en su lugar, se precipita la interrupción. El padre desde su lugar pasivo en esta historia no puede hacerse oír.

SEGUNDO CASO

Unos padres consultan en un punto límite de su relación con su hija de 4 años, se los ve muy angustiados- “hace cuatro años que no dormimos”.

La madre dice: El llanto de A era un ruido espantoso, fui muy miedosa, de pequeña A no podía escuchar ruidos, ni el teléfono, ni la aspiradora. Durante el día era normal, el miedo era a la noche, a la oscuridad. Usa el dedo como aplacamiento de angustia. Sentía ruidos en la ventana, ojos que se agrandan en la oscuridad. A dice: mirá como mira, refiriéndose a la televisión. Sólo se duerme en la cama de los padres. No se establecen límites en relación a la sexualidad, existiendo un exceso en la erotización del cuerpo.

Decido trabajar con los padres antes de ver a la niña. En una entrevista comenta que le habían dicho de la consulta y que A se mostró muy interesada en hablar conmigo para que la ayude a vencer su miedo. En este punto escucho una demanda de intermediación y respondo al mejor estilo freudiano en Juanito, diciéndole que le comuniquen que voy hablar con ella, pero que la doctora dice que ella debe dormir en su cama. Allí donde escucho anticiparse el efecto de la transferencia opero con ella a la vez que trabajo con los padres.

Tengo tres entrevistas con A. En la primera viene colgando de la pierna del padre y en la medida que logro separarla despliega una escena de juego en donde constituye espacios delimitados por puentes o bien el espacio del consultorio del cual sale y entra, dice que tiene miedo a la noche.

Segunda entrevista: dice “ya duermo en mi cama, no tengo más miedo”. Le pido asociaciones de su cama y responde: tengo un largavistas que me compró mi papá. Le digo: que mirás desde tu cama? Contesta: miro los pescaditos bebés, mi mamá me compró o alquiló una película. “Tengo una TV. no arriba de mi cama, en el piso, para ver películas” Continúa asociando y dice que en su cama puede hacer vueltas carnero. Dibuja corazones, los pinta y recorta. Intenta salir, le pongo límites. Ordena el material, este es de acá, cada cosa en su lugar.

Tercera entrevista: arma casas, delimita lugares e insiste en que ya no tiene mas miedo preguntando para que tiene que seguir viniendo. Le respondo que esta es su última entrevista. Ya en este punto se desprende tranquilamente de su padre, y permanece toda la entrevista sin dificultades.

Las entrevistas con los padres me confirman la desaparición de la angustia y la aceptación de A de su lugar para dormir. Ha podido cerrar sus ojos allí donde pudo recortarse de ese lugar de pura mirada sostenido por el fantasma materno. De ésta operación restó como efecto una demanda de análisis por parte del padre.

Una niña que se presenta con angustia, que no es señal de una falta, sino justamente de una falta de sostén en ella. Es presencia del objeto, no falta. ¿Qué permite la operación analítica vía el deseo del analista? operar la separación, el corte rescatando el lugar del padre, este padre que sabe, lugar simbólico de la transferencia justamente allí donde lo que se busca es un límite al goce vía el significante. La ley y el deseo son una sola dicen Freud y Lacan, en el sentido de que la ley, la prohibición le permite al sujeto acceder al deseo.

De ser los ojos de la madre a tener un largavistas provisto por el padre para acceder a los bebés, interesante salida freudiana en relación a la organización fálica.

La puesta en escena en las entrevistas permite armar una película a ser vista, desplegada ante un tercero. Manera de historizar, imaginarizar o bien de acotar el goce vía la castración imaginaria.

Movimiento que descompleta al otro y nos permita acceder a un sujeto. El sujeto que, hasta podríamos arriesgar, anticipa su relación fantasmática al objeto mirada, anticipa sus puntos de fijación. En las entrevistas, el trabajo con los padres va armando la historia edípica, el reclamo por los bebés, la pregunta por la diferencia. El Otro, en este caso, responde a la demanda

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