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Novela del Siglo XX


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2013  •  2.401 Palabras (10 Páginas)  •  288 Visitas

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COMUNICACIÓN 5° GRADO

Novela del Siglo XX

 Novela Social: Problemas de la época. Crueldad de la guerra, los horrores vividos, luchas políticas, los oprimidos.

 Novela Subjetiva:Desterró todas las tendencias políticas, hasta se despegó del argumento. Lo que más le importó fue presentar el mundo interno de los personajes.

Nuevas Técnicas Narrativas:

Desaparece aquí el narrador omnisciente, característico de la novela realista. Deja que los personajes presenten las acciones tal como las perciben desde su punto de vista. Para lograr esto, los novelistas se valen de:

A. Perspectiva Absoluta: Relato en primera persona, como si fuera una autobiografía.

B. Perspectiva Múltiple: Distintos personajes cuentan los hechos desde diversos puntos de vista.

C. Monólogo Interior: Reproducción directa del pensamiento de los personajes. Es como estar dentro de la cabeza de cada uno de ellos.

Los Personajes:

Ya no existe un héroe, se trata más bien del hombre común, a veces anónimo que tiene varias facetas. También existen grupos humanos como centro de la historia.

El tiempo y el Espacio:

Antes se narraba en orden cronológico. En la novela contemporánea se rompe con este esquema. La complejidad del tiempo ha hecho que se simplifique el espacio (un cuarto, una casa o un espacio interior como la mente del protagonista)

Lenguaje y estilo de la novela:

Aquí todo es posible, no hay límites. Podemos encontrar un lenguaje coloquial o culto, inventar palabra o utilizar las de otro idioma. Juega con los tipos de letras y llega a suprimir los signos de puntuación.

Joyce nació el 2 de febrero de 1882 en Dublín, Irlanda. Fue el primero de 15 hijos que su madre pariría, cinco de los cuales murieron durante la infancia. John Stanislaus Joyce, el hermano tres años menor, fue central en la vida de James. Entre otras cosas se mudó a Trieste con él apoyándolo financieramente, aunque ambos vivían casi en la pobreza. Joyce lo trataba condescendientemente y también lo usaba como un frontón para sus ideas. El libro de Stanislaus, My Brothers Keeper, es de fundamental importancia para los biógrafos de Joyce.

Hasta los 9 años, la vida de Joyce fue tranquila. Estudió en un prestigioso colegio jesuita donde fue buen alumno y un católico devoto. (Pronto, sin embargo, abandonaría la fe con vehemencia, al punto que no se arrodilló a rezar delante de su madre moribunda a pesar de las súplicas de ella. Como casi todo en su vida, esto está presente en Ulises.) Cuando tenía alrededor de diez años, el padre de Joyce comenzó a tener problemas financieros que lo perseguirían toda la vida: a partir de ese momento, la familia se mudaría cada vez con más frecuencia y a lugares más tristes y decadentes.

La educación preuniversitaria de Joyce se completó en otro colegio jesuita donde, junto a su hermano Stanislaus, estudió sin pagar la matrícula gracias a unos curas que admiraban su intelecto y conocían la precaria situación financiera de la familia.

Entonces es cuando Joyce se sumerge en la literatura clásica, aunque también leía fuera del programa escolar en las librerías de viejo en la ciudad. Para su carrera universitaria, Joyce asistió University College Dublin entre 1899 y 1902, concentrándose en lenguas modernas. Allí descubrió a Henrik Ibsen –que se convirtió en su primer modelo literario por mezclar el realismo con el simbolismo, según Gordon Bowker. Estudió noruego para poder leerlo en el original y publicó reseñas de sus obras. Hasta tuvo una breve correspondencia con el dramaturgo. Con la arrogancia que lo caracterizaba, le escribió: “Nos hemos conocido demasiado tarde. Eres demasiado viejo para que yo tenga efecto alguno sobre usted.”

Al mismo tiempo, Joyce empieza a conocer las calles y la noche. Los dos lados de la moneda de Joyce, tanto en su vida como su obra, son la descomunal erudición literaria y cultural, por un lado, y un íntimo conocimiento del sórdido y escatológico submundo urbano por otro. El barrio de prostíbulos de Dublín en ese momento se llamaba Monto y en Ulises tomaría el nombre Nighttown. Joyce los frecuentaba con entusiasmo. Años después, voluntariamente exiliado en Trieste con su pareja Nora Barnacle (embarazada del primer hijo de la pareja) visitaría, también, los prostíbulos de esa ciudad.

Joyce tuvo dos exilios: uno tentativo y otro permanente. En el primero, se fue a París a intentar estudiar medicina. Un amigo, luego enemigo –que en Ulises se convertiría en Buck Mulligan– le sugirió a Joyce que esa profesión le daría dinero, prestigio social y tiempo para escribir. Pero apenas comenzó a estudiar medicina, además de pasar hambre, lo que hizo Joyce en París fue, como antes en Dublín, devorar bibliotecas.

Su segundo exilio fue permanente. A principios de junio en 1904, cuando Joyce tenía 22 años, conoció en la calle a Nora Barnacle, una mujer dos años mayor que él que trabajaba de mucama en un hotel. Por el gorro blanco de marinero que Joyce llevaba puesto, ella pensaba que era un marinero noruego. El se enamoró de un flechazo. Le pidió una cita. Tras un malentendido, por fin salieron el 16 de junio (el día que quedó inmortalizado en Ulises). Para tener una idea de hasta qué punto la vida de Joyce ha sido investigada, un dato: hay un serio debate académico-biográfico sobre si Nora lo sedujo a Joyce en este primer encuentro o no. Lo cierto es que estarían juntos por el resto de sus vidas. Tuvieron dos hijos, Giorgio y Lucía, a los que amaron pero no les fue muy bien en la vida. Barnacle era la musa de Joyce. Fue la modelo para Molly Bloom, la mujer en el centro de Ulises y cuyo monólogo al final de la novela es en sí mismo una obra maestra.

Con Nora se fueron a la Europa continental, sin casarse, para nunca volver a vivir en Irlanda. Ella era la contrapartida ideal para Joyce; no le daba importancia a la literatura y no creía en la eventual fama de su marido. En la última biografía de Gordon Bowker, una anécdota sobre Nora encapsula la relación que ella tuvo con su marido: explicándole a una amiga por qué le costaba dormirse, dijo: “Me voy a la cama y ese hombre se sienta en el cuarto de al lado y se ríe sobre lo que está escribiendo. Y yo le toco la puerta y le digo: ‘Mira Jim, o dejas de reírte o dejas de escribir’.”

La vida de Joyce estuvo repleta de angustias y dificultades, pero

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