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ORIGENES DEL REALISMO POLÍTICO

laia16uabTesina27 de Mayo de 2018

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ORIGENES DEL REALISMO POLÍTICO

La corriente filosófica y política del realismo concibe el Estado como entidad suprema, siendo éste el único sistema de organización social y política basado en la propia naturaleza humana, entendiendo ésta como el conjunto de características compartidas por los hombres. Esta corriente aplicada al ámbito político de las relaciones internacionales dio lugar a la escuela de pensamiento llamada Realpolitik, aquella política internacional basada en los intereses prácticos de un estado sin atender a principios morales y/o éticos, siguiendo los intereses de tal estado de acuerdo con las circunstancias de su entorno, adaptándose a éstas en pos de un beneficio propio.

El realismo ha sido defendido por una gran mayoría que considera que en lo relativo a los asuntos internacionales la figura del estado tiene por obligación la defensa de sus intereses “sin sentirse impedido por la rigidez ética” (Vásquez, 1994: 19) lo que se conoce como razón de estado (Vásquez, 1994: 19). Esta idea se basa en un argumento central que defiende que la historia ha demostrado la imposibilidad de actuar en base a preceptos éticos y morales puesto que siempre habrá un estado que no esté dispuesto a ello y perseguirá sus ambiciones egoístas, obligando al resto a estar en continuo estado de alerta y preparado para la lucha y, bajo esta premisa, será el poder de cada estado el que garantizará su supervivencia.

En este apartado abordaremos la teoría de la corriente realista desde dos puntos de vista: por un lado, a partir de las reflexiones elaboradas por algunos autores clásicos, de manera particular, Tucídides, Maquiavelo y Hobbes; y, por otro lado, exponiendo las posturas contemporáneas defendidas por Niebhur y Morgenthau en el debate mantenido contra la corriente idealista.

Si nos atenemos a la visión hobbesiana del hombre por su máxima “homo homini lupus”, se podría imaginar que Hobbes fue el padre de esta corriente, aunque antes de Hobbes hubo otros autores que ya planteaban estos preceptos políticos. 7


2.1 Tucídides, el primer politólogo.

Tucídides, hacia el 471-400 a.C, abordaba este tema en su célebre Historia de la Guerra del Peloponeso, donde narra la guerra civil entre los peloponesios y los atenienses provocada por el afán de Atenas de conservar y aumentar su dominio y territorio debido al miedo que tenía de perder su poder y posición ante el ataque de otros estados. El objetivo de Tucídides fue crear una obra de referencia para conflictos posteriores mediante la cual se aprendiera de los errores cometidos adoptando para ello una visión objetiva de los hechos, dejando de lado cualquier aspecto religioso y primando la naturaleza humana. Tucídides reflexiona así sobre los conceptos de poder político y ambición, la ambición del hombre y la ambición de los estados, y cómo estos conceptos dan lugar a una política imperialista. La aportación de Tucídides es relevante en cuanto a los términos usados y su definición práctica sobre ellos, en especial el término de poder, entendiendo “el poder como una fuerza en continuo crecimiento que, llevada por ese impulso por conseguir más, provoca temor e inseguridad tanto en dominantes como en dominados” (Pedraza Dallanegra, 2009:99).

Se plantea así el poder como una ambición inherente en la naturaleza humana, un motor inagotable de conflictos que trasladada al estado explica la dominación del fuerte sobre el débil. La importancia del poder en la constitución de las relaciones internacionales será una constante en todos los autores posteriores y alcanzará su mayor relevancia con Morgenthau en su Politics among Nations, de gran influencia para la teoría realista.

Tucídides adjudica un importante papel a la justicia en tales asuntos, puesto que entiende que la justicia no es un concepto universal, sino que es el equivalente a la voluntad del poderoso y no es aplicable a todos por igual. Así pues, la justicia se manifiesta entre iguales y no entre fuertes y débiles” (Tucídides, 1989: V).

La obra de Tucídides surge como primer modelo de análisis de los conflictos políticos, indagando en sus causas, tanto externas como internas, partiendo de los antecedentes históricos y basándose en un conflicto real e ilustrando de manera objetiva los hechos sucedidos (Tucídides, 1989: I).

Precisamente es la objetividad el pilar sobre el que el realismo se sostiene, puesto que el realismo defiende que el mundo es un lugar en el que se encuentran intereses contrarios que responden a la naturaleza humana y que ésta no puede ser ignorada, sino que debe ser tratada bajo un sistema que la equilibre y la contenga, que no es posible evolucionar 8


si no se asumen estos hechos y, como en el idealismo, aspiramos a una humanidad perfecta con una moral universal, de manera que lo pertinente es ajustar las políticas a cada momento en el tiempo y las circunstancias que lo caracterizan. Por tanto, los asuntos internacionales habrían de ser tratados con objetividad ateniéndose a los hechos ya contrastados por la historia.

2.2 Nicolás Maquiavelo, la importancia del saber hacer.

Siguiendo la línea de la adaptación, Nicolás Maquiavelo escribió El Príncipe en 1513 en forma de tratado político, en el cual pretende mostrar a Lorenzo II de Medici cómo gobernar en distintas circunstancias para mantener su reinado con éxito.

A pesar de que a lo largo de la historia esta obra le ha valido para alzarse como símbolo de la inmoralidad, se entrevé en sus argumentos un mar de fondo de valores cristianos sobre los que, según Maquiavelo, el gobernador debe jugar haciendo gala de su virtú.

Maquiavelo no pretende poner en duda los preceptos básicos de la cristiandad, tales como el bien y el mal o el vicio y la virtud, pero entiende que bajo estas nociones es imposible gobernar un estado fuerte y potente que mantenga la paz (Cote Pavón, 2011:9) de manera que el príncipe debe ser capaz de dejar de lado estos valores cuando la situación lo requiera, pero sin ser un tirano.

De la misma manera que el término “poder”, planteado por Tucídides y desarrollado por Morgenthau, tiene un factor central en la teoría general de las relaciones internacionales, el término virtú presentado por Maquiavelo es esencial para comprender su obra y pensamiento, puesto que con Maquiavelo adquiere un nuevo significado alejado del utilizado en el ámbito cristiano.

Como expone José Abad (2008), si la virtud cristiana era el conjunto de cualidades del creyente perfecto, la obediencia, la decencia, la capacidad de sufrir o la rectitud moral, en Maquiavelo la virtú pasa a ser la inteligencia, la fuerza de voluntad, la audacia política, la capacidad de hacer sin atender a la moral. Esta concepción de la virtú supone la recuperación de los valores clásicos de la antigua Roma como ejemplo a seguir en la política.

La obra de Maquiavelo se fundamenta sobre un estudio profundo de los pueblos y sociedades y, como buen diplomático, es consciente de que no se puede obviar la religión si se pretende ser aceptado por el pueblo y no tenido como un tirano, pero 9


asume a su vez que la base del éxito de un estado depende la capacidad de su gobernante para saber saltarse los preceptos morales cuando la situación así lo exija, poniendo por delante los intereses egoístas del estado sobre la justicia ética. Esta delgada línea entre ignorar los preceptos morales y convertirse en un príncipe tirano y ser capaz de ponderar las políticas del poder y la fuerza en determinados momentos es lo que convierte al príncipe en un gobernador virtuoso.

El aspecto religioso en las relaciones internacionales, no solo en Maquiavelo si no de forma general, es esencial para entender la realidad social con la que se trabaja. En este aspecto, Maquiavelo “no pretende por lo tanto separar la religión de la política, pues el florentino concibe la religión como un complemento necesario del Estado, no un fin como tal, pero sí un medio muy eficaz para procurar la cohesión y la grandeza del mismo” (Cote Pavón, 2011: 9).

Maquiavelo, por tanto, ante todo defendía la práctica política en base a lo que el mundo es y no en base lo que debería ser. En sus propias palabras: “muchos concibieron repúblicas y principados jamás vistos y que nunca existieron. Hay tanto trecho de cómo se vive a cómo debiera vivirse, que quien renuncia a lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende más bien lo que le arruinará que lo que le preservará(Maquiavelo, 1965: 175).

Las aportaciones de Maquiavelo en cuanto al enfoque realista en el papel del Estado se hacen notables. En sus argumentos se delatan algunas de las verdades históricas en que esta corriente se basa, como que la realidad del mundo y del ser humano nunca son perfectas e inmutables, que la sociedad requiere de un gobierno que sepa adaptarse a esta realidad para poder mantenerse sin grandes dificultades. También es cierto que Maquiavelo centra su intervención en la relación rey-súbditos, de manera que en cuanto a las relaciones entre estados no aporta demasiada información, más allá de la que se deduce en relación al tipo de nuevo principado que se adquiere.

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