Ocho razones para detener la guerra
kathya1239 de Enero de 2014
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Ocho razones para detener la guerra1
Eight reasons to stop the war
Luis Tamayo
Resumen: Desde el inicio de la administración de Felipe Calderón, la
nación mexicana sufre una guerra despiadada (más de 60 mil muertos)
contra el narcotráfico y el crimen organizado. Sin embargo, las razones
de dicha guerra, ante la mirada cuidadosa, no se encuentran tan claras
y se revelan otros factores. En este ensayo se revisa la historia y
cualidades de dicha guerra con el objeto ya no de justificarla sino de
encontrar las maneras de detenerla.
Palabras claves: México, narcotráfico, guerra, deshumanización.
Abstract: From the beginning of the administration of Felipe Calderón,
the Mexican nation undergoes a ruthless war (60 thousands deaths)
against the drug trafficking and the organized crime. Nevertheless, the
reasons of this war, before the careful glance, are not so clear and other
factors are revealed. This article explores the history and nature of this
war and the way to stop it.
Key words: Mexico, drug trafficking, war, dehumanization.
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Conferencia presentada en el foro Militarización, cultura y derechos humanos
organizado por la Cátedra Carlos Montemayor del CIDHEM, Auditorio del Museo de
Ciencias de Morelos, Cuernavaca, México, 23 de febrero de 2012.
Luis Tamayo. Ocho razones para detener la guerra
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Para saber matar a otro hay que saber matarse a uno mismo.
Leonid Andréiev (2011: 133)
Toda guerra es inhumana
ualquiera que haya estudiado física elemental en su juventud
recordará aquella ley de Newton que nos indica que toda acción genera
una reacción inversamente proporcional, es decir, que toda fuerza
genera inevitablemente una reacción contraria. Y esto es válido no sólo
para las acciones físicas sino para las sociales. La Guerra contra el
narco establecida por el gobierno mexicano no puede sino generar una
reacción contraria. Esto es importante pues nos alerta respecto a las
consecuencias de nuestros actos. Cuando un ser humano se permite
acabar con la vida de otro debe saber que ese acto también se llevara
consigo a su propia humanidad… hasta perderla totalmente. Y esto es
válido no sólo para los criminales, también lo es para nuestros
soldados.
Es por ello que no carecía de sabiduría Sun Tzu cuando nos
indicaba, en su El arte de la guerra (1991) que no había mejor guerra
que la que nunca se libraba.2
El guerrero queda marcado por la sangre
que se vio obligado a derramar. Y ello puede tener consecuencias en su
patria. Para prevenirlas, en la Grecia clásica, en Polinesia y en muchos
otros lugares del mundo, estaban instituidos diversos ritos a realizar
antes de que los guerreros regresasen a su suelo. Debían curarse en el
2
Y en el caso de la Guerra contra el narco y el crimen de Calderón la cosa se agrava
pues tal y como reconoció Fernando F. Gómez Mont, poco después de dejar el cargo
de Secretario de Gobernación, la estrategia anticrimen del gobierno no estaba
funcionando porque no se tomó en cuenta la enorme corrupción de los policías y las
fuerzas militares, es decir, ¡iniciaron una guerra sin haber antes verificado la lealtad de
sus propios guerreros!
C
Tamoanchan, Revista de Ciencias y Humanidades, núm. 1, 2012, CIDHEM
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alma por la muerte generada, debían restañar la humanidad perdida
durante la guerra.
Y eso lo saben desde antaño los dirigentes de nuestras fuerzas
militares. No por otra razón luego de formar a sus soldados, los
mantienen en el encierro de los cuarteles y las zonas militares. Por su
propia salud, y la de la sociedad, los soldados deben permanecer en
sus cuarteles, es ahí como mejor se conserva su función de “último
recurso”. Lanzarlos a las calles en función de policía y sin la capacidad
para poder reconocer claramente a su enemigo es un enorme riesgo
para todos. Ellos fueron entrenados para matar; su obediencia,
disciplina y su honor no corresponden a nuestro mundo contradictorio,
corrupto, tolerante, librepensador y creativo.
A diferencia de los militares, la policía nunca perdió el vínculo con
nuestro mundo, lo cual la hace, en algunos casos, corrupta y
contradictoria pero también tolerante y valiente. Es esta policía, la que
puede luchar contra los criminales, a su ritmo y posibilidades, es
también la que nos conoce y puede defendernos. Lanzar a nuestros
militares a las calles nos pone en riesgo y a ellos los expone y denigra3
.
Y además, tal exposición es vana: la guerra contra el narco no puede
ser ganada pues un negocio (y el narco lo es) no se acaba con balas
sino, tal y como lo ha enseñado Wal-Mart, estableciendo negocios más
grandes los cuales, en la lógica misma del mercado derroten a los
pequeños (no sería otra cosa una legalización de las drogas bien
aplicada). Las balas, en tal caso, sirven para muy poco.
3
Recordemos, tal y como recientemente señaló el Gral. Luis Garfias, que la milicia
mexicana es ahora la institución mexicana más denunciada ante la Comisión Nacional
de los Derechos Humanos (La jornada, 19 de febrero de 2012).
Luis Tamayo. Ocho razones para detener la guerra
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I. Los negocios no se abaten con balas
Cualquier comerciante sabe que cuando una mega tienda se
establece en una región, todo el pequeño comercio sufre por la desigual
competencia; muchos quiebran y otros ven menguadas fuertemente sus
ganancias. Si se pretende acabar con un negocio sólo se le puede
vencer en su propio terreno: o mediante la competencia (el caso de las
mega tiendas contra el comercio pequeño) o mediante el control de sus
activos (seguir el camino de las ganancias: lavado de dinero, cuentas
bancarias, etc.), lo cual nunca harán los gobiernos pues implicaría
morderse la propia cola.
Pongamos un ejemplo diferente que nos permite aclarar la cuestión:
supongamos que el gobierno decreta que el azúcar es un producto
nocivo para la salud humana y debe ser perseguido. Acto seguido
comienza a quemar cultivos de caña y a perseguir a los expendedores
del “veneno blanco” como entonces lo llamaría. Estoy seguro que
muchos de ustedes se imaginarán que muy pronto aparecería un
mercado ilegal, que el producto se encarecería y que, además, la
guerra contra el azúcar nunca obtendría la victoria. Sólo lograría que se
estableciesen múltiples expendios subterráneos de “veneno blanco”. Es
evidente que sólo podría controlarse el mercado si el gobierno
instituyese un expendio más grande de azúcar que controlase precio,
calidad, e incluso distribución.
II. La legalización
Legalizar las drogas correspondería a tal estrategia probada para
controlar un negocio. Al hacer legal el negocio de las drogas, los
implicados deberían no sólo pagar impuestos al estado y prestaciones a
Tamoanchan, Revista de Ciencias y Humanidades, núm. 1, 2012, CIDHEM
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sus empleados, sino aceptar la vigilancia y control de toda la sociedad,
la cual, como ante cualquier otro producto comercial, podrá alertar a sus
integrantes de los efectos de aficionarse a tales sustancias.
Por el contrario, establecer la guerra contra el narco implica, en
última instancia, que todos aceptemos armarnos para defendernos a la
primera oportunidad. Y yo no estoy dispuesto a ello. Y muchas de las
personas que conozco tampoco. Entrar a la guerra contra el narco
implica sumarse al negocio de las armas de los Estados Unidos y otras
naciones, cuyos promotores encuentran inverosímil tener un mercado
tan grande y tan cerca (México) desperdiciado.
III. La guerra contra el narco sólo favorece a los criminales
internacionales del mercado de armas
Muchos consideramos que fue un gran logro de los políticos
posteriores a la Revolución Mexicana desarmar a la nación. Ahora, con
la guerra contra el narco, el país se arma nuevamente. Primero los
narcos y los soldados, después los criminales de todo tipo y, finalmente,
y como reacción, toda la sociedad civil. Nunca olvidemos que los
Estados Unidos tienen niveles de criminalidad mil veces superiores a
los de las naciones europeas. ¿Por qué pretende nuestro gobierno
sumarnos a tan nefasto modelo social? ¿Por qué les hace el juego a los
comerciantes de armas, a los vendedores de la muerte?
IV. El fundamentalismo: clave para entender la debacle actual
El 12 de noviembre del 2011, la agencia de noticias Uno encabezó
su entrega
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