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PAÍSES EN VÍAS DE DESARROLLO DE LA AUTOSUFICIENCIA A LA DEPENDENCIA ALIMENTARIA


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2014  •  2.166 Palabras (9 Páginas)  •  3.315 Visitas

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TEMA:

Países en vías de desarrollo de la autosuficiencia a la dependencia alimentaria

PROBLEMA:

Los países en vías de desarrollo eran países autosuficientes en lo que se refiere a alimentos, luego del fenómeno de la globalización y la expansión del mercado global estos países han pasado a la dependencia alimentaria

OBJETIVOS:

Identificar las principales causas que llevan a los países en vías de desarrollo a la dependencia alimentaria.

OBJETIVOS ESPECIFICOS

• Analizar los países en vías de desarrollo que dependen alimentariamente de los países desarrollados.

• Buscar información sobre las transnacionales que han hecho que los pases pasen de la autosuficiencia a la dependencia alimentaria.

• Interpretar el fenómeno que ha hecho que los países dependan alimentariamente de otros.

• Analizar el efecto que tiene la dependencia alimentaria en la sociedad.

MARCO TEORICO:

La dependencia alimentaria no se define a nivel individual sino de país. Existe cuando la producción nacional de alimentos básicos es insuficiente para satisfacer la demanda de los ciudadanos. En consecuencia, se depende de la importación de estos alimentos de otros países.

La producción de alimentos será suficiente para satisfacer la demanda de los ocho mil millones de personas que se calcula existirán en el año 2030. Con esta afirmación se presentó hace unos días el informe de la Dependencia de Estudios de Perspectivas Mundiales de la FAO titulado “Agricultura: Hacia el 2015/30”

Mientras la población mundial ha aumentado en los tres últimos años un 70%, el consumo de alimentos per capita lo hizo en un 20%. En los países pobres, la población se ha duplicado, mientras que la proporción de personas que viven en una situación crónica de desnutrición se ha quedado a la mitad. Este importante avance no debe ocultar otros datos alarmantes. “En 2015 -afirma la FAO- todavía podría haber alrededor de 580 millones de personas que padezcan subnutrición crónica”.

Si bien resulta tranquilizador comprobar que el crecimiento de la población puede desparecer de la lista de factores causantes del hambre, es desolador observar cómo cada vez cobran más fuerza las teorías que apuntan a las desigualdades sociales como la causa fundamental e indiscutible del hambre.

El informe prevé que los países pobres dependerán en el futuro en proporción mayor de las importaciones de cereales, de tal modo que en África las importaciones netas subirán de 107 millones de toneladas en 1995-97 a 270 millones en 2030. Para satisfacer esta demanda, América del Norte, Europa Occidental y Australia duplicarán sus exportaciones. Las regiones importadoras se verán obligadas a acentuar su dependencia de los países del norte, cada más enriquecidos. Estos datos ya se están empezando a constatar en algunos países. Así, se ha calculado que la producción total de cereales para el año 2000 en Afganistán se encuentra en un 44% por debajo de la producción agrícola de 1999, por lo que las importaciones de cereales para el año próximo alcanzarán 2,3 millones de toneladas, más del doble del año anterior. Un informe del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA) advertía que “durante el año en curso la posibilidad de sobrevivir es la realidad más crítica de Afganistán”.

De 1974 data el primer compromiso importante para acabar con el hambre. Sin embargo, no fue hasta 1996 en la Cumbre Mundial de la Alimentación en Roma donde se elaboró un plan de acción común. Allí, los líderes políticos se comprometieron a propiciar un comercio internacional que favoreciese la seguridad alimentaria, a establecer políticas efectivas contra la pobreza y a un sin fin de proyectos para que en 2015 la cifra de personas que pasan hambre se redujera a la mitad (400 millones).

Los propósitos de Roma parecen cada vez más lejanos y al ritmo que se avanza actualmente (una reducción de 8 millones de hambrientos al año) son metas poco factibles. Los datos de la FAO muestran como sólo 37 países redujeron en la primera mitad de la década sus niveles de subnutrición (en un total de 100 millones), mientras que en el resto de países pobres, la población que pasa hambre aumentó en 60 millones. En los últimos meses el número de países que afrontan situaciones de emergencia alimentaria se ha incrementado. Regiones como Afganistán o Corea del Norte viven hoy sus peores momentos, llegándose a producir en este último país 2 millones de muertos por falta de alimentos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 ya recogía el derecho de toda persona a “un nivel de vida adecuado que le asegure la salud y el bienestar y en especial la alimentación”. Con más rotundidad, el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 expresaba el “derecho de toda persona a estar protegida contra el hambre”. Sin embargo, para muchos líderes políticos las soluciones al problema del hambre son todavía una cuestión de generosidad, de bondad, de los países ricos a los pobres, más que de un derecho fundamental. Ya lo dejó claro EE.UU. en la pasada Cumbre de Roma cuando puso objeciones al punto que defendía “el derecho de toda persona a tener acceso a alimentos sanos y nutritivos, alegando que ese objetivo “no puede ser una obligación internacional”.Caridad en vez de justicia es su propuesta, una opción que condena a millones de personas a la muerte y a la desnutrición crónica.

La epidemia de sobrepeso y obesidad que asola a los países es consecuencia del modelo de dependencia alimentaria, abandono del campo y entrega de las decisiones de política pública en materia de agricultura y alimentación a las llamadas “fuerzas del mercado”, al “libre mercado” y, en los hechos, a los intereses externos y a los monopolios.

A lo largo de tres décadas de dependencia alimentaria se ha desmantelado la capacidad del país para producir sus propios alimentos, a favor de las importaciones y de las corporaciones agroalimentarias nacionales y extranjeras, provocando una competencia desleal a los productores nacionales, una caída en la rentabilidad y un crecimiento

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