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Enviado por   •  16 de Agosto de 2011  •  1.002 Palabras (5 Páginas)  •  634 Visitas

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La sociedad de la defecación

Por Lorenzo Lamas

¿En qué momento defecar se volvió una moda? ¿Desde cuándo se erigió la dictadura de la deposición?

Relata Cicerón en el tomo VII de la Epistulae ed familiare, que el año 603 a.c., una legión presuntuosa de nómades guerreros fue vencida a la entrada de Sicilia por la guardia romana y condenada a siete años de encierro en los laberínticos calabozos del subsuelo imperial. Cumplido los años de castigo, prosigue Cicerón, la escolta romana desprendió los candados de las rejas y antes de que pudiesen tomar guardia, recibieron desde la oscuridad del calabozo decenas de esféricas balas de feca humana. El ataque fue fácilmente repelido por la escudería del ejército y el grupo insurrecto fue acribillado en los escalones de la mazmorra. En los pasillos de la cárcel subterránea se encontraron cerros kilométricos de caca endurecida y amontonada tal cual se oculta la pólvora de un motín. Finaliza Cicerón diciendo que durante esos siete años, para ese pueblo, defecar debe haber sido seguramente una suerte de obligación militar y un deber moral ante la coerción itálica. Aparte de aquella anécdota, la historia no conoce ni consigna otro momento en el que deponer haya tenido tanta trascendencia. Comprendida siempre como una actividad biológica entre muchas otras, hacer caca fue durante más de dos mil años una labor evidentemente poco estética, pero siempre normal y ordinaria, aproblemática e irreflexiva

¿En qué momento se trastocaron los valores y la idea de la defecación se alojó sobre nuestras cabezas como una obsesión?

Esa obsesión por lograr una cagada perfecta es reciente. Sólo a principios de la década de los noventa comienzan a aparecer en el mercado los primeros laxantes industriales. Los antídotos naturales y caseros probablemente existieron siempre, sin embargo la masificación y el florecimiento de los medicamentos inductores de mierda, son completamente nuevos. Tés laxantes, pastillas churreteras, chocolates lubricantes y leches ablandativas comenzaron a presentarse en los comerciales de televisión y a pugnar por un espacio pequeño en las estanterías de supermercados y farmacias. La seducción propagandística fue eficiente, y en un plazo no mayor a los diez años la teoría del buena cagar convenció hasta a los defecadores menos constreñidos. Fue la implantación de los paradigmas “El cagar hace bien” y “Todos cagamos menos de lo que deberíamos”, lo que le concedió paso definitivo a la “laxatización” de los alimentos en general y le abrió las puertas a la moda de la defecación.

Yogures, mantequillas, fideos, galletas, semillas, refrescos gaseosos, mermeladas, sopas, panes, entre muchos otros, suman una larga lista de productos caracterizados por su capacidad inductora de mierda. Pero como los publicitas no son ingenuos, y saben que la palabra caca aún sonroja a un grupo influyente de moralistas, comprendieron que el convencimiento se debería obtener eludiendo las palabras. Fue así que en vez de apellidar a estos productos como deyectivos o defecativos, produjeron la pusilánime metáfora del

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