REVOLUCION INDUSTRIAL HARTWELL R
mayagei9 de Febrero de 2012
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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN INGLATERRA Y SUS
R. M. Hartwell
I. La economía, la historia económica y la historia de la pobreza
La economía es, en el fondo, el estudio de la pobreza. Asimismo, la historia económica
es, en gran medida, la historia de la pobreza. La economía estudia los problemas
referentes a la escasez de recursos en relación con las necesidades del hombre y, por
ende, los problemas implícitos en la elección entre las distintas necesidades y la
asignación de los escasos recursos disponibles para satisfacer esas necesidades. Como
dice el profesor Robbins: “La economía es la ciencia que -estudia el comportamiento
humano como una relación entre los fines y los escasos medios que tienen usos
alternativos".1 La historia económica estudia el problema de la escasez a lo largo del
tiempo y describe, paso a paso, tanto la historia de los intentos de la humanidad por
acrecentar los recursos disponibles mediante el crecimiento económico, como la historia
de los efectos de la distribución y el consumo de dichos recursos entre los miembros de la
sociedad; en otras palabras, la historia del bienestar económico.
La oferta de recursos se ha incrementado, sea poniendo en juego más factores de
producción (antes de la revolución industrial esto significaba, habitualmente, más
personas que cultivaban más tierras con los mismos implementos primitivos), sea
aumentando la productividad de los recursos existentes (durante la revolución industrial
esto significaba la introducción de cambios en la estructura y la organización económicas
mediante el mejoramiento de la calidad del capital de trabajo a través del cambio
tecnológico, y del capital humano a través de un mejor nivel de educación y de
alimentación). En cualquier economía y en cualquier época, los límites de la pobreza y
del bienestar se establecen teniendo en cuenta la productividad total en relación con la
densidad de la población, y el crecimiento económico tiene lugar durante esos raros
intervalos de la historia,2 incluidos los dos últimos siglos, en que aumenta el producto
medio per cápita.
Si los límites del bienestar se fijan sobre la base de la productividad media, el
bienestar de los individuos o de las clases se determina por el proceso de distribución, por
la forma en que el producto total se divide entre quienes reclaman su parte en la puja
* Traducido de The Long Debate on Poverty, The Institute of Economic Affairs, 1974. Derechos cedidos por The
Institute of Economic Affairs.
1 L. Robbins, An Essay on the Nature and Significance of Economic Science. Londres, 1932; este libro es un análisis
metodológico del "tema de la economía”. El énfasis puesto por los economistas clásicos y otros pensadores sociales
en la distribución como el problema de la economía reconoce implícitamente los problemas fundamentales de la
escasez y la elección.
2 R. M. Hartwell, "Economic Growth in England .before the Industrial Revolution", Journal of Economic History,
marzo 1969, examina períodos anteriores de crecimiento.
distributiva. A lo largo de la historia ha habido, en general, un bajo nivel de
productividad y, en el mejor de los casos, un crecimiento económico muy lento, junto con
una distribución muy desigual del producto total. Hasta el advenimiento de la revolución
industrial la capacidad productiva del hombre se hallaba en un nivel sumamente bajo, y el
producto resultante se dividía de manera muy poco equitativa, puesto que unos pocos
recibían la parte más sustancial, mientras que la gran mayoría compartía el -magro
remanente. Ésta fue la dura realidad de la historia económica de la población mundial:
casi todos los hombres, en casi todas las épocas y en casi todos los lugares, han tenido
una existencia corta y miserable, con pocas esperanzas de mejorar su situación
económica y ninguna noción de progreso. Como decía Keynes:
“La creencia en el progreso material del hombre no es de vieja data. Durante la
mayor parte de la historia esa creencia no fue compatible con la experiencia vivida,
ni fue alentada por la religión. Si examinamos la situación imperante a lo largo de
los siglos, cabe dudar de que en los grandes centros de la civilización la suerte del
trabajador no calificado haya variado mucho en los dos mil años que van desde la
Grecia de Solón hasta la Inglaterra de Carlos II o la Francia de Luis XIV. El
paganismo situó la Edad de Oro en una época muy anterior a la nuestra; el
cristianismo situó el Cielo en lo alto, muy por encima de nosotros. Y antes de
mediados del siglo XVIII., cualquier individuo que hubiera esperado un
mejoramiento progresivo del bienestar material como resultado de la división del
trabajo, los descubrimientos científicos y la ilimitada fertilidad de la raza humana,
habría sido tomado por un excéntrico. Por oscuras razones que los historiadores
economistas aún no han investigado con suficiente profundidad, el progreso
material comenzó en el siglo XVIII en vastas regiones de una manera categórica y
acumulativa no experimentada anteriormente”.3
Tres épocas de crecimiento económico
La historia del crecimiento económico puede dividirse en tres épocas distintas, separadas
por las revoluciones agrícola e industrial. La revolución agrícola empezó en el Medio
Oriente hacia el octavo milenio antes de Cristo; los comienzos de la revolución industrial
se sitúan precisamente en la Inglaterra del siglo XVIII. La revolución agrícola consistió,
esencialmente, en el paso de la caza, la pesca y la recolección de alimentos al estadio del
cultivo de la tierra con asentamientos poblacionales permanentes, y condujo al desarrollo
de la civilización urbana. La revolución industrial consistió, esencialmente, en el paso de
la agricultura a la industria y los servicios, y condujo a un rápido crecimiento de la
producción, la población y la urbanización. Ambas revoluciones cambiaron radicalmente
la historia de la humanidad, ampliando en grado significativo la capacidad productiva del
hombre y permitiendo a largo plazo el aumento de la población, en forma lenta después
de la revolución agrícola, y de manera explosiva durante la revolución industrial. Estas
revoluciones crearon, sostenía Carlo Cipolla,
3 J. M. Keynes, prefacio a la obra de H. Wright, Population, Cambridge University Press, 1923, p. vii.
"profundas brechas en la continuidad del proceso histórico. Cada una de ellas
marca el inicio de una 'nueva historia': una nueva historia dramática y
completamente ajena a la historia precedente. La continuidad entre el hombre de
las cavernas y los constructores de las pirámides se quiebra, así como se quiebra
toda continuidad entre el antiguo campesino y el moderno operario de las usinas
energéticas".4
Pero mientras que la revolución agrícola produjo un crecimiento muy lento a lo
largo de nueve milenios, la revolución industrial dio lugar a un rápido y sostenido
crecimiento en sólo dos siglos.
Ricardo afirmaba que "el principal problema de la economía política radicaba en
determinar las leyes que regulan [. . . ] la distribución", pero los economistas nunca
fueron capaces de especificar de manera concluyente el impacto comparativo de las
fuerzas del poder y del mercado en la parte que corresponde a cada uno en el proceso
distributivo.5
Por lo tanto, la larga historia de la distribución no puede dividirse en forma tan
nítida como la historia de la producción, pero es indudable que la revolución industrial
trajo consigo, por un lado, un funcionamiento más eficaz del mercado, de modo que el
reparto distributivo se relacionó más directamente con el factor de la productividad (esto
es, los salarios aumentaron con la creciente productividad laboral), y, por el otro, la
organización más eficiente de los trabajadores en ligas o sindicatos con vistas a proteger
y elevar las tasas salariales. Como resultado de ambos desarrollos se acrecentó la
participación del trabajo en el ingreso nacional. Sin embargo, antes del advenimiento de
la revolución industrial el reparto distributivo se determinaba principalmente a través de
decretos, de la arbitraria y autoritaria decisión de los gobernantes y de unos pocos
privilegiados, de acuerdo con su poder, su status y otros criterios no relacionados con el
mercado. Pero desde los comienzos de la revolución industrial la participación en el
ingreso se fue modificando en grado creciente debido al poder de la clase trabajadora
para influir en la distribución, y a la intervención en el mecanismo del mercado por parte
de gobiernos que esperaban (o pretendían) intensificar la política de justicia social o
mejorar la eficiencia económica.
Con el inicio del proceso de industrialización la clase trabajadora pudo, por
primera vez en la historia, organizarse eficazmente como grupo de presión en defensa de
sus propios intereses; al mismo tiempo los gobiernos, identificados con los
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