Recuperar la credibilidad ¿Volver a creer en el Estado?

Recuperar la credibilidad

¿Volver a creer en el Estado?

Axel Isaac Ortiz Sánchez

La figura del Estado moderno es, al menos para mis contemporáneos (un rango de edad de los 17 a los 30 años), de una institución fallida, que no ha encontrado la manera adecuada de enfrentar las problemáticas que el nuevo siglo y el modelo económico imperante han impuesto. Una institución que lejos de proponer soluciones viables y adecuadas para la población en general, únicamente ha apagado los chispazos que tratan de encontrar la manera de darle la vuelta a una situación de desigualdad y violencia.

En octubre del año pasado (2015), la revista Nexos publicó un ensayo de uno de sus más asiduos colaboradores: Héctor Aguilar Camín. En dicho ensayo, que lleva por nombre ‘Octubre, 2015’, Aguilar Camín hace un análisis y propone puntos de reflexión sobre el accionar actual del Estado mexicano y la percepción que de él tiene la opinión pública. Justo esto último es lo que intenta cambiar, o tal vez nivelar: resultados hay, y estos son de alguna manera positivos, pero el  cómo son vistos por la población en general se ve mediado por los enormes problemas de corrupción, violencia y autoritarismo del régimen presente. La idea del presente trabajo es mostrar los puntos más importantes del ensayo de Aguilar Camín que apuntan a la pérdida de credibilidad hacia el gobierno mexicano por parte de la población, así como presentar mi posición respecto de esto último.

Si se tuviera que dividir el ensayo de dicho autor, estaríamos ante un trabajo que consta de tres grandes partes: 1. Marco Introductorio: ¿Cómo se ve al gobierno mexicano hoy (en 2015)?, 2. “Reseña” histórica de la alternancia/transición democrática y 3. El hoy de los días que corren. El desarrollo de los mismos apunta a cómo es que se ha perdido la credibilidad, por parte de la población, en el aparato de gobierno mexicano.

En el marco introductorio, el autor nos propone que es “difícil dibujar el momento mexicano” (2015). Lo anterior, prosigue Aguilar Camín, debido a que el gobierno mexicano, después de la alternancia, ha buscado impulsar un proyecto modernizador primermundista con base en la puesta en práctica de distintas reformas a la Constitución pero su capacidad de acción corresponde, apenas, a la de un país del tercer mundo. De ahí se sigue que, gracias a la inesperada eficacia reformista del llamado “Pacto por México” de la administración de Enrique Peña Nieto, impulsada a escondidas, arreglada entre susurros y proclamada a los 4 vientos, el PRI ha regresado a sus viejas formas y, aun cuando hay resultados, sus modos y prácticas han sido (y son) insoportables para la opinión pública, quien clama por la transparencia y la abolición de la violencia y la corrupción.

Para la “reseña histórica de la alternancia” el autor nos sitúa ante las administraciones de Vicente Fox Quezada (2000-2006) y Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012). Ahí nos dice, de varias maneras, que las formas de la política mexicana y la aparente democracia ganadas con la alternancia, estuvieron (y están) permeadas de ineficacia e inexperiencia, lo que sentó las bases para que, cuando el antiguo régimen regresó al mando, sus prácticas indiscriminadas de corrupción se vieran acrecentadas. Durante este periodo de crecimiento económico, se acabó de desdibujar el carácter democrático de la elección de los gobernantes. A su vez, el alza en la violencia criminal como resultado de la “lucha contra el narcotráfico” terminó por cimentar el rechazo de la opinión pública. Elaboro con más calma los últimos puntos que ilustran mejor el voto de no confianza al gobierno.

Durante el periodo de Fox, y también durante el de Calderón, hubo una inusitada alza en el precio del petróleo, lo que dio cabida a años de abundancia presupuestal, lo que permitió a estas administraciones atenuar-con dinero-las divergencias políticas que antes se arreglaban con instrucciones (Aguilar Camín, 2015). El autor detalla esto porque, según nos dice, los presidentes de la alternancia no eran hombres con la experiencia política necesaria para afrontar y enfrentar un gobierno aún priista porque si bien ya tenían la presidencia, los Congresos eran aún liderados por la bancada tricolor. Esto trajo como consecuencia la debilitación de las ya frágiles estructuras institucionales y, más grave aún para la opinión pública, la caída en desgracia del modelo de elección ciudadana.

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