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SOCIEDAD FORDISMO

gabinaach12 de Febrero de 2015

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DEL FORDISMO A LA FLEXIBILIDAD LABORAL: SUPUESTOS, CRISIS, Y REALIDADES DE LA REGULACION SOCIAL

El objeto central de este articulo es problematizar el tema de la regulación social desde el estudio de las formas en que se organizan y articulan las relaciones laborales, en dos momentos de la acumulación capitalista: el Estado de Bienestar y la economía de mercado. En la primera parte del articulo, exponemos los supuestos técnicos, económicos y políticos que sustentaron el modelo fordista de producción industrial, en cuyo contexto se desarrolló y se consolidó el Estado de Bienestar. Si bien, el modelo de relaciones laborales del Estado de Bienestar fue el resultado de las luchas obreras a lo largo de este siglo, no es menos cierto que el capitalismo encontró en éste la manera más idónea de detener la ofensiva de los trabajadores en las cuatro primeras décadas de este siglo. El Estado de Bienestar logró que los conflictos laborales fueran tolerables para la estabilidad política del sistema. Como contraparte, el capital tuvo que otorgar grandes beneficios en materia de seguridad social, aumentos salariales, condiciones de trabajo, etc.

La evidente crisis del modelo fordista a finales de la década del sesenta y el proceso de liberalización de la economía mundial, son desarrollados en la segunda parte del articulo, donde exponemos cómo el discurso neoliberal ha utilizado la crisis y los desarrollos tecnológicos para justificar el desmembramiento de la institucionalidad laboral alcanzada en el Estado de Bienestar. El neoliberalismo, a través de la implementación de políticas flexibilixadoras, aparentemente neutras, ha logrado crear una nueva institucionalidad donde se intenta legitimar el discurso de la libertad de los contratos, cuando en verdad, la gran mayoría de los trabajadores se encuentran obligados cada vez más a aceptar las condiciones laborales precarias que ha impuesto el violento reacomodo capitalista de las ultimas décadas. A tal fin, exponemos los supuestos que sustenta el discurso neoliberal sobre la libertad de contratación laboral y la negociación colectiva, en dos de sus versiones más extremas: Robert Nozick , autodenominado libertario radical, asesor de los gobiernos republicanos de Reagan y Bush; y José Piñera, Ministro del Trabajo del régimen dictatorial de Pinochet. En ellos, exploramos los principios teóricos que sustentan el discurso flexibilizador de las relaciones laborales.

Finalmente, intentamos evidenciar como todo el discurso neoliberal se traduce en precariedad laboral para los trabajadores y sus familias profundizando las desigualdades ya existente en la sociedad capitalista. Pero a la vez, cómo la flexibilidad laboral deja abierta grandes brechas a la conflictividad social, poniendo en serias dudas la legitimidad de la democracia, en el contexto del nuevo "capitalismo salvaje".

I.l. El paradigma organizativo Taylor-Fordista

Desde mediados del siglo XIX, en Inglaterra; se inició un proceso tendiente a reducir el trabajo obrero a un simple ejercicio de vigilancia, mediante la intensificación de la mecanización de la producción. Este mismo proceso, se profundizó en Norteamérica en el último tercio de ese siglo. No obstante, hacia finales del siglo XIX, los obreros seguían teniendo el control del "saber hacer", lo cual les permitía cierta autonomía para "dirigir, regular y controlar ellos mismos su proceso de trabajo y fijar el tiempo asignado para su realización" (Neffa, 1990:104). En el marco de este proceso, Frederick Taylor (1856-1918) inicia en 1881 una serie de estudios sobre la racionalización científica del trabajo destinada a eliminar la tendencia al ocio y a la vagancia que generaba la organización del trabajo para ese momento, basada fundamentalmente en la autonomía del obrero (Neffa, 1990). Dicho proceso de investigación comienza a arrojar resultados a finales del siglo XIX y se consolida en la primera década del siglo XX con la publicación de la obra denominada "La Dirección Científica de las Empresas", donde Taylor expone su organización científica del trabajo (OCT) conocida como "Taylorismo". (Neffa, 1990). La O.C.T consiste fundamentalmente en separar las funciones del trabajo en planificación de tareas y ejecución de las mismas, a la par que se desintegraba al máximo el proceso del trabajo. La primera medida lograba racionalizar científicamente la producción, al hacer que la planificación fuera externa a quien la ejecutaba; logrando así el mayor rendimiento, con la segunda se lograba la incorporación de la fuerza de trabajo descalificada.

A principios del siglo XX, el proceso de racionalización del saber hacer de la fuerza de trabajo que iniciara Taylor da un salto espectacular, producto de los aportes que introduce Henry Ford, principalmente los de la cadena de montaje y la cinta transportadora, que significaron la automatización del proceso productivo (Neffa, 1990). El Fordismo, en tanto que paradigma técnico era la respuesta a un proceso de maduración de la producción industrial, donde la mano de obra artesanal debía ser desplazada. En 1913, en la industria automotor norteamericana, las operaciones realizadas por un obrero, eran ahora distribuidas entre 29 hombres, lo cual reducía los tiempos de trabajo, incrementando la producción (Neffa, 1990). La formación del obrero fordista se realizaba en corto tiempo. Para 1926, la Ford formaba a los obreros en el siguiente tiempo: 43% se formaba en menos de un día; el 36% en una semana; el 6% de una semana a un mes; el 14% de un mes a un año y el 1% de un año a seis años (Coriat, 1991: 45). Sin duda, esto marcó el fin de la importancia del obrero de oficio o artesanal en la industria. Sintetizando, diremos que el modelo Taylor-Fordista de organización del trabajo tiene como aspectos fundamentales: la organización centralizada y jerárquica; profundización de la división del trabajo; escasa autonomía de los trabajadores; altos inventarios; procesos de trabajo segmentados y repetitivos; escasa calificación y adiestramiento limitado; control de los tiempos y de los movimientos de los trabajadores. (Alonso; 1991: 10).

A partir de esos elementos, el modelo Taylor-Fordista logra masificar la producción. Tomemos como ejemplo la experiencia en la industria automotriz, donde se produjo un incremento en la producción, pasando de 34.528 autos fabricados en 1910 a 168.220 autos en 1912 (Neffa, 1992: 289). Pero esta producción en masa requería de un consumo en masa, por lo tanto una pregunta lógica surgida en los años 20 fue:"¿quiénes serán los consumidores en masa?, a la cual Ford respondió: los asalariados" (Leborgne y Lipietz, 1992: 20). A pesar de la respuesta de Ford, el proceso de las transformaciones productivas no fue acompañado por una modificación semejante en las capacidades adquisitivas de los necesarios demandantes. Este elemento, aunado a la resistencia obrera contra el profundo proceso de racionalización a que estaban siendo sometidos repercutió desfavorablemente sobre el capital, que hubo de enfrentar una recomposición política de la clase obrera que desembocó en las oleadas huelguísticas de los años 20 y posteriormente a un proceso de crisis de la estructura económica que culminó en el Crack de 1929 (Negri, 1985). La respuesta del capital a estos problemas la va a proporcionar el keynesianismo, al redefinir las relaciones entre oferta y demanda y planteando un modelo de regulación que permitiera contrarrestar la autonomía política que habían alcanzado los asalariados (Negri, 1985). Es aquí donde entran en escenario el Estado de Bienestar y la institucionalización del sindicato, el contrato colectivo y la huelga.

I.2. Fordismo y Estado de Bienestar

El objetivo central del Fordismo era lograr que los aumentos en la productividad, resultado de la organización científica del trabajo, fueran acompañados:"...por un lado, del crecimiento de las inversiones financiadas por las ganancias y, por otro, del crecimiento del poder adquisitivo de los asalariados" (Leborgne y Lipietz, 1992: 20). Esto es lo que se conoce como el "círculo virtuoso" de la regulación fordista, cuyos elementos son: productividad-consumo inversión-crecimiento (Iranzo, 1990), lo cual permitió una coherencia macroeconómica en el régimen de acumulación. Sin embargo, era necesario garantizar el crecimiento regular del poder adquisitivo de los asalariados, y es aquí donde el keynesianismo articula una respuesta basada en la administración estatal de políticas de estímulo a la demanda y de pleno empleo (Farfán,1988).

Esta administración estatal se concretiza en el denominado Estado de Bienestar, que se constituyó en el corolario político ideal del modelo Fordista de acumulación. El Estado de Bienestar, perseguía restituir la capacidad de consumo afectada por la crisis estructural de 1929, para garantizar el funcionamiento del "circulo virtuoso" y, después la Segunda Guerra Mundial se consolidó como institución fundamental del régimen de acumulación capitalista (Farfán, 1988).

El Estado de Bienestar establece un conjunto de reglas a nivel social, que se pueden resumir en:

i. Un salario monopólico caracterizado por una contractualización a largo plazo de la relación salarial y por un sincronismo marcado entre el salario nominal y el costo de la vida; estos dos elementos permiten la extensión y permanencia del consumo de los asalariados;

ii. La instauración del salario indirecto a través de las prestaciones sociales e instituciones de bienestar (educación, Seguro Social, recreación; subsidio a los bienes, etc.) para garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo y acrecentar la capacidad de

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